Claudio Jacquelin - Las crisis de representación y de
liderazgo ajenos no solo fueron motores del triunfo de Javier Milei. También
han sido ventajas comparativas cruciales de un presidente millonario en votos,
pero paupérrimo en fuerza parlamentaria y control territorial. Ese diferencial
que signó el rumbo inicial del Gobierno está a punto de entrar en zona de
riesgo o de reducirse a expresiones mínimas. Por errores del oficialismo y del
propio Javier Milei y por urgencias o falta de incentivos ajenos, que empiezan
a poner en conflicto esa relación de fuerzas favorable al Gobierno en sus
primeros meses de gestión. No era solo luna de miel. Ni de Milei.
La necesidad de convertir en leyes los anuncios y las
promesas del Gobierno, para que les den la previsibilidad y la sustentabilidad
que los actores económicos (internos y externos) reclaman, más allá de la
adhesión que les provoca el programa radical de reformas promercado del
oficialismo, se está convirtiendo en un desafío soberano.
En los últimos días ha quedado en evidencia que una suma de
factores está llevando a muchos agentes libres de la oposición dialoguista a
pararse enfrente del oficialismo o a ser renuentes a sus demandas. No hay
cheques en blanco.
En algunos casos asoman actores que empiezan a perder el
temor con el que los paralizaban los rugidos del león triunfante. En muchos
otros, porque no les quedan mejores opciones que marcar diferencias, subirse el
precio o confrontar. Es para ellos una cuestión de supervivencia, ahora y de
cara al mediano plazo de las elecciones legislativas de 2025. El Congreso es la
caja de resonancia y el amplificador de esos ruidos.
En la convergencia de elementos que generan dificultades
sobresalen la intransigencia presidencial, una apreciación estática de la
anatomía del sistema político y una aparente falta de comprensión de su
fisiología por parte de la troika del poder, que integran Milei, su hermana
Karina y el gurú Santiago Caputo. Todos ellos renuentes a corregir rumbos por
temor a que cualquier concesión debilite el poder presidencial. A veces, suele
ocurrir lo contrario.
Ese esquema blindado propicia, además, la sobreabundancia de
agentes sin suficiente poder para llevar adelante negociaciones conducentes,
que para peor muchas veces se superponen, se neutralizan y confunden a sus
interlocutores.
Las intervenciones del jefe de Gabinete, Nicolás Posse, y su
secretario ejecutivo, José Rolandi, suelen interferir o chocar con gestiones
del ministro del Interior, Guillermo Francos, y de su segundo, Lisandro
Catalán. Así como las de estos con las operaciones del enlace del Gobierno con
el Parlamento, Omar de Marchi. Sin contar las frecuentes desautorizaciones
presidenciales. O el juego de tirar por la ventana funcionarios por razones que
nadie explica. Ahora los cortocircuitos entre el Presidente y la vicepresidenta,
Victoria Villarruel, solo multiplicaron los rasgos de disfuncionalidad, que
aprovechan otros.
La confusión que hasta hace poco mareaba a buena parte de la
dirigencia política no libertaria comienza a mostrar fatiga afuera y provocar
complicaciones adentro. El rechazo en el Senado al mega-DNU desregulatorio lo
puso en evidencia. El principio de revelación no solo expone presuntas miserias
ajenas A veces, choca contra el espejo y alumbra desnudeces del Gobierno.
Sobre ese nuevo piso transcurren las negociaciones iniciadas
con gobernadores y bloques de la Cámara de Diputados. Tanto para evitar un
nuevo traspié del DNU 70/23, que perdería su vigencia, como para tratar una
versión acotada de la ley ómnibus, un pacto fiscal y un nuevo cálculo de
actualización de los haberes jubilatorios. Eso incluye la reposición del
impuesto a las ganancias a la cuarta categoría, cuya derogación ideó Sergio
Massa para llevar más lejos de lo probable una candidatura casi imposible y que
(nadie olvida) le votaron los diputados Milei y Villarruel. Por eso, todos
quieren que el costo lo pague el Gobierno.
De todas maneras, la reciente rebaja del piso salarial para
la aplicación de ese impuesto afectará al oficialismo por invertir la lógica de
los tiempos de inflación: a medida que los salarios perdían capacidad de
compra, el monto base se subía. Ahora, mientras a los bolsillos ya les sobraban
días del mes, se amplía la base de los que deberán tributar. Una doble Nelson
que pondrá al borde del knock-out ingresos familiares, que ya venían
tambaleando.
La fragmentación política que hasta ahora beneficiaba al
Gobierno y empieza a complicarlo opera hacia dentro de los partidos y de los
bloques legislativos, entre los gobernadores y los legisladores de sus
provincias, y entre los mandatarios provinciales. Confluyen aquí intereses
divergentes, realidades locales y regionales contrapuestas, convicciones y
cálculos político-electorales, que se suman a las dudas en alza sobre los
resultados de la gestión del Gobierno y las probabilidades de éxitos de las “fuerzas
del cielo”. La profesión de fe es una misión imposible para los agnósticos
cuando los milagros tardan en verificarse.
Negociar con muchos al mismo tiempo requiere de convicción,
paciencia, determinación, flexibilidad, recursos, capacidad de coacción y
política. Tache cada uno el atributo que no advierte que esté presente en el
Gobierno.
El miedo a los trolls y los bots de las redes sociales puede
llegar a tener el destino del temor a los fantasmas cuando se les quita la
sábana.
Lousteau, un caso testigo
El voto contra el mega-DNU del presidente del radicalismo y
senador, Martín Lousteau, a diferencia de la posición mayoritaria de su bloque,
del titular del bloque radical de Diputados y de los gobernadores de su
partido, dejó al desnudo el grado de descomposición del sistema, así como puso
en evidencia que la fragmentación, la debilidad de la oposición y la crisis de
liderazgo pueden jugar en contra de los acuerdos que teje y desteje el
Gobierno.
La defensa que recibió Lousteau de la juventud radical y de
viejas figuras del alfonsinismo en retroceso no compiten con la potencia de las
críticas del establishmet partidario y parlamentario, incluidos los
gobernadores que tienen votos propios, Tampoco con la demonización del
oficialismo. Pero todo es relativo
Fiel a su tradición, el radicalismo está atravesado por
disputas personales y de proyectos, por la disimilitud de realidades y
necesidad locales de un partido que desde el impotente gobierno de Fernando de
la Rúa adoptó características de una federación y por la diferencia de
perspectivas electorales de sus dirigentes distritales.
Por un lado, sigue sin metabolizarse la indigestión que
provocó a muchos referentes provinciales de peso, como Alfredo Cornejo
(Mendoza) o Gustavo Valdés (Corrientes), la llegada del porteño Lousteau a la
conducción partidaria.
Por otro lado, la realidad en muchos distritos donde se
solaparon los votos a los candidatos radicales locales con los que fueron a
Milei en la categoría presidencial continúa generando prevenciones con miras a
2025. La posibilidad de que el Gobierno encarrile la situación económica y al
tiempo de ajuste le suceda un despegue opera para esos dirigentes como el gran
disuasor de cualquier confrontación pública.
En tercer lugar, asoma la particular situación de referentes
de algunos distritos, como la ciudad de Buenos Aires, en los que hoy es alta la
perspectiva de una alianza formal o informal (por debajo de la mesa) entre el
macrismo y los libertarios, que desplace a un tercer o cuarto puesto a los
candidatos radicales el año próximo. En ellos la conveniencia electoral se suma
a las convicciones, alejadas del ideario libertario. Es lo que les pasa a
muchos radicales que ya se sometieron a desgano y por necesidad a la condición
de socios minoritarios del macrismo.
La apuesta maximalista de Milei, expresada en la premisa de
que se está con él o se es parte de los demonios del pasado, tiene grietas para
muchos dirigentes, que se resisten a la deglución. El primer argumento que
exponen los que siguen prefiriendo algunos grises es que en las elecciones
legislativas suelen encontrar espacio las terceras fuerzas, como se ha
demostrado desde 2009 hasta acá y como Milei pudo comprobar en carne propia al
meterse en 2021 en la pelea antinómica entre elk ir ch nerismoy el antik ir ch
habilidad nerismo cambiemita, para llegar a la presidencia dos años después.
Para algunos, aliarse puede significar subsumirse y acrecentar el riesgo de la
irrelevancia, más aún cuando todo está en proceso y no hay certezas ni
resultados confiables. Todavía no está claro cuál será la geografía que dejará
el terremoto Milei.
La segunda premisa es que “hay muchas diferencias de
perspectivas y necesidades entre votantes, militantes, dirigentes y gobernantes
que se multiplican en todo el país. No todos en todos lados esperan y quieren
lo mismo de sus dirigentes y mandatarios”, explican en el entorno de Lousteau
para justificar su autonomía. “En todo caso, es mejor morir con las botas
puestas”, agregan.
Los críticos del titular de la UCR descalifican esas razones
y sostienen que privilegia sus intereses locales, las alianzas que lo llevaron
a la cima de un partido del que es afiliado desde hace menos de una década y
cierta intransigencia cuasi mileística. “Martín prefiere tener razón a ganar
partidos”, dicen. En tal caso no podrían negarle radicalismo en sangre. “Que se
rompa, pero no se doble”, acuñó el fundador del partido.
Los radicales no están solos
El radicalismo es solo un ejemplo que encuentra réplicas en
otros espacios. Incluido Pro, donde abundan los emprendedores que aceptan
contrataciones a título personal, sin consulta previa con el viejo dueño del
espacio que está a punto de reinstalarse en la gerencia general de la empresa,
Macri intenta restañar un liderazgo dañado tanto como evitar más fugas por las
que no cobra nada en concepto de transferencias.
También están (y son muchos) los amarillos que se someten y
hacen profesión de fe liberal en público, pero albergan dudas y expresan en
privado durísimas críticas a Milei y sus libertarios. Así como tienen reservas
sobre el resultado de sus políticas económicas. Por último, hay un grupo
(pequeño, pero no insignificante) que toma distancia a la espera de un cambio
de vientos. La disciplina partidaria es un oxímoron.
Los desgajamientos del peronismo y los sueños eternos de
emancipación del kirchnerismo de muchos referentes provinciales no encuentran
aún incentivos y soportan demasiados castigos para hacer más concesiones al
Gobierno. El peronismo suele cobrar caras sus derrotas. Y en varios casos hacen
un juego doble. Anudan por arriban lo que por abajo desatan, con el argumento
de que no controlan a sus legisladores o referentes locales. Bastante similar a
lo que hacen los mandatarios de fuerzas provinciales. El federalismo puede
tomar formas confederales.
Ante un contexto cada vez más complejo, mientras la
paciencia social es puesta a prueba día tras día, habilitó la pregunta de si el
Presidente está por experimentar algunos cambios.
La participación casi secreta de Milei hace una semana en la
conferencia del gurú Prem Rawat, que propone la búsqueda de la paz interior,
abrió interrogantes en quienes advirtieron su furtiva presencia.
Todo indica que de no resetearse el sistema de toma de
decisiones y relacionamiento con el sistema político, las cruciales ventajas
comparativas que tenía Milei cuando llegó al Gobierno corren el riesgo de
evanescerse. Antes de que lleguen los resultados deseados y prometidos.
El principio de revelación rebota contra el espejo e ilumina
problemas del Gobierno.
La ventaja de la fragmentación choca con el costo de
negociar con muchos. La realidad desafía las bases de la troika del poder
libertario. ÁMBITO |