Por Claudio Jacquelin - “Y o no vine a negociar para durar.
Vine a cambiar lo que fracasa desde hace un siglo. Esta es mi misión. Si la
casta no deja que lo haga y la gente no lo banca, será un problema de los
argentinos”. La frase podría figurar en la cédula de identidad de Javier Milei.
Es su lema. La ha repetido hasta el cansancio ante infinidad de interlocutores
y se muestra ahora decidido a llevarla a cabo, cueste lo que cueste. O, al
menos, a hacerlo creer.
Con esa instalación y encuestas favorables en mano, el
Presidente llevó al clímax el estado de perplejidad en el que ya estaba el
sistema político.
El entierro al que llevó el oficialismo el megaproyecto de
ley, denominada con toda pompa y ninguna circunstancia “Bases y puntos de
partida para la libertad de los argentinos”, terminó por profundizar esa
construcción.
La pública y oficial acusación de traidores con nombre y
apellido a todos los diputados que votaron en contra hasta de solo un inciso
del articulado no solo sigue la lógica del lema mileísta.
En línea con su acción desde que ingresó en la política,
Milei y los suyos tensionan el orden político e institucional a extremos que
agregan temor y consternación al desconcierto de la dirigencia y a buena parte
de la población. ¿Convicción y dogmatismo o táctica y estrategia? Una duda
hamletiana...
“La ley para nosotros está definitivamente caída. Se
terminó. Es un capítulo cerrado. Vamos a gobernar con las herramientas que
tenemos. Aunque no será solo por DNU. Podemos mandar algunos proyectos que ya
estamos analizando para ser tratados en el período ordinario. Pero no vamos a
negociar con los que han tenido una actitud destituyente y pretendieron por la
vía del toma y daca y corriendo permanentemente el arco erosionar la autoridad
del Presidente”, así anticipa y redobla la apuesta uno de los principales
colaboradores de Milei.
La lógica es retroceder nunca, rendirse jamás. Al menos por
ahora, mientras desde la Casa Rosada ven lejos cualquier precipicio. El anatema
favorito del kirchnerismo en tiempos de la guerra con el campo vuelve
recargado. Todo opositor o crítico es un ser destituyente, merecedor del
escarnio público. La barra brava ruge y corea nombres de los enemigos.
Detrás de esa intransigencia y el respectivo estrés al que
lleva al sistema hay un propósito más o menos inmediato del Presidente, que se
verifica con las medidas adoptadas después del tropiezo legislativo, al que él
mismo, sin embargo, califica de una victoria que los otros “no la ven”.
Ese objetivo, que no es nuevo, pero se aceleró y profundizó
en las últimas 48 horas, consiste en “secar” a los gobernadores, a los que
acusa de ser los principales responsables del fracaso de la megaley, para que,
al final, sean ellos los que, asfixiados, no solo apoyen, sino que impulsen
algunas de las políticas que el martes no pasaron el filtro de la Cámara de
Diputados. Una apuesta a la rendición incondicional.
La quita de los subsidios al transporte en el interior del
país sigue esa lógica. La medida tendrá impacto sensible para las arcas
subnacionales. La inmediata reacción unánime de gobernadores e intendentes lo
confirma.
“En la mayoría de las provincias, el segundo rubro de las
erogaciones después de la masa salarial son los aportes al transporte público.
Y es obvio que las provincias tendrán que aumentar el gasto, porque no pueden
llevar el boleto a niveles impagables”, argumenta entre el enojo y la
estupefacción uno de los hombres más cercanos al gobernador mendocino, Alfredo
Cornejo.
No es un detalle menor que Cornejo sea uno de los
mandatarios molestos, cuando por convicción y conveniencia el mendocino
prefiere estar entre los que le facilitan la tarea del oficialismo.
Para su desconcierto y el de muchos otros, incluidos los
colaboradores de Pro, Milei fabrica oposición hasta entre los no quieren se
opositores. Las lógicas de la política están en revisión.
La grieta no se va
“Lo insólito es que ese castigo de quitar los aportes es
total para las provincias, que ya tienen tarifas más altas y que recibían menos
subsidios, mientras la reducción es parcial para el AMBA (área metropolitana),
donde tiene mayor costo para el Estado nacional y el boleto era el más barato
del país. Además, se da el agravante de que ahí no va a ganar ningún apoyo más
del que ya tiene y va a engordar el capital opositor del kirchnerismo”,
argumenta otro gobernador afectado por la medida. La grieta no se va. Y los
kirchneristas festejan.
El recorte de los subsidios para el transporte del interior
es apenas otro nudo del collar de ahorque dispuesto para los gobernadores sin
distinciones.
“Milei ya nos había achicado los ingresos con su voto
favorable al plan plata de Massa por el que redujo a la nada un impuesto
patrimonial, progresivo y coparticipable como es Ganancias, y se queda con los
ingresos que le dan los impuestos o tributos no coparticipables creados por el
kirchnerismo, como el impuesto PAIS y las retenciones, que, además, se propone
aumentar, a pesar de sus promesas de campaña”, suma su lamento otro mandatario
opositor.
En tal contexto, el propósito oficialista de que los
gobernadores claudiquen y le faciliten parte del trabajo que el Congreso le
complicó en su propósito de reducir el déficit podría ser menos improbable de
lo que parece. Aunque no necesariamente sea en los términos que Milei y el
ministro de Economía, Luis Caputo, quisieran, y hasta podría restarles algunos
ingresos.
“No hay que descartar que se geste una oposición impulsada
los gobernadores que busque sacar medidas impositivas para paliar la caída de
sus ingresos, como reponer el impuesto a las ganancias”, admite un mandatario
provincial que prefiere estar más cerca de los colaboradores que de los
opositores al Gobierno, ahora obligado contra su voluntad y sus intereses a
cambiar varios centímetros su ubicación.
A tono con esas medidas, desde el exterior Milei no ha
dejado de hostigar a gobernadores y diputados que no le votaron todo lo que él
pretendía lograr de mínima en la Cámara de Diputados. Al límite de reproducir
en las redes una polémica ilustración que lo muestra como un terminator en cuya
mira tiene a gobernadores, legisladores y dirigentes políticos y sindicales.
Tensionar siempre; distender jamás.
Fuera del láser de Mileinator han quedado a salvo los
dirigentes y los diputados del macrismo que levantaron la mano a favor de todos
los artículos tratados en la votación en particular y que inmediatamente
después de la caída del proyecto se jactaron de su apoyo con un pronunciamiento
público. Como para poner más en evidencia a los bloques que no acompañaron al
oficialismo y a los presidentes de bancadas que tuvieron fugas en sus filas.
Miguel Pichetto y Rodrigo de Loredo no lo recuerdan con cariño.
El documento de los diputados macristas se caracteriza tanto
por realzar su acompañamiento al Gobierno como por no deslizar siquiera
cuestionamiento alguno a la impericia, intransigencia e ignorancia de
rudimentos básicos de política y gestión que la mayoría de la oposición (y
muchos de ellos mismos en privado) imputan al oficialismo de haber mostrado
durante el trámite parlamentario.
La sombra de Macri
Esos gestos, sumados a que dos de los principales ministros
del Gobierno sean macristas indubitables y que Macri se haya convertido en un
fervoroso defensor y publicista de Milei y sus proyectos, alimentan sospechas y
especulaciones que el mismo expresidente y sus fieles procuran desmentir.
Aunque el éxito, también en esta tarea, les está siendo esquivo.
“Macri aparece ayudando, pero marcando diferencias a la
espera de que el Gobierno siga tropezando, se vea obligado a resetearse y Milei
lo llame para darle por obligación y agobio lo que se negó o darle cuando armó
su gabinete inicial. Lo está esperando con el cuchillo y tenedor en las manos”.
La misma oración de un experimentado diputado no mileísta puede ser puesta en
boca de oficialistas que miran con recelo esa perspectiva, como en la de muchos
integrantes del arcoíris opositor, que va del peronismo federal y la Coalición
Cívica al kirchnerismo más rancio.
“Nosotros estamos dispuestos a ayudar y no pedimos cargos.
Ya Mauricio lo ha dicho y nos pidió a nosotros que dejemos eso en claro en todo
momento”, afirma uno de los principales referentes del expresidente en el
Congreso con subrayada firmeza.
La negativa parece relativizarse rápidamente cuando entre
conspipor macristas aparecen con notable precisión espacios que consideran que
están mal ocupados o hay “funcionarios que no funcionan”, como diría Cristina
Kirchner.
“En cualquier gobierno más o menos normal, a Martín Menem lo
correrían de la presidencia de Diputados, a Guillermo Francos lo mandarían de
embajador a algún buen destino y ordenarían el gabinete para que empiece a
funcionar, porque el problema no solo es político, sino de gestión. Pero este
no es un gobierno normal”, señala un importante dirigente de Pro.
“Para empezar, deberían sacarle a Toto [Caputo]
Infraestructura, porque él no está en condiciones de manejar eso con todo lo
que ya tiene que hacer en lo económico financiero”, agrega.
Para aventar suspicacias, tales precisiones se ofrecen con
aparente inocencia y supuesto espíritu de colaboración desinteresada por parte
del dirigente de Pro, de cuyo macrismo en sangre y obediencia a su jefe natural
nadie tiene dudas. No es el único que ofrece tan detallado diagnóstico.
Así, los nombres de Guillermo Dietrich, Diego Santilli y
Cristian Ritondo emergen con más rapidez y nitidez que hongos después de la
lluvia, sin necesidad de extraerlos con preguntas inquisitivas, como candidatos
para hacerse cargo de Infraestructura, de la jefatura de la Cámara baja y de la
cartera política. El desembarco no está en el horizonte, pero por las dudas hay
preparativos. A riesgo de que la fobia mileísta a la coptación los vuelva a
dejar en la orilla.
Obviamente, los macristas niegan todo, aunque a su alrededor
admiten que si Macri alcanza un acuerdo con el Presidente y les pide su “aporte
patriótico” ninguno de ellos podrá negarse. Una forma de mantener su CV a
disposición y, al mismo tiempo, una advertencia de que no actuarían por cuenta
propia, “como lo hicieron Patricia Bullrich y Toto Caputo”.
Por ahora solo se trata de especulaciones. Contra las
opiniones mayoritarias, Milei y los suyos están convencidos de que el problema
es de los demás, que “no la ven” o analizan la realidad y su gestión con
lógicas vencidas.
La impresión de muchos de que lo ocurrido en el Congreso
acortó la luna de miel (mientras Milei está en la luna) no penetra en la Casa
Rosada y el recurso de acusar a la casta no durará mucho si en breve no hay
mejoras palpables en la vida cotidiana.
Ahí están convencidos (y lo dicen) de que las urgencias
económico-financieras no son tan graves, que la paciencia social sigue siendo
elevada y que el tiempo no corre en contra de ellos, sino de sus opositores.
Incluso empiezan a surgir voces que deslizan que las
condiciones para concretar el postergado plan dolarizador podrían darse antes
de lo que el propio Presidente acaba de decir al llegar a Israel, donde canceló
la expectativa de concreción durante este año. Algunos dicen que fue una
declaración táctica.
Mientras tanto, para prolongar el beneficio de los supuestos
vientos a favor, el Presidente y sus fieles apuestan en lo inmediato a la
rendición incondicional de los gobernadores y a la claudicación de los
críticos. El tiempo dirá quién la vio y quién no. ß
Milei fuerza al máximo el sistema político y juega con la
perplejidad opositora
El plan contra los gobernadores busca su claudicación
El macrismo ya tiene identificados lugares claves donde
debería haber cambios LA NACION |