Por Fernando Gutiérrez - Más
allá de la suerte de la "ley ómnibus", lo que quedó en
evidencia es la verdadera pelea que ocurre detrás del debate parlamentario:
quién afrontará el costo político por el inevitable ajuste fiscal. Javier
Milei ya decidió que él no repetirá el error que muchas veces el ex
ministro Domingo Cavallo admitió como autocrítica: haber llevado a la
nación a un ajuste sin que las administraciones provinciales dieran
muestras de un esfuerzo similar.
Es por eso que, ni bien caída la ley en la cámara de
Diputados, los comunicados oficiales apuntaron directamente contra los
gobernadores como responsables de la situación de empantanamiento
político.
Era, en realidad, una situación que todos en el ámbito
político veían venir. Los gobernadores, después de haber apoyado, en plena
campaña electoral, la derogación del Impuesto a las Ganancias para los
asalariados de nivel medio y alto, no quisieron asumir el costo de reinstaurar
ese mismo tributo. Pero no lograron conmover a Milei cuando le pidieron una
compensación por la vía de coparticipar el impuesto al Cheque o el
impuesto PAIS.
Para Milei, son dos pedidos inadmisibles. En el primer
caso, porque se trata de uno de los impuestos más criticados por los
empresarios, por su efecto distorsivo en la actividad comercial. Y, sobre todo,
porque es un impuesto "transitorio" desde el año 2001. Hacerlo
coparticipable con las provincias sería una forma tácita de admitir que
nunca será derogado.
En cuanto al impuesto PAIS, su argumento es que es un
gravamen llamado a desaparecer, porque su existencia está
íntimamente ligada a la existencia del cepo cambiario.
La fría realidad es que el impuesto al Cheque representa un
8% del total de la "torta" tributaria y que el impuesto PAIS, ahora
potenciado por la suba de la alícuota para importaciones, ya representa
un 6%. Compartir esos recursos con los gobernadores implicaría, para
Milei, resignar fondos para la AFIP sin asegurarse de que en las
provincias haya un esfuerzo fiscal ni tampoco una mínima asunción de
"costo político" por haber apoyado la derogación de Ganancias.
¿Hasta dónde llega la
guerra fiscal?
La gran pregunta del momento es qué tan lejos está dispuesto
Milei a llegar en su guerra fiscal con las provincias. Desde aquel tuit
del ministro Luis Caputo que provocó un terremoto político y obligó
al gobierno a retirar el capítulo fiscal de la ley, está flotando en el
ambiente la insinuación de una posible asfixia financiera.
Pero se trata de una jugada de doble filo para
Milei. Primero, tendría que elegir entre ajustar a todas las provincias o
a elegir solamente a aquellas con las cuales tiene menor sintonía política.
Irónicamente, una situación que lo asemeja a la relación que mantenía Cristina Kirchner con Daniel Scioli, cuando
el entonces gobernador bonaerense era sistemáticamente discriminado en el
reparto del Fondo del Conurbano, lo cual lo obligaba a subir impuestos
provinciales para mejorar los salarios docentes.
Aun si Milei eligiera ese camino, tampoco hay garantía de
que se librara del costo político de ese ajuste. Nadie lo sabe mejor que la
propia Cristina Kirchner, que después de llevar a Scioli a la asfixia
financiera, se encontraba con que las encuestas la daban a ella como culpable
de la situación de Buenos Aires y no al gobernador Scioli.
A juzgar por las primeras reacciones, lo que Milei está
dispuesto a hacer es una competencia de resistencia con los
gobernadores. Es decir, asumir su debilidad en el Congreso y someter a las
provincias a una situación en la cual no cuenten con transferencias
discrecionales, para ver quién "afloja" primero.
Una pelea de $2
billones
La amenaza del Presidente, acerca de "dejarlos sin un
peso" por la vía de cortar partidas presupuestales de las provincias a
modo de compensación, equivale a $2 billones que, según estiman
consultoras privadas, fue la cifra a la que ascendió la transferencia
discrecional del Gobierno Nacional a los 24 distritos.
Se trata de dinero que desde la Casa Rosada se aprueba por
fuera del sistema de coparticipación automática y que incluye partidas para una
diversidad de finalidades, desde obra pública y vivienda hasta incentivo
docente, pasando también por asistencia financiera para afrontar remuneraciones
del personal.
De concretarse la advertencia -que Caputo califica
como compromiso con el objetivo de "déficit cero", pero que
desde el peronismo es calificada como "extorsión"-, se produciría una
crisis financiera en muchas provincias. De hecho, se estima que 16 ya
terminaron con déficit en 2023. Entre las de mayor magnitud de cuentas en rojo
en relación a producto regional, figuran San Luis, Catamarca, Formosa y San
Juan, según una estimación de la Fundación Mediterránea.
Pero, el riesgo de que la situación empeore es tan grande
que, incluso, provincias que lideraron el ranking de superávits primarios como
Córdoba, ya avisaron que no descartan tener que recurrir a una cuasi-moneda, un
rubro en el cual hizo punta La Rioja.
¿Qué tan importantes son esas transferencias
discrecionales en las cuentas de las provincias?
Para algunas representan un monto relativamente
menor, pero otras directamente entrarían en crisis sin esos recursos. En
el caso de provincias como Neuquén, ese aporte representa apenas un 3% de su
ingreso total, pero se trata de un caso atípico de una provincia donde casi el
30% del ingreso corresponde a regalías petroleras.
El promedio nacional marca un 9% de las transferencias
discrecionales como ingreso de las provincias, pero hay casos notoriamente
elevados, como el de Buenos Aires, que depende en un 14% de ese dinero
extra-coparticipación.
La mayor provincia del país, con un 38% de la población,
solamente percibe un 22% en el reparto de la coparticipación, con lo cual los
gobiernos tienden a compensar esa "discriminación" con una mayor
cuota de transferencias discrecionales. Claro que ese porcentaje puede variar
drásticamente dependiendo de la sintonía política entre el gobernador
y el Presidente.
Los más amenazados de la
tabla
¿Quién se perjudicaría más con un recorte drástico? El
ranking 2023 de transferencias corrientes por habitante pone al tope del
ranking a Santa Cruz, con $66.900 anuales, seguidos por La Rioja y Tierra del
Fuego, que perciben $52.000 por persona. En el fondo de la tabla, quienes
menos reciben esas transferencias son Córdoba y Mendoza, con $13.000.
En la tabla de las transferencias discrecionales de capital,
la líder es La Rioja, con $134.00, mientras que en un lejano segundo
puesto figuran Tierra del Fuego y Formosa, con $33.000 por habitante. En el
otro extremo, la Ciudad de Buenos Aires apenas recibe $2.500 anuales por
habitante, mientras Córdoba, Mendoza, Santa Fe y Jujuy no llegaron a $6.000.
Los economistas advierten que, en este momento, hay mucho
menos margen para aumentar la presión impositiva dentro de las provincias, con
lo cual sólo quedan dos alternativas: o asumir el costo de un recorte del
gasto, o endeudarse por la vía de la emisión de cuasi-monedas, como
propone el riojano Ricardo Quintela.
El solo hecho de recordar que la emisión de cuasi
monedas en la crisis de 2001 acumuló $8.200 millones -en la
época en que un peso era igual a un dólar- y que llegó a representar más
del 25% de la base monetaria es algo que genera nervios en el mercado. IPROFESIONAL |