La obra del soterramiento del ferrocarril Sarmiento, entre
Caballito y Moreno, forma parte de los grandes emprendimientos y también de las
grandes frustraciones. El proyecto consiste en llevar en túnel bajo superficie
la vía y las estaciones, entre Caballito y Castelar, recuperando para fines
urbanísticos la franja ferroviaria liberada y conectando la trama urbana
suprimiendo las barreras. El objetivo relevante es aumentar la frecuencia de
trenes actualmente restringida por los tiempos necesarios de apertura de
barreras en los pasos a nivel. La obra fue licitada en febrero de 2006. La
adjudicación se hizo seis meses después, pero la firma del contrato ocurrió en
diciembre de 2008. Luego de que presuntamente se había resuelto el aporte de
fondos públicos y de garantías, la obra se inició en septiembre de 2011. Se
partía desde Haedo hacia Caballito, pero dos meses después, al no poder
concretar la canalización de los fondos, se detuvieron los trabajos y quedó
paralizada durante algo más de cuatro años. La máquina tuneladora recién inició
su labor en octubre de 2016. Avanzó a un ritmo de 20 metros por día con un
diámetro de túnel de 11 metros para dar cabida a doble vía. El trabajo
comprendía el recubrimiento del túnel con dovelas de hormigón encastradas para
asegurar la resistencia e impermeabilidad. El túnel construido es continuo,
respondiendo a la técnica utilizada. Por una modificación del proyecto en 2017,
las estaciones y accesos se construirían posteriormente demoliendo tramos del
túnel, lo que significa un muy alto costo. En enero de 2019, la tuneladora
llegó a Villa Luro luego de recorrer 7,24 kilómetros. Desde entonces, la
poderosa máquina quedó detenida en un recinto en profundidad, donde solo es
mantenida. El gobierno nacional decidió no aportar más fondos de su presupuesto
ni los del Fondo de Garantía de Sustentabilidad de la Anses. Los trabajos están
paralizados y el túnel no es utilizable mientras no se construyan las
estaciones y se completen todos los elementos electromecánicos. La inversión hundida,
según la jerga económica y en este caso también literal, es de alrededor de 700
millones de dólares. Restarían unos 1300 millones para completar la obra en
toda su extensión de Moreno a Caballito, tal como fue concebida.
No existen dudas de la necesidad de mejorar el servicio
ferroviario de esta línea, tema sobre el cual se viene discutiendo desde hace
más de cincuenta años. El crecimiento poblacional del corredor oeste ha sido el
más alto de la región metropolitana. El Acceso Oeste y otras autopistas están
saturados y no son ampliables ni correspondería intentarlo. Tanto desde el
punto de vista ambiental como económico, la solución es un ferrocarril
electrificado con elevadas frecuencia y capacidad. Para que esto sea posible
deben eliminarse los cruces a nivel con calles y avenidas. Con una notable
visión de futuro, en 1905 se inauguró la trinchera con cuádruple vía desde Once
hasta Caballito (calle Hidalgo), eliminando interferencias de barreras en
cruces a nivel para facilitar la circulación tanto de automotores como de
trenes. La cuádruple vía permitía intercalar trenes rápidos, lo que era un gran
logro para los viajes más largos. Con posterioridad no se concretó ninguna
mejora significativa, aunque se analizaron algunas iniciativas. En 1996 se
estudió la cuadruplicación de vía en trinchera entre Caballito y Liniers. En
2000 se propuso el Corredor Verde del Oeste, sobre la base de una solución
mixta por tramos en trinchera y túnel para cuatro vías, con posible extensión hasta
Haedo o Moreno, en etapas sucesivas.
¿Qué puede o debe hacer el nuevo gobierno con este proyecto
paralizado? La política ya anunciada es volver a concesionar los ferrocarriles
del AMBA. No parece posible que un operador privado pueda tomar a su cargo la
inversión faltante y menos aún la ya realizada. No hay posibilidad de recuperar
esa inversión, aunque se eleven las tarifas a nivel internacional. Hay otra
cuestión que no se tuvo debidamente en cuenta al planificar esta obra. Según lo
estudiado por el experto ferroviario Juan Pablo Martínez, los usuarios más
próximos al centro de la ciudad de Buenos Aires y los del llamado primer cordón
privilegian más la frecuencia de trenes que su rapidez, mientras que los del
segundo y tercer cordón prefieren la rapidez sobre la frecuencia. Esto explica
la necesidad de trenes rápidos intercalados con los que se detienen en todas
las estaciones. Pero esto exige contar con cuádruple vía, al menos en tramos
largos. El túnel construido admite solo doble vía o sea que inhibe
definitivamente la operación de trenes rápidos. Este es un grueso error de
planificación. Actualmente, en el contexto de la política oficial de no aplicar
fondos estatales en las obras de infraestructura, una posible solución
accesible a un inversor privado podría ser el mantenimiento de las actuales
vías en superficie entre Caballito y Moreno, resolviendo la supresión de las
barreras mediante pasos a distinto nivel. Así lo han comenzado a hacer algunos
intendentes urgidos por los reclamos locales que no admiten una espera por
tiempos indefinidos. En rigor y dejando de lado la cuestión ambiental, la
sustitución de los 52 pasos con barrera (35 en la ciudad de Buenos Aires) o
pasos bajo nivel hubiera exigido –y todavía requiere– una inversión
sustancialmente menor que el costo del soterramiento, haciendo caso omiso de la
calidad urbanística de la solución. Si ahora se optara por esto, el túnel ya
construido podría ser utilizado solo por trenes rápidos, sin la muy costosa
construcción de las estaciones.
Hoy se agrega la propuesta porteña, sostenida por el actual
jefe de gobierno, Jorge Macri, de construir un viaducto con doble vía entre
Caballito y Villa Luro (con opción a una vía adicional). La alternativa de
trinchera era defendida por el candidato Martín Lousteau. Si la construcción de
este tramo fuera asumida por la ciudad y las obras en la provincia de Buenos
Aires se resolvieran de la forma descripta, sería concebible la finalización
del proyecto con financiamiento privado. No debe dejar de considerarse la
minimización de la interrupción del servicio durante la construcción y que hay
un contrato vigente, por lo que deberían evaluarse las consecuencias de su
readecuación o rescisión.
Los errores de concepción de este proyecto, así como sus
interrupciones ocasionadas por iniciarlo sin un financiamiento asegurado,
tienen un alto costo para la comunidad, y no solo para el Gobierno. Esto pone
en evidencia la necesidad de un adecuado planeamiento del desarrollo de la
infraestructura. Esta responsabilidad de los gobernantes no se opone a los
postulados de la libertad económica, sino que los fortalece. Todo proyecto de
envergadura como el que tratamos en esta columna editorial debe merecer el estudio
de las alternativas posibles considerando no solo las cuestiones técnicas de la
construcción y operación, los costos y los índices financieros, sino también
las de economías externas, el impacto social, el ambiental y el urbanístico.
En el contexto de la política oficial de no aplicar fondos
estatales a obras de infraestructura, una posible solución accesible a un
inversor privado podría ser el mantenimiento de las actuales vías en
superficie, entre Caballito y Moreno, resolviendo la supresión de las barreras
mediante pasos a distinto nivel
Todo proyecto de envergadura merece el estudio de las
alternativas posibles considerando no solo cuestiones técnicas, costos e
índices, sino también el impacto social y el urbanístico |