Por Alejandro Arroyo Welbers. Con la llegada de un nuevo gobierno en la Argentina y las tensiones geopolíticas existentes hoy a nivel global, bien podemos afirmar que los planetas se alinean a favor de la Argentina y del Mercosur. Europa no sólo requiere de gas casi con desesperación, sino que también necesita colocar buena parte de sus manufacturas de origen industrial (MOI) que antes le vendía a Vladimir Putin en otros mercados. A su vez, la UE se esfuerza en reducir – visto lo sucedido con Rusia – su dependencia económica con China debido a la creciente influencia geopolítica del gigante asiático en casi todos los ámbitos. Estados Unidos presiona a sus empresas para que abandonen China y manufacturen en otros países, dando así lugar al concepto de “near shoring” y “friend shoring”, lo cual no significa más que reorientar la manufactura a lugares cercanos de los mercados objetivo, y a países amigos de los valores occidentales, léase países alineados con el país del norte. Las demandas cruzadas de no menos de 10 países del Asia-Pacífico sobre grupos de islas y atolones artificial e ilegalmente transformados en islas por parte de China, no hace más que transformar el Mar del Sur y Este de China en un mar de kerosene, para lo cual solo basta un fósforo... En fin, si a esto le adicionamos el factor Taiwán y la US Navy dando vueltas por la zona como si fueran las costas de la Florida, no hace falta ser un estratega global para avizorar potenciales conflictos de enorme impacto en las cadenas globales de valor. Japón, en este contexto, ya actúa preventivamente descentralizando su producción bajo el concepto americano de near-shoring y friend shoring en vistas a lo que avizoran podría ocurrir más temprano que tarde en términos de global supply chain. Canadá y Australia ya están discutiendo limitar la injerencia y dotaciones de inversión chinas en sus estructuras productivas, sobre todo aquellas relacionadas con los recursos naturales. El Reino Unido, a partir del Brexit, busca con anhelo acuerdos con bloques comerciales que puedan compensar su estrategia de haberse separado de la UE. Los planetas se están claramente alineando para darle a la Argentina y el Mercosur una oportunidad única para despegar y crecer sostenidamente desde la inversión y el sector externo de la economía. Para ello, nuestro país debe dejar de lado su caída libre de 40 años ininterrumpidos en términos de infraestructura logística y gestión de operaciones, para dar lugar a fuertes dotaciones de inversión para modernizar estratégica e inteligentemente su infraestructura aérea, los ferrocarriles, las terminales fluviales y vías navegables, su transporte marítimo costero y la industria naval asociada, la red vial para bitrenes y manufactura de los mismos, los pasos fronterizos y corredores bioceánicos, zonas económicas especiales con orientación exclusiva al sector externo, la exploración y explotación de hidrocarburos offshore con integración industrial y bases de operaciones en terminales de la Patagonia etc. Todo esto puede y debe hacerse con iniciativa privada. ¿Cómo podría instrumentarse? La demanda por infraestructura supera holgadamente la oferta existente (vetusta, antigua, ineficiente y mal gestionada), por lo cual y ordenando la macro, es muy factible que las corporaciones nacionales y extranjeras vean estas restricciones operativas como oportunidades de negocio para abastecer a buena parte del mundo. Por otro lado, se necesita la integración con Chile para acceder a su infraestructura y proyectarnos al Asia-Pacífico. Se deber ratificar de una buena vez el Mercosur-UE, Mercosur-Singapur, Mercosur-EFTA y fortalecer la alianza con Israel y, por último, promover todas estas iniciativas en el exterior. No es tan difícil. Basta de pedaleo.
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