Por Martín
Rodríguez Yebra - Javier Milei completó anoche el salto al poder más
extraordinario desde el regreso de la democracia. Arrasó en el balotaje
presidencial con 11,5 puntos de ventaja sobre Sergio Massa, al frente de un
partido antisistema que no existía dos años atrás y embanderado en la promesa
de una profunda reforma liberal para enfrentar la crisis que ahoga a la
Argentina.
El desenlace
asombroso del año electoral anticipa un efecto sísmico en el tablero político.
La coalición que sostendrá al futuro presidente es una obra en construcción:
una parte de Pro ya se involucró con empeño en el tramo final de la campaña y
hay múltiples conversaciones en curso para dotar de gobernabilidad a una fuerza
que parte de una abrumadora minoría en el Congreso.
“Hoy comienza la
reconstrucción de la Argentina”, dijo Milei a las 21.55, cuando el tablero del
escrutinio marcaba un inapelable 55,7% a 44,3% y Massa ya había admitido la
derrota sin atenuantes. La Libertad Avanza (LLA) se impuso en 21 distritos y a
punto estuvo de ganar incluso el bastión kirchnerista de Buenos Aires.
El presidente
electo leyó con tono mesurado un discurso de 14 minutos en el que le pidió al
Gobierno “que se haga cargo” de la gestión hasta el 10 de diciembre, les
agradeció a Mauricio Macri y a Patricia Bullrich por el apoyo que le brindaron
el último mes y prometió “cambios drásticos” en la economía.
Subió al escenario
sin compañía, después de que lo presentara su hermana Karina.
Milei, de 53 años,
economista de profesión y protagonista de un fulgurante ascenso desde los sets
de televisión a la primera línea de la política, preparó en soledad el mensaje
inaugural de la era que viene. “La situación de la Argentina es crítica. Los cambios
que nuestro país necesita son drásticos. No hay lugar para el gradualismo, para
la tibieza, para medias tintas. Si no avanzamos rápido con los cambios
estructurales nos dirigimos derecho a la peor crisis de nuestra historia”,
pronunció en un salón del Hotel Libertador, repleto de seguidores que gritaban
“¡libertad, libertad!”.
A quienes se oponen
a sus políticas les advirtió que no tolerará protestas violentas: “Dentro de la
ley, todo. Fuera de la ley, nada. Vamos a ser implacables con quienes quieran
usar la fuerza para mantener sus privilegios”.
Massa lo había
llamado dos horas antes para felicitarlo y empezar a coordinar el proceso de
transición de tres semanas en el que se edificará un nuevo gobierno sobre el
hielo frágil de los desequilibrios económicos que sellaron el fracaso del
frente peronista. “Desde mañana, la tarea de dar certezas, de transmitir
garantías sobre el funcionamiento político, social y económico de la Argentina
es responsabilidad del presidente electo”, pronunció el ministro-candidato al
comparecer en el búnker oficialista de Chacarita.
Milei se zafó del
anzuelo: “Al Gobierno le digo que se hagan cargo de su responsabilidad para
llegar al final del mandato, que es el 10 del 12”. Tenía ya en agenda una
reunión para hoy a la tarde con Alberto Fernández, que se comunicó con él por
teléfono.
Sin abundar en
anuncios, Milei dijo que “serán bienvenidos todos los argentinos y a todos los
dirigentes que quieran sumarse a la nueva Argentina”. No les dedicó ni una
línea a los 11,5 millones de ciudadanos que no lo votaron. Puntualizó que su
administración tendrá “tres premisas muy simples: un gobierno limitado que
cumple a rajatabla con los compromisos que ha tomado, respeto a la propiedad
privada y comercio libre”.
Un rato después se
asomó a un escenario frente a la avenida Córdoba escoltado por su compañera de
fórmula, Victoria Villarruel, y su pareja, la imitadora Fátima Florez. El tono
era otro, nostálgico de la campaña, a grito pelado. Saludó a los militantes que
se agolparon con banderas, motosierras de utilería y máscaras de león. Sin
libreto escrito, denunció ahí la herencia económica del cuarto kirchnerismo:
“Nos están dejando una economía destruida; estamos en camino a una
hiperinflación”.
La construcción
de un triunfo
En los dos
discursos Milei fue pródigo en agradecimientos a Bullrich y Macri. El
espaldarazo que le dieron después de la primera vuelta –a costa de fracturar
acaso para siempre Juntos por el Cambio– dio frutos innegables: el libertario
incorporó más de seis millones de votos respecto de octubre, en un traslado
casi en bloque del caudal opositor.
Córdoba volvió a
ser la capital del antikirchnerismo, con casi 75% de los votos volcados hacia
Milei. Mendoza terminó 71/29. Santa Fe, 63/37. La Patagonia y el norte
careciente también acompañaron la vuelta de página hacia lo nuevo.
La paliza tomó por
sorpresa a Unión por la Patria. Las perspectivas de una derrota se habían
cristalizado a lo largo de la última semana, en la que Massa –al cabo sin
suerte– bombardeó a la ciudadanía con una inyección de miedo a las ideas
extremas y bizarras que su rival defendió a lo largo de su vida pública. Pero
la diferencia de dos dígitos demolió el ánimo de la primera línea del massismo.
“Hoy termina una
etapa en mi vida política. Siempre van a contar conmigo defendiendo los valores
del trabajo, la educación pública, la industria nacional y el federalismo”,
anunció el candidato-ministro a las 20.10, antes de que se difundieran los
datos del escrutinio. Dar la primicia fue un consuelo efímero en un ambiente
sepulcral. A su lado estaban Máximo Kirchner; el gobernador bonaerense, Axel
Kicillof; Wado de Pedro; Andrés Larroque; Cecilia Moreau; Juan Manuel Olmos;
el sindicalista
Héctor Daer, y otros popes del oficialismo.
Massa analiza
tomarse licencia del Ministerio de Economía. Una ola de rumores agitó el
anochecer del domingo. Definirá en las próximas horas si sigue en la gestión y
cómo. Por el momento delegó la transición económica en el presidente del Banco
Central, Miguel Pesce, y el secretario de Hacienda, Raúl Rigo. El mercado
aguarda en alerta máxima.
Cristina Kirchner
permaneció en Santa Cruz, donde votó y se escudó en el silencio. Se prepara
para recuperar el papel de líder opositora, jefa aún el sector más numeroso de
los diputados y senadores que poblaron las listas de Massa. Esta semana se irá
a Italia, donde espera ser recibida por el papa Francisco y dar una charla
pública sobre el estado de la democracia en el mundo.
El peronismo se
abre a una reconfiguración después del fracaso de Fernández, otro ausente
clamoroso en la noche electoral. Retiene la primera minoría en las dos cámaras
del Congreso y al menos 8 gobernadores con los que Milei tendrá que
convivir en su
aventura en el poder.
El kirchnerismo
sintió el impacto del decepcionante conteo en la provincia de Buenos Aires,
donde Massa se impuso apenas por un punto y medio. Necesitaba –según los
cálculos previos– una ventaja de 15 puntos para sostener su sueño. El aparato
peronista se activó en la tercera sección electoral, el sur del conurbano, pero
no alcanzó para compensar los flojos resultados en el resto del territorio.
Milei ganó en 108 de los 135 partidos bonaerenses. Los otros gobernadores que
pudieron ofrendar una victoria a Massa fueron Gerardo Zamora (Santiago del
Estero) y Gildo Insfrán (Formosa).
Alta
participación y sin turismo
La ilusión de un
balotaje voto a voto se fue diluyendo desde las primeras horas de la mañana. El
operativo de fiscalización conjunto entre LLA y el Pro consiguió cubrir el
universo de mesas electorales.
El fantasma de un
“fraude descomunal” que instalaron los libertarios se diluyó en un mar de
anécdotas triviales, a medida que empezaron a circular encuestas en boca de
urna con números de una amplitud llamativa para Milei.
La alta
participación que se constató desde temprano era un augurio alentador para el
retador. Al final del día votó casi la misma cantidad de gente que en la
primera vuelta (76,3%), el voto en blanco/nulo se mantuvo en el 3% y el efecto
turístico del feriado del Día de la Tradición –que el Gobierno se negó a mover–
se comprobó intrascendente.
El hotel Libertador
explotaba de euforia desde que cayó el sol. Con los datos puestos, también se
juntó una multitud en los alrededores del Obelisco. Macri y Bullrich se
acercaron a saludar a Milei después del discurso inaugural. Se abrazaron como
si hubieran compartido juntos la lucha de una vida entera. Los dos serán parte
central de lo que viene, con injerencia en el armado del Gabinete.
El Pro tendrá
también un rol clave en la construcción de gobernabilidad. Milei cuenta apenas
con 38 de 257 diputados nacionales y 7 de 72 senadores. Ninguno de los
gobernadores le responde directamente. La negociación permanente será la marca
inevitable del tiempo nuevo.
Antes de hablarle
al país, Milei recibió felicitaciones públicas de Donald Trump y Jair
Bolsonaro, dos referentes de la ultraderecha internacional a los que el nuevo
presidente admira. Los gobernantes de la región también se expresaron sobre el
resultado, incluido el brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, que evitó mencionar
al ganador. El gobierno de Estados Unidos le dio la bienvenida con un mensaje
del secretario de Estado, Antony Blinken. El impacto del triunfo quedó
reflejado en las portadas de los medios más importantes del mundo.
Milei se despidió
de sus fieles con un guiño místico tan repetido en la campaña: “Les dije que la
victoria en la batalla no venía de la cantidad de soldados, sino de las fuerzas
que vienen del cielo”. Hizo una pausa y gritó tres veces: “¡¡¡Viva la Libertad,
carajo!!!”. Fue la señal de largada de una nueva era, a la que el musicalizador
del salón decidió sumarle a todo volumen un rocanrol con ecos de principios de
siglo: “Se viene el estallido”.
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