Sergio Massa y
Javier Milei se trenzaron anoche en un durísimo debate presidencial previo al
balotaje, dominado por acusaciones altisonantes, chicanas y muy pocas
propuestas concretas para enfrentar los problemas de la Argentina. En esa
dinámica, Massa logró imponer su agenda y puso a Milei a la defensiva, al
retarlo a explicar muchas de las ideas polémicas que ha expresado a lo largo de
los últimos años.
El candidato de La
Libertad Avanza no logró llevar al ministro de Economía al terreno de la crisis
inflacionaria que afecta al país ni lo incomodó con su alianza con el
kirchnerismo, ni con los recientes escándalos de corrupción y espionaje ilegal
que involucran al oficialismo. Señaló a Massa como “el rey de la casta” y lo
acusó de “mentiroso”.
El ministro apeló
como muletilla al juego de pedirle a Milei que respondiera “por sí o por no”
sobre temas que el Gobierno ha usado para inyectar miedo a un triunfo de los
libertarios. A Milei se lo notó incómodo en las respuestas.
Durante dos horas,
en la Facultad de Derecho de la UBA, los candidatos expusieron sus diferencias
sobre política exterior, empleo, economía, educación y derechos humanos.
En un debate
crucial, que estuvo marcado por tensos intercambios y acusaciones, Sergio Massa
y Javier Milei se enredaron anoche en una discusión que desplazó a un segundo
plano las propuestas de los candidatos presidenciales que competirán el domingo
próximo en un balotaje que se proyecta hasta ahora imprevisible.
El debate tuvo
picos de tensión, como cuando el ministro de Economía insinuó que su rival
tiene desequilibrios mentales y recordó cuando fue rechazado de joven en una
entrevista laboral para incorporarse al Banco Central. Massa apostó a una
estrategia que le dio sus frutos al reclamarle a Milei respuestas monosilábicas
sobre algunas definiciones contradictorias expresadas durante la campaña
electoral. Por momentos se pareció a un cuestionario casi periodístico. Lo puso
contra las cuerdas con las eventuales subas de las tarifas, la privatización de
los fondos jubilatorios y hasta con la gratuidad de la educación. También con
la dolarización, la propuesta estrella del libertario. Más profesional, el
ministro candidato lució más preparado y con una hoja de ruta en la cual se
mantuvo a rajatabla. No se salió del libreto ni siquiera cuando fue acusado de
“chorro” o de “rey de la casta”.
Milei, más
improvisado y desordenado que su rival, recuperó apenas un poco de terreno
cuando hizo alguna referencia ligera a la corrupción o cuando lo emparentó a
Massa con la “casta política” a la que él promete desterrar. Apeló pocas veces
a la realidad para rebatir argumentos. Habló de la caída salarial, pero no hizo
hincapié en la inflación de tres dígitos, tampoco en la pobreza o en la
inestabilidad cambiaria, que le hubiera dado pie para explicar su receta para
dolarizar la economía doméstica. También omitió extrañamente alguna mención al
escándalo de espionaje ilegal a jueces que involucra al kirchnerismo. Sudado, a
veces nervioso, Milei apeló a los tecnicismos y a la intuición como recursos de
defensa. Le sirvió apenas para hacer pie en el ring, donde siempre su rival
impuso su estrategia y fue más claro.
“No te agredí, no
mientas. Solamente expreso con pasión la indignación que genera un gobierno que
nos viene jodiendo la vida a todos. Si estuviéramos como la convertibilidad,
tendríamos un ingreso promedio de 1800 dólares y no esta miseria que tenemos hoy.
Voy a eliminar el Banco Central porque es lo que genera la inflación. Y los
subsidios, ya te lo expliqué, dije que no los voy a tocar”, reafirmó Milei tras
el aprieto en el que lo había puesto Massa.
Recién en la
segunda mitad Milei igualó el nivel de debate o al menos no se dejó acorralar
tan fácil como en el comienzo, aunque casi siempre cayó en las trampas que le
tendía su rival, que invitó a la audiencia en más de una oportunidad a recurrir
a Google para comprobar que el economista había caído en contradicciones.
Tal vez como uno de
sus logros de una noche decisiva para captar el voto de los indecisos, Milei
pudo moderar su vehemencia. Tuvo un exabrupto al comienzo, aunque luego pareció
controlar sus emociones y carácter. Calificó varias veces a Massa “de mentiroso”,
pero no logró comprometerlo nunca por la situación económica o por ser parte de
un gobierno en el que sus principales socios son Alberto Fernández y Cristina
Kirchner. En ningún momento se mostró como el vehículo para desbancar al
kirchnerismo del poder. Es decir, no tomó como propio el eslogan de campaña de
sus nuevos aliados de Juntos por el Cambio.
“No es entre Macri
y Cristina, es entre vos o yo”, lo desafió Massa en más de una oportunidad. Fue
el ministro de Economía incluso el que chicaneó a Milei por su nueva alianza
con el expresidente y un sector de Pro. Hábil, el ministro de Economía intentó
arrastrarlo al terreno de las propuestas, sobre todo de aquellas que prometió
el libertario y que causaron alguna polémica, como la eliminación de la
indemnización o terminar con el beneficio de las vacaciones pagas. “No voy a
avanzar con los derechos adquiridos”, tuvo que mediar Milei para explicar su
plan para reformar la legislación laboral. Massa prometió crear dos millones de
nuevos puestos de trabajo y reducir la carga impositiva para las pymes y las
economías regionales. |