Lunes 13 - Massa le
prometió a la UIA resolver en 90 días la crítica importación de insumos, pero
es altamente improbable que el próximo gobierno pueda hacerlo
Por Pablo Wende -
La semana financiera culminó con fuertes operativos en el microcentro,
prácticamente paralizando la operatoria del dólar libre, tras la suba de 60
pesos que había mostrado la cotización el jueves. La foto fue idéntica a la de
la previa a las elecciones. Y todo indica que en los próximos cinco días
hábiles el volumen de transacciones en el mercado informal se mantendrá en
niveles mínimos.
En un contexto de
gran incertidumbre política y económica, el Gobierno vuelve a apelar a la
represión financiero para mantener los distintos tipos de cambio bajo control.
En todo caso, la idea es esperar al resultado de las elecciones y una vez
despejada la incógnita de quién será el próximo presidente encarar una solución
para el complejo escenario cambiario que enfrenta la Argentina.
Más allá de las
especulaciones electorales y la razonable búsqueda de cobertura a la espera del
resultado del próximo domingo, la situación cambiaria se va complicando cada
dïa que pasa. Lo más acuciante ahora es la escasez de divisas para las
empresas, que son autorizadas solo a cuentagotas a importar insumos. La mayoría
obtiene la autorización a través de la aprobación de las SIRA, pero luego les
resulta imposible que el Central les venda los dólares.
En su encuentro con
la Unión Industrial Argentina (UIA) hace diez días, Sergio Massa se
comprometió a normalizar la operatoria en un máximo de noventa días. Sin
embargo, nada indica que esto pueda ser posible, al menos en las condiciones
actuales.
El stock de deuda
con los importadores supera ya los USD 50.000
millones. Esto
obliga a las empresas a utilizar dólares propios para importar, pedirle un
financiamiento a sus casas matrices para hacerlo, o simplemente quedar en deuda
con sus proveedores.
La deuda comercial
se apila más rápido que los contenedores EFE/Demian Alday Estévez
El Gobierno sumó
así una nueva y dramática dimensión a la categoría de defaulteador serial que
tiene la Argentina. No solo ahora el problema pasa por cumplir con la deuda en
manos de bonistas, sino que el incumplimiento de pagos ahora afecta a toda la
actividad comercial.
No hay un solo
indicio que permita pensar que la situación de extremo stress que sufren las
empresas que precisan insumos importados vaya a aliviarse en los próximos
meses. Al contrario, la situación podría agravarse, a partir de una cosecha de
trigo floja y fuertes vencimientos de deuda en enero, que pondrán más presión
sobre las reservas
Los problemas para
conseguir dólares también provocan inconvenientes en las fábricas para llevar
adelante la producción. Por eso motivo la economía está cada vez más cerca de
la recesión. Aunque todavía las cifras oficiales del INDEC muestran meses que pasan
de leves caídas a tenues recuperaciones, los problemas de oferta tendrán un
impacto negativo en la actividad económica.
Sin divisas y
sin certezas
Esta falta total de
certeza de acceso a divisas también llevó a un extremo los temores a un posible
desabastecimiento. La consecuencia es que las empresas optan por fuertes
remarcaciones, ya que no saben si contarán o no con la posibilidad de reponer
el producto. Estos ajustes fuertes de precios también ocurren por las
expectativas de devaluación futura, es decir el peligro de que se encarezca el
tipo de cambio para compras del exterior.
En parte, esto ya
sucede porque las importaciones pagan en teoría el tipo de cambio oficial más
el impuesto PAIS, que en el caso de bienes eleva el costo del dólar en realidad
de $350 a unos $376, mientras que en el caso de servicios el costo ya es aproximadamente
de $500 por dólar.
Es probable que, de
ganar, Milei busque acelerar el sinceramiento cambiario (AP Foto/Natacha
Pisarenko)
Una de las grandes
incógnitas sobre lo que se viene después del 19 de noviembre es hasta qué punto
habrá un sinceramiento del tipo de cambio oficial. La perspectiva es que si
gana Massa el proceso sería mucho más lento, postergando la solución de fondo a
bien entrado el 2024. En cambio, si el nuevo presidente resultara
ser Javier Milei, cabe esperar que este proceso se dé mucho más rápido. En
parte por las reacción del propio mercado, pero es esperable que el propio
libertario busque apurar un sinceramiento, especialmente antes de asumir la
presidente.
Pensar que la
próxima cosecha de soja traerá un alivio casi mágico sobre la economía
argentina es ignorar lo sucedido en los últimos años. Aún habiéndose registrado
picos de exportaciones, la actividad continuó estancada y no crece desde 2011.
El cepo cambiario y la falta de acceso a los mercados financieros provocan que
el superávit comercial difícilmente se refleje en un aumento de las reservas
La dificultad para
acceder a divisas que aqueja a todos los sectores de la economía no se
arreglará de la noche a la mañana y mucho menos por la culminación del proceso
electoral, dentro de una semana.
Sin cosecha
salvadora
La cosecha fina,
que debería traer un primer alivio, viene peor de lo esperado y apenas será un
10% mayor a la del año pasado. Por lo tanto, es realmente escasa la oferta de
divisas que aportará la exportación de trigo, que sigue sufriendo las
consecuencias de una sequía que golpeó duro este año y que recién ahora comenzó
a revertirse.
Un informe de
Ecolatina advirtió que “la cosecha fina vendría peor de lo esperado
inicialmente, lo cual reduce la oferta de divisas para fines de 2023 y
principios de 2024. La estimación de la Bolsa de Comercio de Rosario se ajustó
a 13,5 millones de toneladas, apenas por encima de los paupérrimos resultados
del ciclo pasado (11,5 millones) y marcando el segundo peor registro en ocho
años”.
Las proyecciones
vinculadas a la soja son bastante más promisorias, pero tampoco solucionarán
ninguno de los problemas de fondo que arrastra la Argentina. Ya en el pasado
hubo años de superávit comercial superior incluso a los USD 15.000 millones y
la economía siguió estancada.
Además el excedente
de dólares que pueda obtenerse por el balance comercial se pierde rápidamente
si no hay un programa integral. Las empresas seguirán demandado divisas al
Central para pagar deuda emitida en el exterior, también lo seguirán haciendo
las provincias y el propio Estado nacional tiene compromisos crecientes en
2024, que luego crecen a más del doble en 2025. De pagos por USD 4.000 millones
el año próximo, en el siguiente la cifra crece hasta los USD 9.500 millones.
La cosecha de trigo
no asoma tan buena como se esperaba; repuntaría de 11,5 a apenas 13,5 millones
de toneladas EFE/Sandor Ujvari
Si el Gobierno que
asumirá el 10 de diciembre no logra un rápido acceso a los mercados, será
imposible evitar una nueva reestructuración de la deuda. Pero también será muy
difícil avanzar en la unificación cambiaria.
Ya sea Milei o
Massa, el futuro Presidente deberá enfrentar un arranque de mandato durísimo.
Para los meses de verano se esperan picos muy altos de inflación (se extrañarán
estos niveles de 12% mensual), presión cambiaria y caída de salarios. Eso
obligará a explicitar muy rápido un programa de estabilización para evitar un
Rodrigazo y el peligro de una hiper
Ni hablar de la
millonaria deuda acumulada con los importadores, ante las trabas para girar
dólares al exterior. Difícilmente el Estado pueda solucionar el problema; lo
postergará casi indefinidamente hasta que se habilite el acceso sin trabas al
mercado cambiario.
Promesa diferida
La salida del cepo
es por ahora una promesa sin fecha cierta. Massa dijo que piensa hacerlo “a
fines de 2024 cuando hayamos acumulado reservas”. Inmediatamente surgen los
cuestionamientos: ¿cuál sería un stock de reservas adecuado para unificar el
tipo de cambio? ¿Y qué pasa si dentro de un año no se cumplió el objetivo que
está planificado?
Por lo pronto, el
Gobierno se había comprometido con el FMI a acumular reservas por USD 8.000
millones hasta fin de año. No estuvo ni cerca. En realidad, el stock sigue
barranca abajo y está a punto de perforar los USD 20.000 millones. Aún queda
algo de reservas líquidas, pero cada día menos.
Pese a la
sugerencia de algunas consultoras económicas, parece difícil que con este
cuadro de situación el FMI esté dispuesto a otorgar una suerte de
“financiamiento extraordinario” para que el nuevo gobierno pueda arrancar un
poco más desahogado. Y si lo hace pedirá un programa mucho más integral que el
acordado con el kirchnerismo en los últimos cuatro años, que básicamente
consistió en refinanciar vencimientos, sin mayor exigencia de orden fiscal, ni
monetario.
La megaemisión
monetaria que sucederá entre este mes y el próximo para pagar el gasto
electoralista agregará todavía más tensión en el arranque de la nueva gestión.
Habrá más presión cambiaria y seguramente un nuevo pico inflacionario, por
encima del nivel de 12% a 12,5% de los últimos meses. El verano está cada vez
más cerca y pinta muy pero muy caliente.
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