Por Carlos Pagni - Si algo quedó muy claro en las últimas 48
horas es que el principal obstáculo con el que se encuentra el presidente
Alberto Fernández para alcanzar sus objetivos se llama Cristina Kirchner.
Con apenas dos movimientos, ella malogró las últimas
iniciativas que había encarado el Presidente en el trabajoso intento por
acercarse a un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional.
La Casa Rosada había previsto todos los detalles para
presentar como un avance significativo la reunión del canciller Santiago
Cafiero con el secretario de Estado de los Estados Unidos, Antony Blinken. A
las 5:47 PM Cafiero se ufanó vía Twitter del resultado de ese encuentro. A las
6:30 PM el mensaje quedaría opacado por un tuit tosco y socarrón, en el que la
vicepresidenta comparó la pandemia del Covid con la “pandemia macrista”. El
mensaje incluía, como siempre, la acusación al Fondo de haber prestado dinero a
Mauricio Macri para “salvarle el gobierno y ayudarlo a ganar las elecciones”.
Blinken daría su versión de la reunión por la misma red social a las 7:30 PM.
En la Argentina, ya era tarde.
El otro objetivo de Fernández, el mismo martes, era exhibir
algún grado de consenso con la oposición para exhibir delante del Fondo. A ese
fin servía la reunión que se iba a realizar con legisladores y gobernadores de
Juntos por el Cambio. El gestor más comprometido con ese encuentro fue Gerardo
Morales, presidente del radicalismo, gobernador de Jujuy y aliado permanente de
Sergio Massa.
Mientras Morales trabajaba con el celo de un oficialista,
llegaban a Jujuy el ministro del Interior, Eduardo “Wado” de Pedro, y la
ministra de Mujeres, Género y Diversidad, Elizabeth Gómez Alcorta, para visitar
a Milagro Sala. El encuentro con la líder social presa se realizó, según los
dos ministros, “para reconstruir una Justicia que no persiga opositores”. De
Pedro vinculó de manera explícita la situación de Sala con las maniobras contra
el sindicalista Juan Pablo “Pata” Medina, registradas en un video realizado por
la AFI durante la gestión de Macri. Si se tiene en cuenta el estrechísimo
vínculo de De Pedro con la vicepresidenta, es inimaginable que ella no
estuviera al tanto de ese viaje. Más: cabe pensar que se realizó por orden de
ella.
Hay una paradoja en esta saga jujeña. El mismo Wado de Pedro
que viajó a denunciar a Morales, fue quien más fondos transfirió a esa
provincia opositora, a modo de Aportes del Tesoro Nacional, durante la campaña
electoral. Algunos dirigentes radicales lo atribuyen a la amistad que ambos
comparten con Facundo Manes. Otros a la proximidad del consultor Gastón Douek,
socio de Guillermo Seita, con el ministro y con el neurólogo. Seita, asesor de
Horacio Rodríguez Larreta, de Juan Schiaretti y de Omar Perotti, desde hace
algunas semanas fanfarronea delante de algunos empresarios: “Ya tengo en mi
lista a otro candidato a Presidente”. Habla de De Pedro. Especulaciones
prematuras, como la que asocia en una alianza novedosa, para 2023, al
Presidente con Axel Kicillof.
Más allá de estas nimiedades, la señora de Kirchner,
agazapada, siembra de inconvenientes el camino de Fernández. Al afirmar que el
préstamo del FMI sólo pretendió ofrecer a Macri un auxilio electoral, está
acusando al principal inspirador de esa operación: David Lipton, actual asesor
de la secretaria del Tesoro, Janet Yellen, en la negociación con la Argentina.
El argumento de la vicepresidenta no es novedoso. Cuestiona la legitimidad de
la deuda en términos políticos, igual que su esposo, cuando en 2005 discutía un
programa con el Fondo alegando que el organismo debía hacerse cargo de haber
tolerado la convertibilidad.
El comunicado que emitió la Secretaría de Estado, igual que
Blinken desde su cuenta de Twitter, fue bastante claro. Felicitó a la Argentina
por presidir la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, celebrando compartir el
esfuerzo en esa materia, en la región y fuera de ella. Se ahorró, por supuesto,
felicitar a Fernández por presidir la Celac. Además, en referencia a las
tratativas con el Fondo, alentó al país a tener una política económica que
recupere el crecimiento. En una lectura simple, es la frase convencional que emiten
los gobiernos en similares circunstancias. O los funcionarios norteamericanos,
en ocasiones anteriores. ¿Se puede desear algo distinto? Una lectura más
detallada, que acaso sobreinterpreta el mensaje, haría notar que Blinken no
adhiere a la tesis oficial, según la cual la Argentina ya está creciendo y hay
que evitar programas que obturen esa reanimación. El tercer concepto: una
condena a la presencia del iraní Mohsen Rezai en la reasunción de Daniel Ortega
en Nicaragua.
El Gobierno dejó trascender su algarabía por haber
conquistado el aval político para el acuerdo con el Fondo. Ahora quedarían sólo
los pormenores técnicos. Esa presentación entraña un error delicado. Lo que
requiere respaldo político es el entendimiento técnico. Si todavía no se alcanzó,
las declaraciones son gestos de cortesía. Por otra parte, ese visto bueno
político corresponde, en el caso de los Estados Unidos, a la Secretaría del
Tesoro. No al Departamento de Estado. Y la Secretaría del Tesoro, donde trabaja
el vilipendiado Lipton, está blindada.
La calidad profesional del programa es la clave del
problema. Quedó claro en el documento de análisis que hizo el Fondo sobre las
El Gobierno dejó trascender su algarabía por haber
conquistado el aval político para el acuerdo con el Fondo
dificultades que enfrentó el programa adoptado por Macri:
fue una evaluación científica del plan. No “geopolítica”, como le gusta decir a
Martín Guzmán. Hay otro factor, bastante obvio, para entender esas prioridades.
Los economistas del FMI no quieren quedar envueltos en otro fracaso argentino.
A la cabeza de todos está el nuevo director del Hemisferio Occidental, Ilan
Goldfajn. Este brasileño, ex presidente del Banco Central de su país, que dejó
la presidencia de Credit Suisse para radicarse en Washington, no va a arriesgar
su prestigio para quedar envuelto en las lamentables consecuencias que podrían
derivar de un “Plan Sarasa”.
La negociación con el Fondo todavía no avanzó en un programa
preciso. El único plan conocido, que fue el presupuesto del año 2021, fracasó
en sus variables principales. ¿Sabe Alberto Fernández que su ministro, al menos
hasta ahora, lo está conduciendo a un callejón sin salida? Esta pregunta se la
hacen hoy observadores muy cercanos al Fondo.
Guzmán habla hoy mucho más a menudo con Cristina Kirchner
que con el Presidente. No se sabe si ha sido él quien la convenció de que se
podría llegar a un entendimiento por el cual el Fondo estira los plazos de los
vencimientos argentinos, sin declarar el default. Otros atribuyen esa tesis a
Sergio Massa, quien suele ilusionar a Cristina y Máximo Kirchner con los
espejos de colores de su diplomacia paralela.
La afinidad entre la vicepresidenta y Guzmán vuelve mucho
más significativo el agresivo tuit del martes. La coordinación entre ambos
quedó demostrada en que lo que la señora de Kirchner tarareó sobre la deuda
contraída por Macri, Guzmán intentó ponerlo en un pentagrama. El Palacio de
Hacienda, como analizó en la nacion Pablo Fernández Blanco, emitió anteayer un
largo hilo de mensajes en su cuenta de Twitter, para desmentir su propio nivel
de endeudamiento. En esas declaraciones aparece una comunicación que pasará a
la historia del curanderismo económico: el Ministerio de Economía tilda de
falso un informe sobre deuda del propio Ministerio de Economía (https://
twitter.com/Economia_Ar/status/1483566168623312898). Para simplificar: Guzmán
denuncia que Guzmán miente. Eso sí que es autocrítica.
No hay señal alguna de que Blinken haya prometido alguna
gestión en el Fondo. Si lo hizo, cobró al contado. Apenas salió de su despacho,
Cafiero se plegó a una acción conjunta con los Estados Unidos para reclamar, en
el marco de la OEA, que los países de la región no reciban a iraníes acusados
por el crimen de la AMIA. La OEA es una institución que no despierta la
simpatía kirchnerista. Allí están el antibolivariano Luis Almagro y su mano
derecha, el argentino Gustavo Cinosi, detestado por Cristina Kirchner, pero
casi un jefe para Juan Manzur. Por esa razón, cabe esperar ahora que Alberto
Fernández realice el mismo reclamo en un ámbito mucho más acogedor: la Celac,
que él preside. El pedido de Blinken y Cafiero interpela al que, tal vez, sea
el Estado con mayor relación con Irán, sobre todo en el terreno militar: la
Bolivia del entrañable Evo Morales.
Blinken estaba en medio de una urgencia cuando recibió a
Cafiero.
Debía partir de inmediato hacia Kiev, para dar respaldo
explícito al gobierno de Ucrania frente a un hipotético ataque ruso. La crisis
que está tomando volumen en esa región del mundo hace que el viaje que
realizará Fernández a Moscú se vuelva, con las horas, cada vez más denso. Es un
viaje inconveniente. No solo porque desaira a los Estados Unidos en el momento
en que se está reclamando su ayuda ante el Fondo. También irrita a China, que
es el destino final de esa travesía del Presidente. Si algo detestan los chinos
es que se los visite al mismo tiempo que un competidor. Y Rusia es un
competidor en los negocios que ofrece la Argentina. Tal vez el Presidente y su
canciller no lo saben. Pero lo sabía muy bien Julio De Vido, el canciller real
de Kirchner ante esas naciones: él aprendió bien temprano que, para que las
cosas anduvieran bien, había que hacer viajes separados.
Otro error de concepto consiste en suponer que Rusia y
China, por sus rivalidades con los Estados Unidos, apoyarán incumplimientos
argentinos. Una prueba: el 8 de diciembre pasado se realizó en la Cancillería
una reunión con inversores rusos, procedentes de la banca, la minería y los
hidrocarburos. Cecilia Nicolini, eterna mártir de esa compleja relación
bilateral, escuchó allí un mensaje contundente: “Si no se normaliza la economía
y se liberan los flujos de capitales, nosotros no podemos destinar una sola
moneda a la Argentina”. Dicho de otro modo: Rusia pide un plan coherente y
creíble, como el Tesoro norteamericano, como el Fondo.
Los chinos han ido un paso más allá. Suspendieron cualquier
financiamiento hasta que la Argentina retome un programa con el FMI. China es,
después de los Estados Unidos y Japón, el tercer accionista de ese organismo.
La visita del Presidente a ese país es parte de una
controversia dentro del oficialismo. Cristina Kirchner, Jorge Taiana y el
embajador Sabino Vaca Narvaja, apuestan a que la gira se corone con la adhesión
del país a la Nueva Ruta de la Seda (un programa de inversiones también llamado
“Una Franja, una Ruta”). Gustavo Beliz y el embajador en Washington, Jorge
Argüello, tienen convencido hasta ahora a Fernández de que es mejor no firmar.
No quieren entorpecer la relación con el gobierno de Joe Biden. Esgrimen una
coartada: el año que viene Lula da Silva podría convertirse en presidente de
Brasil, y la relación con China se encauzaría a escala regional. Un argumento
equivalente se utiliza para la adopción de tecnología 5G.
En la agenda con Pekín sigue siendo determinante la
construcción de las represas santacruceñas. Este viaje presidencial podría
descongelar el financiamiento. El otro negocio que aparecerá en las
conversaciones es la compra de alguna central nuclear china. Es una prioridad
personal de Xi Jinping. Aquí la dificultad es novedosa. No solo hay un
previsible y discretísimo veto estadounidense. Tampoco se entusiasma con esta
opción la ultrakirchnerista Asociación de Trabajadores del Estado (ATE), que
prefiere insistir con la tecnología tradicional, canadiense, que consume más
componentes de la industria nacional. Otra prueba de que para el oficialismo la
contradicción no tiene secretos.ß
La afinidad entre la vicepresidenta y Guzmán vuelve mucho
más significativo el agresivo tuit del martes.
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