Domingo 16 - Por Martín Boerr - En los últimos días se
conocieron datos del déficit fiscal de la Argentina. Y más de uno se quedó
sorprendido al comprobar que los números hablan de un rojo que está mucho más
controlado de lo que se pensaba.
Sobre
todo, teniendo en cuenta que hace unos meses, en un intento por revertir el
resultado desfavorable de las PASO, el Gobierno puso en marcha el plan
“platita” con reparto de bonos, aumento de asignaciones, más subsidios y otras
medidas.
Finalmente,
se estima que 2021 cerró con un déficit fiscal primario (gastos menos recursos)
equivalente a alrededor de 3% o 3,5% del PBI, según anticipó el ministro de
Economía, Martín Guzmán. Mucho menos que el 4,5% que muchos estimaban.
¿Hubo
un recorte de gastos superfluos? ¿Bajaron los sueldos estatales? ¿Se redujeron
los subsidios y subieron las tarifas? ¿Se tomaron algunas decisiones que la
clase política viene postergando hace años?
Nada
de eso. Lo que pasó fue que el dinero que el Gobierno inyectó en los bolsillos
de millones de argentinos perdió su valor rápidamente por efecto de una
inflación que, según el dato difundido por el Indec, fue en 2021 de 50,9% y que
ya está lanzada a una velocidad que superará ese nivel en 2022, según las
proyecciones.
El
Gobierno no recortará nominalmente jubilaciones, sueldos de empleados estatales
o planes sociales. Pero los pesos que paga por esas prestaciones pierden su
valor real rápidamente, generando un ahorro que le permite mantener las cuentas
más o menos bajo control.
En
otras palabras, la inflación se transformó en la principal variable del ajuste
fiscal del Gobierno. El arma “secreta” que le permite ajustar evitando costos
políticos mayores.
Esa
inflación que ya venía entre las más altas del mundo, solo superada por
Venezuela y unos pocos países más, subió de categoría en los últimos tres años,
como un terremoto que pasa de 4 a 6 en la escala Ritcher.
Veamos.
En 2018 fue de 47,6%; en 2019 subió a 53,8%; en 2020 bajó a 36,1% y en 2021 se
aceleró nuevamente para cerrar en 50,9%. Para 2022 se estima una inflación de
54,8% según los datos del Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM), un
sondeo que hace el Banco Central entre consultoras y universidades.
Según
advirtió el economista Carlos Melconian el Gobierno se hizo “socio” de la
inflación, a la que ya no ve como enemiga, sino como aliada. “Si la inflación
baja, el Gobierno está en problemas”, señaló en un reportaje en el canal de
televisión LN quien es la ficha estelar de la Fundación Mediterránea, que lo
puso al frente del instituto Ieral para preparar un plan y ofrecerlo a “quien
venga” a gobernar en 2023.
El
mecanismo del ajuste es muy sencillo y Melconian lo explicó con claridad. “El
Gobierno le da al sector público (empleados estatales), o a los subsidios, un
aumento que es siempre inferior a la inflación, y con eso va ajustando. También
aprovecha para recaudar más, porque al subir los precios, los impuestos que se
pagan nominalmente suben”, señaló.
La
recaudación de la AFIP en 2021 ascendió a $11 billones, con un incremento de
66%, muy por encima de las subas otorgadas a jubilados, empleados estatales o
perceptores de la Asignación Universal por Hijo (AUH).
De
esta forma, el Gobierno capitaliza con una recaudación récord de impuestos un
año de inflación alta y de un rebote económico que sería del orden del 10% del
PBI.
Menor gasto, con plan
“platita”
Según
un estudio elaborado por el Instituto Argentino de Análisis Fiscal (Iaraf), el
gasto público primario bajó casi 7% en 2021 con respecto a 2017 y a valores
constantes, aun cuando se vio a un Gobierno repartiendo dinero aparentemente
sin control con el plan “platita”. Y en los números finales, en términos reales
el Gobierno terminó gastando en 2021 bastante menos que en el mejor año del
gobierno de Mauricio Macri, que fue el de mayor nivel de gasto público, según
una comparación incluida en el informe, que consideró los períodos de enero a
noviembre desde 2017 a 2021. Para la comparación se tradujeron los montos a
pesos constantes, es decir, eliminando el efecto de la inflación.
El
equipo del IARAF, liderado por Nadin Argañaraz señaló que 2017 fue el año de
mayor nivel de gasto público real de los últimos tiempos. Ese año hubo un gasto
primario de $10,48 billones, mientras que en 2021 bajó 6,7%, a $9,79 billones.
Pero,
¿no era que el Gobierno de Alberto Fernández gastó mucho dinero? Para todos los
economistas consultados, eso es la ilusión monetaria que provoca la inflación.
“La
primera conclusión relevante del análisis es que el gasto público primario nacional
resultó un 6,7% inferior al del período enero-noviembre de 2017. Todas las
variables
están
medidas en pesos de noviembre de 2021, por lo que todas las variaciones son
reales o en moneda constante”, detalla el trabajo.
¿Cómo
se compone el gasto del Estado Nacional? El rubro principal, que explica más de
la mitad de los gastos es el pago de jubilaciones, asignaciones y demás
prestaciones a cargo de la Anses: se llevan el 50,3% del presupuesto, según el
análisis del Iaraf. Le sigue el rubro de funcionamiento del Estado (sueldos a
estatales, bienes y servicios) con 17%; gastos de capital, 8,4% (inversión en
obra pública, pago de la deuda) y subsidios económicos, 7,7% (los destinados a
evitar mayores subas en tarifas, por ejemplo).
De
esta manera, lo cierto es que el ministro Martín Guzmán puede hacer una parte
importante del ajuste fiscal que sería más impopular con otras prácticas, como
subir tarifas, aumentar boletos de colectivos y facturas de energía, cerrar
paritarias por debajo de la inflación y demás.
Mientras
las máximas figuras del oficialismo, encabezadas por Alberto Fernández y
Cristina Kirchner explican que no van a firmar ningún acuerdo con el FMI que
implique un ajuste, lo cierto es que mostrar un déficit primario de alrededor
de 3% los pone cerca de algún arreglo para poder postergar los vencimientos.
Y
si el ajuste lo hace la inflación, el Gobierno puede instalar su propio relato
sobre la suba de precios y cargar parte de las culpas sobre las grandes
empresas, como formadoras de precios, o sobre los valores de exportación, que
atentan “contra la mesa de los argentinos”.
“A
veces el Gobierno dice que quiere evitar el ajuste. Pero no es así; el ajuste
llegó hace tiempo y la inflación está implicando un esfuerzo cada vez mayor
para jubilados, asalariados y trabajadores de la economía informal”, dice a la
nacion el economista Iván Ordóñez, que arma proyectos de inversión vinculados
al agro. “Se puede hacer el ajuste eligiendo nominalmente en qué se va a gastar
menos, o se puede hacer con la inflación, como está pasando ahora”, señala
Ordóñez, recibido en la UBA y con posgrados en la Universidad Di Tella y en la
Ucema.
El
economista apunta a una cuestión adicional: “Al utilizar la inflación, el
ajuste no llega solo a los estatales, sino que todos los que viven de ingresos
fijos, públicos o privados, están sujetos a ese proceso que los empobrece más,
cada uno desde la situación económica que tenga. La clase media busca
mantenerse”.
Y
agrega: “Los que están ajustando son los privados, porque con este set de
precios de la macroeconomía hay más desempleo, sobre todo en el sector
informal, que no miramos; este sector no se recuperó de la cuarentena”.
Los
economistas consultados por LA NACION coinciden en que hubo un cambio que, por
ahora, pasó bastante inadvertido en la relación del kirchnerismo con la
inflación. Néstor Kirchner prácticamente no tuvo que lidiar con ese problema.
Cristina Kirchner lo hizo destruyendo “el termómetro” del Indec y negando
obstinadamente la cuestión.
Luego
llegó la gestión de Macri y su estrategia de subir las tasas de interés y
plantear un esquema de metas de inflación, que los más benévolos juzgan como
demasiado optimista o poco realista.
La
relación del actual gobierno de Alberto Fernández con la inflación arrancó con
una señal fuerte: no dio marcha atrás con el Indec (regularizado en los años
previos) ni intentó intervenirlo, como temían algunos. Eso quedó claro cuando
designó al economista Marco Lavagna al frente del organismo de estadística y
censos.
Un
recién llegado Guzmán celebró a principios de 2020 la desaceleración paulatina
de la inflación. Quizás algo envalentonado por ese triunfo, pronosticó en la
pauta presupuestaria un 29% para el año que acaba de terminar. Rápidamente
quedó muy claro que ese número quedaba corto.
Para
este año cambió la estrategia. Directamente envió al Congreso, en el proyecto
de presupuesto 2022, una estimación más alta, prácticamente avisando que la
inflación en 2022 será peor. Así lo interpretan los agentes económicos.
Y
lo que es aún más significativo es que, a pesar del actual estado de cosas, no
existe en el Gobierno ningún indicio de que haya necesidad de hacer algo en
serio para frenar esta dinámica inflacionaria, ni hay plan antiinflación
alguno, según destacan los expertos.
Algo
llamativo, teniendo en cuenta que en las encuestas la inflación es el problema
más grave de la economía argentina y el que más impacta en todos, especialmente
en los que menos tienen.
Todo
eso, en un gobierno que se define como nacional y popular y que supuestamente
tiene como norte la asistencia a jubilados, asalariados, trabajadores
informales y beneficiarios de planes sociales. Son los que más padecen una
inflación que ya juega en “otra escala”.
Relación que se modifica
“La
gente va cambiando su relación con el dinero a medida que avanza la inflación.
Ya lo tiene en las manos y lo percibe de otra manera, y se lo quiere sacar de
encima rápido. Para llegar a la hiperinflación falta todavía. Es cuando esa
relación cambia aún más y el dinero deja de tener valor en la percepción de la
gente”, analiza Ordóñez.
“La
hiperinflación es a la inflación lo que la neumonía es a la gripe.
Hiperinflación habrá cuando el gobierno siga emitiendo dinero que la gente ya
no quiere”, explica el economista Fausto Spotorno, director del Centro de
Estudios Económicos de Orlando J. Ferreres & Asociados.
Pero
la inflación, según advierten los economistas, no puede hacer todo el “trabajo
sucio”. No todos los gastos del Estado se pueden “licuar” con una inflación
alta.
Spotorno
coincide en que el Gobierno está utilizando la inflación para licuar el gasto
público y poder seguir llevando esta economía sin realizar reformas
estructurales. Pero agrega que no todas las erogaciones se licúan por
inflación. “En algunos gastos del Estado la inflación se encarga de ajustar,
pero en otros casos no es así. En jubilaciones claramente es así, te permite
ajustar en términos reales”, dice Spotorno, que prevé para este año un “57 o
58%” de inflación.
“En
el caso de los subsidios a los servicios públicos, que son una parte importante
del gasto, el costo de la energía en general está dolarizado”, detalló el
economista.
Para
María Castiglioni Cotter, directora de C&T Asesores Económicos, el Gobierno
pagó un costo político importante con la inflación en las elecciones pasadas.
Sin embargo, la economista destaca que también “es cierto que la inflación alta
pero controlada ayuda a licuar el gasto, al tiempo que buena parte de los
ingresos acompañan la inflación y, así, eso ayuda a ajustar el déficit fiscal”.
Y agrega que ese ajuste se ve, en particular, en rubros como las jubilaciones y los salarios
del sector público.
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