Por Juan Strasnoy
Peyre
- Del lado de su institución hermana, el Banco Mundial (BM)
metió la cola en la discusión entre el Fondo Monetario Internacional y el
Gobierno sobre las metas macroeconómicas del programa con el que se
buscan refinanciar los u$s45.000 millones de deuda que tomó Mauricio Macri en
2018. La entidad que preside el estadounidense David Malpass proyectó
para Argentina un crecimiento mucho
más bajo que el planteado por Martín Guzmán para 2022 y que, en los hechos, se
trataría de un estancamiento en la recuperación. Además, habló de
recorte de los estímulos fiscales, el eje central que hoy traba el acuerdo con
el FMI.
El
BM publicó ayer su informe Perspectivas económicas mundiales, en el que
advirtió sobre un riesgo de “aterrizaje brusco” para las economías emergentes a
raíz de la desaceleración de la economía mundial “en medio de las nuevas
amenazas derivadas de las variantes de Covid19 y el aumento de la inflación, la
deuda y la desigualdad de ingresos”. “Se espera que el crecimiento mundial se
desacelere notablemente, del 5,5% en 2021 al 4,1% en 2022 y al 3,2% en 2023, a
medida que la demanda reprimida se disipe y vaya disminuyendo el nivel de apoyo
fiscal y monetario en todo el mundo”, señaló el reporte.
Para
el caso de Argentina, estimó que 2021 cerró con una recuperación del 10% (tras caer 9,9% en 2020),
en línea con el cálculo gubernamental aunque mucho mayor al 6,4% que el BM
preveía en junio pasado. También ajustó al alza la proyección para 2022 en casi
un punto, pero esto se debió casi exclusivamente al arrastre estadístico que
dejó el mayor crecimiento registrado el año pasado.
“Se
pronostica que la economía de Argentina se expandirá en 2,6% en 2022, más
rápido de lo proyectado anteriormente, reflejando en parte el arrastre del
fuerte crecimiento en 2021, mientras la vacunación contra Covid-19 avanzó
rápidamente en la segunda mitad del año”, señaló el informe del BM. Además,
auguró una expansión del 2,1% para 2023.
El
2,6% previsto para 2022 se alinea con la última proyección de crecimiento para
Argentina planteada por el FMI en un informe similar al del BM pero publicado
en octubre pasado. Ese guarismo, más que de un crecimiento moderado, habla de
un estancamiento en la recuperación de la actividad económica ya que la
expansión del 10% del año pasado dejará un arrastre estadístico cercano al 3%
para el corriente. Esto quiere decir que, si el PBI se mantuviera estable de
acá a diciembre, igualmente el promedio anual dejaría un incremento estadístico
de esa magnitud respecto de 2021.
El
sendero fiscal y el ritmo de crecimiento son hoy los focos de tensión en la
negociación con el organismo que dirige Kristalina Georgieva y que sigue las
directrices de Estados Unidos. El Fondo endureció su posición y reclama un
ajuste fiscal más acelerado. En los hechos, esto representa la exigencia de una
recuperación más lenta bajo la premisa de que eso demorará el incremento de las
importaciones y permitirá acumular reservas más rápidamente para garantizar el
repago futuro de la deuda.
Guzmán
estima un escenario cauto con crecimiento del 4% en 2022. Para ello plantea un sendero
fiscal con un déficit de 3,3% del PBI el próximo año y una reducción gradual
hasta alcanzar el equilibrio primario en 2027. Pese a que en 2021 cayó en
términos reales al retirar buena parte del paquete covid de 2020 y contraer las
partidas de jubilaciones, el ministro asegura que ese sendero haría que el
balance de las cuentas públicas se alcance sin un ajuste del gasto público a
futuro. El staff del FMI no convalida esa propuesta y pide un rápido recorte
para llegar al equilibrio de acá a dos años.
Que
el BM se pronuncie en sintonía con el Fondo no sorprende. Pese a que se abocan
a distinto tipo de financiamiento, se trata de dos instituciones hermanas
surgidas de los acuerdos de Bretton Woods de cara a la posguerra que operan
bajo el influjo estadounidense. Sin embargo, el informe de ayer echa luz sobre
las presiones de la negociación.
Como
explicación del menor crecimiento en Argentina, el reporte estima que habrá una
desaceleración del consumo primado “debido a la reducción del apoyo fiscal para
los hogares”. Además, advierte que la “muy alta
inflación” y “las políticas actuales de control de precios y restricciones al
movimiento de capitales” contribuirán “a debilitar el crecimiento de la
inversión”.
En
ese marco, la negociación se extiende. El Gobierno concentra sus esfuerzos en
intentar convencer a los países que hoy se muestran más duros. Así, el
canciller Santiago Cafiero viajará la próxima semana a Washington para reunirse
con su par Antony Blinken e intentar obtener el respaldo de la Casa Blanca.
Estados Unidos no sólo conduce políticamente el organismo, sino que al
concentrar el 16,5% del poder de voto en el Directorio Ejecutivo es el único
país con capacidad de veto en las decisiones de mayoría especial, para las
cuales se necesita reunir el aval del 85%.
Entretanto,
Guzmán tuvo su primera conversación con el flamante director para el Hemisferio
Occidental del FMI, Ilan Goldfajn, un economista ortodoxo brasileño-israelí que
implementó medidas contractivas en su paso por el banco central del país vecino
bajo el gobierno de Michel Temer. Al tener a su cargo la región, será el
principal responsable de tutelar el futuro acuerdo, que condicionará la
economía argentina durante los próximos lustros. Asimismo, en los próximos días
arribará a Buenos Aires el economista inglés Ben Kelmanson, quien reemplazará a
Trevor Alleyne al frente de la oficina permanente del Fondo en el país. Será el
responsable del monitoreo diario de la política económica y reportará a
Goldfajn.
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