Por Claudio
Zlotnk - Llegar a marzo con "el
acuerdo posible": ése es el objetivo que se puso la Casa Rosada, luego de las tensiones de
las últimas jornadas y que quedaron en evidencia la semana pasada en la
conferencia de Alberto Fernández y Martín Guzmán junto a gobernadores.
La
idea central es evitar retrasos en los pagos, que provoquen más tensiones y
volatilidad en el mercado cambiario.
Así
lo hicieron saber funcionarios de Economía, y también algunos protagonistas
clave de la administración, como Axel Kicillof y el jefe de Gabinete, Juan
Manzur.
Kicillof
había quedado en el centro de las miradas luego del acto en la Casa de
Gobierno, luego de la sugerencia que le hizo a Guzmán para replantear la
estrategia de negociación con el Fondo Monetario.
Fuera
de ese ámbito, y probablemente consciente de la fuerza de sus palabras en aquel
acto oficial, el gobernador de la provincia de Buenos Aires salió a poner
paños fríos en distintos contactos oficiales que mantuvo justo antes del
último fin de semana.
Fuentes
de la Casa Rosada aseguraron a iProfesional que no habrá un retraso en los pagos de los próximos
compromisos, y mucho menos un default.
En
las últimas horas, el propio Presidente sumó presión a las negociaciones.
"Lo que intenta hacer el Fondo Monetario, una vez más, es imponernos un
programa y ahí no estamos de acuerdo", enfatizó en declaraciones radiales.
"Argentina está absolutamente impedida de afrontar ese pago. Nadie piensa
seriamente en el mundo que Argentina puede pagar, entre capital e intereses,
19.000 millones de dólares este año", afirmó.
Incluso
fue más allá en sus críticas, e involucró a los Estados Unidos. "Hasta acá
no tuvo una posición clara sobre el programa argentino porque el programa no
fue puesto a consideración del Directorio en su plenitud".
"Lo
que sí sé es que el préstamo que le dieron a la Argentina fue político y que
tuvo como único propósito sostener a Macri", remató.
El Gobierno quiere, eso sí,
que el anuncio del acuerdo sea acompañado de alguna "buena noticia"
para el país. Caída la posibilidad de extender el refinanciamiento más allá de
los diez años -como había reclamado Cristina Kirchner- y prácticamente sin chances de que
los sobrecargos de las tasas de interés que paga la Argentina se alivien en el
corto plazo, el Gobierno quiere una señal a favor.
En
concreto, Guzmán quiere que se haga oficial el reintegro de los
u$s4.400 millones que el Gobierno le terminará pagando estos últimos meses
al FMI.
Se
trata de un "beneficio" que el propio ministro de Economía viene
negociando desde el inicio, pero que ahora se ha vuelto imprescindible dadas
las bajas de las anteriores pretensiones que quedaron en el camino, al menos
por ahora.
La obsesión del ministro es
que el carril de la economía real se mantenga bajo una dinámica virtuosa -de
crecimiento-, y por eso objeta una contracción más fuerte del déficit fiscal,
que es lo que está reclamando el FMI.
Guzmán
no mostró los números de esa diferencia pero, según pudo saber iProfesional, el
FMI pretende que el rojo de las cuentas públicas sea de 2,3% del PIB el próximo
año; un punto por debajo de lo que escribió el ministro en su propuesta.
Los mercados, al ritmo de las demoras del acuerdo
Las idas y vueltas con el FMI
extendieron la racha negativa en los precios de los activos financieros
argentinos. Los bonos de la deuda, que acumularon bajas de hasta 8% en el
inicio de este año, perdieron hasta 3,7% en la tarde del lunes. Y el índice de "riesgo
paìs" volvió a elevarse, esta vez 17 puntos, hasta los 1.819. El máximo
valor desde el 1° de diciembre último, cuando parecía cercano el acuerdo con
Washington.
"Hay
que separar el carril de la economía real del carril de la economía financiera.
La foto de la economía real es de claro y fuerte progreso", suele repetir
Guzmán. La última vez, a fin de año, en el reportaje concedido al diario El
País, de España.
La
pregunta, obvia, es si el ciclo positivo tras lo peor de la pandemia -con
recuperación del nivel de empleo y de los salarios- puede sostenerse sin un
encauzamiento del escenario financiero.
La
respuesta es que difícilmente eso sea sostenible.
La
otra cuestión -que no tiene respuesta oficial- refiere a si fue el Fondo el que
cambió su posición durante la negociación del último año. Y que, por lo tanto,
ahora se muestre más rígido en su postura en relación a lo que mostró durante
el peor momento de la pandemia. Y que, en definitiva, éste sea uno de los
elementos a tener en cuenta a la hora de explicar la falta de acuerdo a esta
altura de 2022.
Héctor
Torres, ex director en el organismo y conocedor de los movimientos en Washington,
descarta esa posibilidad. "El FMI
está más flexible hoy del que yo mismo conocí", dice.
E
incluso plantea una cuestión que ha quedado de lado en el debate público:
Torres cree que Alberto Fernández debió tomar el crédito por u$s13.000
millones que el Fondo le había aprobado a la Argentina, y que nunca fue
desembolsado. "Los problemas de la
deuda se solucionan con deuda", afirma.
En
su momento, el actual Gobierno descartó esa posibilidad ya que había ganado las
elecciones siendo muy crítico del préstamo que el FMI le había concedido a la
administración macrista.
"Terminamos
negociando con la lengua afuera: casi sin reservas y con los vencimientos
encima", grafica Torres, un crítico de la forma en que el organismo
concedió este último préstamo al gobierno de Mauricio Macri.
Sea como fuere, lo concreto
ahora es que el Gobierno tiene la obligación de cambiar de página, sin que ello
signifique un agravamiento de la crisis.
El
economista Emmanuel Álvarez Agis se mete en la discusión sobre cómo debería ser
ese acuerdo. En su último reporte a clientes suscribió: "La única
forma de resolver de manera sostenible la discusión con el FMI es que el
organismo aumente sus exposición a la Argentina, es decir, provea al país con
financiamiento neto positivo que acompañe y apuntale, con dólares frescos, la
convergencia fiscal. Si esta voluntad no existe, tanto por parte del FMI como
por parte del gobierno, que en más de una oportunidad declaró que no quería
aumentar su endeudamiento con el FMI, el acuerdo al que se arribe (si ese fuera
el caso) adolece de una inconsistencia estructural: faltan dólares, y seguirán
faltando".
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