Por
Sofía Diamante - En la Argentina está la sensación constante de que la economía
se encuentra al borde del estallido. Volatilidad en las reglas de juego,
incertidumbre, inflación alta generalizada, brecha de más de 100% entre el tipo
de cambio oficial y los paralelos, riesgo país en torno de los 1800 puntos
básicos y falta de dólares del Banco Central. Estas son las variables que los
analistas económicos destacan como preocupantes y son las razones que enumeran
las empresas cuando explican por qué no hay inversiones.
Pese
a este contexto, la economía “real” sigue otra dinámica. En 2021, el
crecimiento de la actividad fue cercano al 10% del PBI y para este año los
analistas mejoraron sus proyecciones y esperan un avance de 2,9%, es decir 0,4
puntos porcentuales de lo que estimaban un mes atrás, según el relevamiento de
expectativas que publica el Banco Central.
Para
explicar esta paradoja, los economistas mencionan otra contradicción: son
justamente los desequilibrios financieros, como las tasas de interés negativas
o la alta brecha cambiaria, los que traccionan la mayor demanda de bienes y
servicios. También ayudó la mayor liquidación de dólares por parte del campo y
el hecho de que el Gobierno abriera completamente la economía después de las
primarias abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO).
La
sostenibilidad de este crecimiento, sin embargo, está en duda, ya que dependerá
de si la Argentina logra acordar con el FMI y si, de esta forma, puede evitar
una brusca devaluación.
“El
año pasado entraron US$16.000 millones extras de lo que se esperaba. Hacia
adelante, la capacidad de generar dólares para seguir creciendo dependerá del
nivel de reservas del Banco Central. Ahí hay un límite”, dice Sebastián
Menescaldi, analista de la consultora EcoGo.
“El
gran crecimiento que se vio en el segundo semestre fue por la liberación de
actividades y por la campaña de vacunación, que hizo crecer el sector
gastronómico y de esparcimiento. También vemos que la producción de bienes está
en niveles previos a la primera crisis cambiaria de 2018. Por eso, hacia
adelante habrá que ver si están los dólares suficientes para que no restrinjan
las importaciones y que no se afecte la actividad industrial”, agregó el
economista.
Como
ejemplo de esta situación, Martín Vauthier señaló lo que ocurrió en octubre
pasado, cuando el Banco Central cerró el cepo y se restringieron los pagos
anticipados de importaciones durante 10 días, lo que generó una caída muy
fuerte de la industria.
Signo
de interrogación
“El
año 2021 dejará un arrastre estadístico positivo para este. Pero los sectores
productores, que dependen de los insumos importados, requerirán dólares para
continuar creciendo. Si se mantiene la tensión cambiaria, se le pone un signo
de interrogación a la capacidad de la industria de seguir creciendo a este
ritmo. Si no se logra anclar expectativas o avanzar con un programa de
estabilización a través de un acuerdo con el Fondo que descomprima la brecha
cambiaria, probablemente el Banco Central tenga que seguir manteniendo un cepo
muy estricto y eso le pasará factura a la industria y a la actividad”, indicó
el analista de la consultora Anker.
Fernando
Marull, por su parte, indica que lo que impulsó a la actividad fueron las
menores restricciones luego de que el Gobierno perdiera las PASO. “Hubo mucho
efecto reapertura. También empujó mucho la duda de qué hacer con los pesos y la
brecha cambiaria. Eso explica el mayor consumo de alimentos, electrodomésticos,
turismo, insumos de la construcción y ‘cambios de auto’. El mensaje es que se
crece por los desequilibrios. Es sostenible en la medida que aguante la brecha,
no haya devaluación brusca, se acuerde con el Fondo y que siga ayudando el
contexto internacional con los precios de la soja arriba de US$500 la
tonelada”, dijo el economista.
Antes
de que la pandemia impactara de lleno en la economía argentina, el país había
sufrido la fuerte crisis cambiaria que comenzó en 2018. Es por esta razón que
el analista Gabriel Caamaño explica el crecimiento de la actividad. “La
recuperación está muy traccionada por servicios con la normalización de la
apertura y ahora con todos los estímulos oficiales, como el programa Previaje y
la tasa de interés negativa. Esto seguro continuará en todo el primer trimestre
del año, pero no se transformará en un proceso de crecimientos sostenido”,
afirmó.
Para
Caamaño, el día que no se puedan sostener los estímulos, esa recuperación se
caerá, y eso ocurrirá cuando impacte más fuerte la nominalidad. “Hoy el
problema no es de venta de bienes y servicios, sino de a qué precio se venden
para cubrirse de la inflación. El riesgo mayor es de descalce y de
descapitalización. Por eso vemos que los índices de industria y construcción
son del estilo serrucho, porque no hay inversión, sino que es recuperación”,
concluyó el economista.ß
|