Por
Virginia Porcella - Aunque todavía quedan varias semanas por delante para
negociar con el Fondo Monetario Internacional (FMI) antes del próximo
vencimiento de capital con el organismo por USD 2.800 millones, las
declaraciones del Presidente Alberto Fernández inducen a analizar las
opciones que tiene el Gobierno si no sella un entendimiento antes de que opere
el pago.
La
primera y más obvia de todas sería, directamente, un incumplimiento. Y no sería
la primera vez que ocurre. De hecho, el último acuerdo que firmó la
Argentina con el FMI antes del stand-by concedido a Mauricio Macri en 2018, fue
alcanzado en septiembre de 2003 luego de que el entonces presidente Néstor
Kirchner incumpliera un pago por USD 2.900 millones por su negativa a
utilizar reservas del Banco Central. Casi 20 años más tarde, no puede descartarse
que éste vuelva a ser el escenario. La mera posibilidad de que eso pueda
suceder altera los ánimos en el Banco Central, donde advierten no sólo que no
hay margen para llevar la situación a ese extremo sin arriesgar turbulencias
mayúsculas sino que también avisan: “Nunca se planteó la opción del default, no
nos preparamos para enfrentar ese escenario”. En otras palabras, el
mensaje del BCRA es que no se tomaron en su debido momento restricciones
cambiarias suficientes para cuidar las reservas asumiendo un escenario de esas
características y, por ende, éstas ahora están en zona de riesgo.
Aun
así, y a pesar de que las diferencias entre las partes no parecen
insalvables, es probable que los sectores más duros del Gobierno imaginen
tensar nuevamente la negociación al extremo de no pagar el próximo 22 de marzo.
Si eso ocurre, la Argentina contaría con unos 30 días adicionales para cubrir
el vencimiento antes de que el país sea considerado en default absoluto. Se
trata del mismo tecnicismo que opera con la deuda en manos de acreedores
privados y también con el Club de París. Es un lapso adicional que, en el caso
de mantener negociaciones en marcha como ocurre actualmente, podría otorgar
tiempo extra para definir detalles finales de la carta de intención.
Así
ocurrió en 2003, cuando Fernández era jefe de Gabinete y a 3 días de haber
entrado en default técnico con el Fondo, finalmente se firmó el acuerdo. En ese
momento, Kirchner y el ministro de Economía, Roberto Lavagna, se negaron a
pagar hasta no tener una señal concreta de que al país se le concedería el
acuerdo. Las discrepancias centrales pasaban, en ese entonces, por el
ajuste tarifario y el resultado de las cuentas públicas: el Fondo pedía un aumento
mayor del superávit fiscal al que Lavagna quería comprometer. Finalmente, se
logró una solución intermedia acorde a indicadores macroeconómicos.
Hoy
el contexto es algo diferente. Superada la discusión por el aumento de tarifas,
las diferencias se centran en el nivel de déficit fiscal y su derivación en la
política monetaria y cambiaria. Si las desavenencias persistieran y, ante los
riesgos que implicaría, un informe reciente de la Oficina de Presupuesto del
Congreso (OPC) menciona una alternativa intermedia. Consiste en que, con
la intervención del FMI, un país miembro otorgue un préstamo puente por el
monto del vencimiento en cuestión que sería cancelado al momento de la firma
del acuerdo con el desembolso del organismo. Es una variante mucho menos
ambiciosa de la que ya intentó sin éxito el Gobierno con Rusia y China para
obtener por mecanismos bilaterales los USD 19.000 millones que se deben pagar
este año al Fondo.
“En
el pasado, para regularizar las obligaciones atrasadas de un país deudor, el
FMI implementó un mecanismo por el cual un tercer país otorga un préstamo
puente bilateral al país en situación de mora, para que éste pueda cancelar sus
deudas con el FMI. Una vez cancelados los atrasos se habilita la posibilidad de
acceder a nuevo acuerdo financiero con el FMI, que el país deudor utiliza en
parte para reembolsar el préstamo puente”, detalló el informe del OPC sobre los
préstamos con las instituciones financieras internacionales (IFIs). Con
todo, un andamiaje de esas características también luce complejo y no
solucionaría un problema adicional que enfrentaría la Argentina: diez días
después del vencimiento con el Fondo, opera otra fecha de pago, en este caso
con el Club de París. Se trata del último vencimiento que los países que
integran el Club acordaron en el año pasado prorrogar hasta el 31 de marzo, con
el fin de reestructurar esa deuda en el marco de un entendimiento con el FMI.
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