Por Jorge Herrera - A esta
altura de la soirée decir que a los inversores y analistas internacionales “les
cayó la ficha” en el caso argentino es un poco subestimar su intelecto y
experiencias vividas en las últimas cuatro décadas. Y amén que el público se
renueve, la historia enseña y alerta.
Por
eso, al hacer un paneo sobre las visiones de los principales bancos de
inversión de Wall Street como
Goldman Sachs, Morgan Stanley, BofA, etc. y consultoras globales como Oxford
Economics, Pantheon, etc. sobre las perspectivas de la economía argentina surge
prácticamente un mismo diagnóstico y expectativas de lo que se espera para
2022, que podría resumirse en: un cuadro de política fiscal y monetaria
perennemente laxa, alta inflación, menor
crecimiento, devaluación, ninguna reforma estructural importante y un programa
“light” con el FMI.
Con
relación a la negociación con el Fondo existe la sensación de que ambas partes
quieren, a su modo, llegar a un acuerdo pero que la probabilidad de fracasar no
es baja. En tal sentido, la reciente evaluación del FMI sobre el
stand by 2018 de paso, probablemente, a un acuerdo menos exigente, lo que
desalienta a los inversores sobre las perspectivas futuras.
¿Qué ven?
Al
preguntarse entonces “cómo la ven” los research de Wall Street y Londres puede
decirse que para el escenario 2022/23 esperan que la economía enfrente vientos
en contra debido a la acumulación de desequilibrios macroeconómicos y
financieros (inflación muy alta y arraigada y presiones cambiarias crecientes
impulsadas en parte por la monetización recurrente de grandes déficits
fiscales) y micro distorsiones crecientes y asignación ineficiente de recursos
debido a un amplio conjunto de controles de capital, financieros, comerciales,
laborales, cambiarios y de precios que distorsionan, en medio de una débil
credibilidad de las políticas.
A
esto se suma que el stock de reservas internacionales netas se está agotando
peligrosamente, y encima hay pocos indicios de que la política monetaria,
cambiaria y de tasas de interés se desplazará hacia una senda más convencional.
Prevén que el crecimiento se desacelere drásticamente en 2022, pero la
inflación no. El ajuste fiscal lo consideran urgente, pero saben que no se lo
busca, y respecto al tipo de cambio creen que el ajuste es imprescindible, pero
una cuestión de difícil gestión dado el entorno de una elevada inflación de más
del 50%. Por otra parte, las cuentas externas están ancladas por controles
extensos pero insostenibles. En los escenarios base no se contemplan reformas
fiscales importantes y/o que mejoren el crecimiento.
¿Por
qué esperan una fuerte desaceleración del crecimiento? Proyectan un tercio del crecimiento del 2021 para este
año por el peso acumulado de los desequilibrios macro, micro y las distorsiones
de precios relativos, la disminución del stock de capital físico, la falta de
reformas que favorezcan el crecimiento y, en general, la poca credibilidad de
las políticas. ¿Por qué más inflación? Estiman que sobre la base de una
inflación anual del 50% hay por lo menos 10 puntos de inflación reprimida
debido al amplio conjunto de controles de precios y la estricta gestión de las
tarifas públicas. Las expectativas de inflación están a la deriva y la dinámica
de la inflación es ahora muy inercial/persistente.
¿Por
qué devaluar? Opinan que la brecha del 100% no es sostenible. Estiman una
devaluación del 60% este año. Pero que sin un marco de política creíble
respaldado por un ajuste fiscal estructural y una política monetaria más
estricta, creen que es probable que las ganancias de competitividad externa
derivadas de la devaluación sean efímeras, ya que avivarán la inflación.
Tema clave
Con
respecto al tema FMI, hacen hincapié en que, en cierto modo, ambas partes
quieren llegar a un nuevo programa pero hasta ahora ha sido muy difícil cerrar
el acuerdo. El mercado ha estado esperando y esperando un nuevo programa con el
FMI desde la última reestructuración de la deuda (agosto de 2020). Saben que la macro de los próximos 2-3 años
estaría condicionada por las políticas, reformas y metas acordadas en un nuevo
programa. Pero como no todos los programas son iguales y la probabilidad de una
negociación fallida o un programa fallido no es baja son escépticos. Si antes
de marzo no hay un nuevo acuerdo las expectativas macro empeorarán.
Sin
embargo, la declaración posterior a la evaluación del FMI del stand by 2018
enfatizó que la situación argentina era demasiado frágil para los desafíos
estructurales y la realidad política, lo que da lugar a esperar un programa
menos exigente.
Ahora
bien, qué les preocupa a los inversores, según estos bancos de inversión. Dicen
que, con razón, les inquieta que un programa liviano del FMI que no induzca un
reequilibrio macroeconómico tangible a corto plazo no mueva la aguja de las
políticas y, por lo tanto, no mejorará el desempeño macroeconómico y permitirá
que Argentina recupere el acceso a los mercados de financiamiento voluntario.
Por el contrario, un programa
tradicional del FMI completo con una sólida matriz de políticas beneficiaría en
última instancia a Argentina, pero probablemente no sería aceptado por el
Gobierno o, de ser aceptado, posiblemente fracasaría (se desviaría después de
las revisiones iniciales) debido a un débil compromiso con el programa y una
implementación errática
En
cualquier caso, no esperan que el panorama macroeconómico a corto plazo mejore
significativamente, incluso con un programa del FMI. Claro que, si bien un
programa puede no ser el presagio de mejores políticas y desempeño
macroeconómico, también advierten que no llegar a un acuerdo enviaría una señal
negativa y empeoraría aún más una situación macro ya de por sí compleja y
potencialmente inmanejable.
Tampoco
esperan atrasos en los compromisos con el Fondo, pero contemplan una
probabilidad significativa de que eso suceda debido a la falta de acuerdo, o a
un programa de corta duración o interrumpido si no se cumplen los compromisos
de política que lo sustentan, lo que lleva al organismo presidido por Kristalina
Georgieva a detener los desembolsos. Al respecto destacan que el FMI enfrenta
importantes problemas de reputación al suscribir un nuevo programa con
Argentina, ya sea un programa liviano o completo, dado el alto riesgo de fallas
repetidas.
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