Por Carlos Pagni - Una de las consecuencias de la polarización que
organiza el tablero del poder en blanco y negro es que infantiliza el debate
hasta extremos delirantes. Es decir, satisface la fantasía pueril según la cual
el propio mundo es un paraíso de valores inmaculado y luminoso, y el del rival
concentra todos los vicios y las miserias. Ese antagonismo irreflexivo presta
un servicio invalorable: impide entrar en contacto con las perturbadoras
contradicciones de las que está plagado el propio campo. Sobre todo, con una,
principal: que el sector al que uno pertenece presenta algunos rasgos del
contrincante al que se abomina.
Cada facción obtiene, entonces, un beneficio. El conjunto, por supuesto,
se degrada. Porque esa visión maniquea de los problemas y dificultades bloquea
cualquier intento de reforma o solución. Desde hace varios años el país está
atrapado en esta disociación. Aun cuando aparezcan informaciones que demuestran
que entre los dos ejércitos en pugna existen vergonzosas continuidades. La
presentación judicial que la jefa de la AFI, Cristina Caamaño, formuló el
lunes, denunciando el montaje de causas judiciales contra sindicalistas durante
la gestión de Mauricio Macri y de María Eugenia Vidal, pone en evidencia esa
zona de intersección. Demuestra que entre las gestiones del kirchnerismo y de
Cambiemos ha habido una lamentable continuidad respecto de una patología: la
manipulación de la Justicia Federal a través de los servicios de inteligencia
para ejecutar persecuciones políticas.
Cuando se examina en detalle esa historia, sale a la luz una urdimbre
que carece de fronteras partidarias. Quedan al desnudo complicidades cada vez
más ostensibles que se extienden entre dos fracciones, al parecer,
irreconciliables. La constatación es desagradable: en el centro de la
democracia se ha ido expandiendo un entramado mafioso en el que conviven el
espionaje y los tribunales. Hay nombres que se repiten. Prácticas que vuelven.
Son las ruinas circulares del sistema, donde prospera la corrupción. Y donde
ahora asoma el narcotráfico.
Cuando presentó a su gabinete, en diciembre de 2015, Mauricio Macri
admitió que no tenía todavía el nombre del nuevo director del área de
inteligencia. Pero prometió que la AFI “estará al servicio de la seguridad
nacional, y no como en los últimos años, que se usó para hostigar y espiar a
los ciudadanos”. Es evidente que no pudo, no supo o no quiso cumplir. En los
expedientes judiciales relacionados con la inteligencia clandestina desbordan
las evidencias. La primera denuncia detallada sobre esta deformación se publicó
en LA NACION el 2 de abril de 2017. El video que divulgó Caamaño es solo una
corroboración visual irrebatible. Pero sobre estas desviaciones no se escuchan
autocríticas. Un silencio relevante, porque el mandato central con el que
Cambiemos llegó al poder tenía que ver con la regeneración de las
instituciones. En las imágenes de la reunión en la que Marcelo Villegas, el
exministro de Trabajo de Vidal, confiesa su fantasía de armar una Gestapo para
perseguir a gremialistas, se superponen varios significados. El más obvio es
que presta inmerecidos servicios a Cristina Kirchner y, centrando el foco, a
Pablo Medina, el Pata. La escena parece haber sido diseñada a medida de la
coartada que suele exponer la vicepresidenta: durante la gestión de Macri
existió un dispositivo integrado por funcionarios, espías, jueces y fiscales
destinado a hostigar a los adversarios. Es la explicación con la que ella
aspira a salir impune de una serie interminable de causas ligadas a hechos
inocultables de corrupción. Medina se acopla a la teoría del lawfare. A pesar
de ser “un personaje nefasto, si los hay”. La caracterización pertenece a la
señora de Kirchner, quien en una entrevista con Beto Casella del 15 de octubre
de 2017 aclaró que cuando, en 2005, ella había sido candidata a senadora, el
sindicalista había apoyado a la lista de Hilda “Chiche” Duhalde. A la luz de
sus declaraciones actuales, aquellos dichos parecen contribuir al lawfare
contra el mártir Medina.
La grabación de la reunión, que ocurrió en la sede porteña del Banco
Provincia de San Martín y Bartolomé Mitre, presenta pormenores muy
interesantes. Villegas requiere a empresarios de la construcción pruebas contra
Medina, dándoles la garantía de que ya contaba con la colaboración del juez, la
fiscal y la Procuración. Se refería a funcionarios federales, ya que las
acusaciones se realizaron en ese fuero. El juez era Luis Armella, magistrado de
Quilmes al que el kirchnerismo denunció en el Consejo de la Magistratura
porque, al encargarse de ejecutar una sentencia por la limpieza del Riachuelo,
contrató a empresas de familiares. Armella fue subrogante de Juan Pablo Augé,
el juez que investigó en Lomas de Zamora el espionaje ilegal del gobierno de
Macri. Por suerte se excusó de tomar esa causa, que siguió en manos de Augé.
Dijo que temía que el titular originario del juzgado, Federico Villena, quedara
imputado en el expediente, como al final ocurrió. ¿Habrá previsto Armella que
lo mismo podría haberle sucedido a él? La fiscal a la que se referiría el
exministro Villegas sería Silvia Cavallo. Sin embargo, la sorpresa estaría en
la Procuración, que según el mismo funcionario apoyaría la investigación. En
junio de 2017 la procuradora seguía siendo Alejandra Gils Carbó. A lo mejor
también para ella, como para Cristina Kirchner, el Pata era “un personaje
nefasto”. Va a ser interesante ver a Gils Carbó aclarar en tribunales que ella
no recibía órdenes de la AFI de Macri.
Otra capa de los múltiples significados del video divulgado por Caamaño,
acaso la más densa, tiene que ver con la presencia de tres funcionarios de la
AFI en el encuentro. Sebastián De Stéfano, Diego Dalmau Pereyra y Darío Biorci.
La primera perla, la más superficial, es idiomática. Biorci, en su fonética
argentinizada, es “biorsi”. Así llama el lunfardo al cuarto de baño. Deriva de
“servicio”. Para volver a Borges, el nombre es arquetipo de la cosa. De Stefano
era el director de Jurídicos de la AFI. Es decir, el encargado de las
relaciones con los tribunales. Su padrino es el binguero Daniel Angelici.
Biorci es el cuñado y jefe de Gabinete de la subdirectora de la AFI, Silvia
Majdalani. Y Dalmau Pereyra es el agente al que Majdalani designó jefe de
Contrainteligencia, después de haber tomado con él un curso sobre espionaje, de
dos semanas, cuando era diputada. Dalmau ocupaba el sillón que había
correspondido a Antonio “Jaime” Stiuso en la antigua Secretaría de
Inteligencia. Hay que prestar atención a una peculiaridad de Majdalani, que
demuestra las continuidades profundas de este averno: Macri la hizo designar en
2009 en la Comisión de Seguimiento de los Organismos de Inteligencia del
Congreso por pedido de Francisco Larcher, el hombre de Néstor Kirchner en el
espionaje. Larcher es íntimo amigo de Majdalani. Y Majdalani llegó a la AFI no
solo por ser compinche de Nicolás Caputo, el hermano de la vida de Macri, sino
por esa afinidad con Larcher. Sobre esta genealogía no hay tuits de la
vicepresidenta.
Arribas suele alegar que, cuando él llegó desde San Pablo, después de
dedicarse durante 15 años a la compraventa de jugadores de fútbol, Majdalani ya
había sido designada. Estos lazos y antecedentes han sido toda una definición
política sobre lo que el expresidente se proponía en esa área de gestión. Entre
muchas otras operaciones irregulares, a De Stéfano y Dalmau se les atribuyeron
responsabilidades en las escuchas clandestinas avaladas por el juez Villena en
el penal de Ezeiza. Fue al controlar las conversaciones de los presos
kirchneristas donde aparecieron las referencias del diputado Eduardo Valdés al
caso que estallaría en Dolores contra el fiscal Carlos Stornelli y Marcelo
D’Alessio. La célebre causa “puf ”. Entre los vigilados de ese modo estuvo
también el Pata Medina: a raíz de una supuesta pelea con Fabián de Sousa y con
Nariga Núñez Carmona, Villegas intervino las comunicaciones del sindicalista.
Alegó cierto temor a que organizara atentados desde la cárcel, debido a
enfrentamientos violentos de su nieto con rivales de la Uocra. En las
minuciosas investigaciones que llevaron adelante en Lomas de Zamora los
fiscales Cecilia Incardona y Santiago Eyherabide, aparecieron numerosas pruebas
de la responsabilidad de agentes penitenciarios en estas maniobras. Iban desde
el jefe de Inteligencia del servicio carcelario, Cristian Suriano, hasta el
director, Emiliano Blanco. Pero los camaristas federales Mariano Llorens y
Pablo Bertuzzi exculparon a esos agentes.
El papel de Villena en el monitoreo de los presos de Ezeiza ha sido
crucial. Y le ha costado el cargo, al que había llegado cuando el juez natural
de Lomas de Zamora, Alberto Santa Marina, se mudó a Madrid. Santa Marina fue
designado por Majdalani delegado de la AFI en esa capital. Así, la Turca creó
la vacante para su amigo Villena. Desde el primer día, Majdalani estableció un
vínculo con la Justicia. Para eso designó en la AFI al fallecido fiscal Eduardo
Miragaya. Duró poco. Miragaya debió renunciar cuando se descubrió que era el
autor de una patraña: inventó una reunión de Cristina Kirchner y el juez Sebastián
Casanello con Lázaro Báez, en Olivos, para acordar la impunidad del empresario.
La intención final era desplazar a Casanello de ese caso. Miragaya soñaba con
asignárselo a su madrina, María Servini. No solo demostrarían la culpabilidad
de la señora de Kirchner. También se aproximarían a la billetera de Báez.
Servini hoy investiga la existencia de una presunta “mesa judicial” del
macrismo para perseguir a la vicepresidenta. Si lo hace bien, tal vez se
encuentre con un espejo.
En ese expediente, impulsado por el opulento Cristóbal López, Servini
tiene en la picota a Fabián Rodríguez Simón, Pepín. Es el adversario eterno de
Angelici, a cuyos cumpleaños Servini trata siempre de no faltar. La presencia
de De Stéfano en el video pone en primer plano otra dimensión de este submundo.
El rol de Angelici. Se trata de un engranaje principal en el microcosmos de
Macri. Proviene del negocio del juego y del fútbol. Pero adquirió un poder
extraordinario en el campo judicial. El representante del Ejecutivo en el
Consejo de la Magistratura durante la gestión de Cambiemos, Juan Bautista
Mahiques, fue puesto allí por Angelici. Hoy Mahiques es el fiscal general de la
gestión de Horacio Rodríguez Larreta. Entre otras tareas, Mahiques se encargó
como consejero de la Magistratura de proteger todo lo posible a jueces como
Eduardo Freiler y Rodolfo Canicoba Corral. En el caso de este último, Mahiques
llegó a ser su mensajero ante funcionarios de Macri a los que el magistrado
pretendía procesar. Angelici fue también el padrino del consejero Juan Pablo
Más Vélez, otro protector de Canicoba. Y hoy ejerce la supervisión de Carlos
Matterson, quien llegó al Consejo de la Magistratura después de haber sido
abogado de sus bingos.
A propósito del juego en Córdoba, muchos creen ver la mano de Angelici
detrás del proyecto de legalización del juego online del diputado provincial
Orlando Arduh. Por ese proyecto, este radical de la línea Evolución, de Rodrigo
de Loredo, acaba de ser suspendido como afiliado de la UCR. Macri, en cambio,
lo respaldó, alegando que esa modalidad tecnológica es imparable.
De Stéfano, quien está en el centro de la tormenta del presunto montaje
de causas judiciales que se ilustra en el video, es un tentáculo principal de
Angelici. Dominó el área de Jurídicos de la AFI gracias al binguero y al
abogado Darío Richarte. Mano derecha de Angelici, Richarte fue el hombre fuerte
de la Secretaría de Inteligencia en tiempos de Fernando de la Rúa. Después pasó
a defender a funcionarios kirchneristas: desde Amado Boudou hasta José López,
pasando por Daniel Cameron y Alfredo Scoccimarro. Renunció a esos patrocinios
cuando la señora de Kirchner expulsó a Stiuso del gobierno. Angelici lo impulsó
al Comité de Disciplina de la AFA. Satélite de este sistema, De Stéfano tiene
hoy dos funciones. Es el encargado, por orden de Angelici, de diseñar la lista
de candidatos al Consejo de la Magistratura por los abogados de Juntos por el
Cambio. Y es director de la empresa Subterráneos de Buenos Aires. El subsuelo
literal de la ciudad. Una encrucijada para Larreta: ¿seguirá manteniéndolo en
el cargo? Son definiciones como esta las que decidirán si Larreta es un líder o
un administrador.
El kirchnerismo fantasea con la mesa judicial del macrismo. Si se mira
bien el mapa, el problema es Angelici. Él no fue una mesa judicial. Ha sido,
hasta hoy, una mueblería entera. Su influencia es tan extendida que a la
Justicia de Lomas de Zamora llegó en su momento un llamado desde la Casa Rosada
para pedir la absolución de De Stéfano. Fue durante el actual gobierno.Hay otro
plano que se superpone en la crisis abierta por el video de Caamaño. Demuestra
lo que se sabía: la AFI de Macri espiaba a altos dirigentes de Cambiemos. El
episodio está cargado de enigmas. Una versión indica que la cámara pertenece a
la empresa privada que vigila el edificio. Y que alguno de los agentes de la
AFI llevó un micrófono al encuentro. Es raro: las imágenes están demasiado bien
sincronizadas con las voces. ¿Alguien cableó esa sala del Banco Provincia? La
tarea lleva tiempo. Nadie la realiza para registrar solo una reunión. ¿Era el
único lugar bajo control? Hay mucha gente que no duerme en Juntos por el
Cambio. ¿Cuántos videos irán a aparecer? Ya existían indicios irrefutables en
el expediente iniciado en Lomas de Zamora. El video demuestra que existía un
sistema de espionaje interno cuya exposición, ahora, está destinada a
convulsionar todavía más la interna opositora.
Majdalani está desesperada por saber quién entregó ese material. Recibe,
como es obvio, la presión de Macri y Arribas. Ella sospecha de Dalmau. No solo
porque era el jefe del área de tecnología, donde se organizó la filmación.
Dalmau tendría un motivo personal para desatar esta tormenta. Llorens y
Bertuzzi lo dejaron procesado. Es decir, no tuvo la suerte de Arribas, Majdalani
y De Stéfano, a quienes los camaristas relevaron de toda responsabilidad con la
teoría de que las operaciones clandestinas eran aventuras de “cuentapropistas”.
Dalmau se niega a ser “cuentapropista”. Quiere demostrar que recibía órdenes.
¿La omertá se está quebrando? Un lugar interesante para verlo es la Comisión
Bicameral de Seguimiento de los Organismos de Inteligencia. Allí se formó ayer
un subcomité para indagar en este caso.
El kirchnerismo designó por Diputados a Valdés y al talibán Rodolfo
Tailhade. Por Juntos por el Cambio se propuso Gerardo Millman. Pero Cristian
Ritondo, el exministro de Seguridad de Vidal y tal vez su jefe de campaña a la
presidencia, lo frenó. Pidió consultar a la cúpula de la coalición. Va a ser un
lindo Zoom. El último capítulo de esta saga tan poco edificante acaba de
comenzar. Es la manipulación procesal para encontrar un juez amigo. Caamaño
envió la denuncia a La Plata. Al parecer se confundió de sede bancaria: creyó
que el episodio había ocurrido en la capital de la provincia. Ahora a su lado
alegan que las operaciones ilegales se realizaron en esa ciudad. El caso le
tocó al juez Ernesto Kreplak, hermano del ministro de Salud de Axel Kicillof.
Desde Comodoro Py reclama el expediente Mariano Martínez de Giorgi, ligado al
espionaje desde que le ofrecieron, por primera vez, el cargo. Le podría tocar a
él. O a Ariel Lijo, quien acaba de recibir la causa de espionaje que seguía en
Dolores Alejo Ramos Padilla. Lijo es ecuménico. Es amigo de Alberto Fernández.
Y en su juzgado ha trabajado durante años Fernando Rey. El sobrino de
Angelici.ß
Los tuits de la vicepresidenta no aluden a los nexos con su gobierno
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