Por Carlos
Burgueño - El endurecimiento de las posiciones del Fondo Monetario
Internacional (FMI)
viene con una complicación de un capítulo que parecía, a priori, acordado. El
organismo exige, y parece no negociar, para firmar un Facilidades Extendidas,
que las periódicas misiones de inspección, fiscalización y control de la
economía argentina se apliquen sin restricciones con los formatos establecidos
en el estatuto del Fondo.
Esto
es, dos misiones titulares y profundas por semestre y otras dos intermedias y
de fiscalización. Incluso, según lo que dejaron en claro Julie Kozac y Luis
Cubeddu, éstas deberían ser en Buenos Aires; y no, como ofrecieron en su
momento los negociadores criollos, que estas coincidan con las dos cumbres
anuales del FMI de abril y septiembre de cada año en Washington, o donde se
organicen.
La
directora adjunta para el Hemisferio Occidental y el jefe de la misión
Argentina dejaron su posición firme antes de cerrar momentáneamente las
discusiones por el parate de fin de año; y aseguraron que no habrá forma que
Argentina zafe de la exigencia.
Habrá
misiones, y estas serán en Buenos Aires; con funcionarios del Fondo circulando
por despachos varios del Ejecutivo, el Banco Central y alguna otra dependencia
oficial. Y, lo peor, los hombres y mujeres que vengan al país en su rol de
examinadores de la marcha de la economía, también podrían pedir encuentros con
líderes políticos y económicos de partidos opositores y con profesionales
privados de diferente extracción.
La
exigencia de Kozac y Cubeddu plantea un conflicto interno dentro del
oficialismo. Los negociadores del gobierno de Alberto Fernández habían logrado,
o creyeron hacerlo; que no haya visitas de las misiones habituales del FMI, y
que los encuentros de fiscalización y control se realicen fuera del país en
cada cumbre del organismo.
Con
esto se despejaba el eventual momento de aceptar que cara a cara y en Buenos
Aires, Cubeddu y su gente (o quién esté a cargo del caso argentino), se muevan
con poderes especiales ante los funcionarios del gobierno, exigiendo datos y
números varios; y retando cuando se perciba que las cosas firmadas no marchan
como corresponde. Esto, junto con los encuentros con los opositores, es el peor
escenario posible que pensó la coalición gobernante cuando estableció una
estrategia negociadora y lo que se buscó evitar.
Un
Facilidades Extendidas exige aceptar las misiones; otorgándole a los enviados
de Washington la obligación de controlar si el país cumplió las metas fiscales,
monetarias, financieras y cambiarias; y, si no lo hacen, enviarle estos datos a
la sede central para que allí se definan los pasos a seguir. En ese punto podría haber simplemente un correctivo,
una recomendación de modificación de políticas o un cuestionamiento mayor. Y si
el país persiste en su incumplimiento, desde Washington se debería negociar un
perdón (waiver) o varios puntos intermedios.
Así,
cada misión trimestral que visite Buenos Aires, se reuniría además con los
principales funcionarios económicos del país; que deberían desplegar los
números locales y explicare detenidamente la marcha la economía argentina. Y,
los enviados del FMI, tienen el poder de consultar y repreguntar; y
eventualmente de cuestionar y discutir los datos que se le muestren. Y de
regreso en Washington, pueden criticar y recomendar cambios de políticas.
En
otras palabras, los representantes
del FMI que tengan la firma autorizada en las misiones, podrán tomar examen a
los funcionarios locales. Algo que evidentemente sería muy difícil de aceptar
de parte del ala política más radical del Gobierno. De hecho, recuerdan dentro
del kirchnerismo, este tipo de misiones fue lo que determinó que el Stand By
firmado en el 2003 termine siendo cancelado y liquidado en febrero de
2005. La
decisión la tomó Néstor Kirchner luego de las quejas de varios de sus
funcionarios por los datos molestos que a veces pedían los visitantes de
Washington.
La
intención de los negociadores locales era que ese requerimiento de las misiones
trimestrales se modifique, y que se extiendan a un ritmo semestral. O anual. El
argumento es que como se trata de un Facilidades Extendidas inédito, también
las fiscalizaciones deberían ser inéditas y con mayor espacio de tiempo.
Además, y como mejor opción, se pidió que las inspecciones se suspendan durante
el tiempo de gracia que tendría el país para pagar las primeras cuotas, lo que,
en los términos que está negociando el ministro de Economía Martín Guzmán,
comenzarían a liquidarse tres años después de firmado el tratado. Si como
suponen en Buenos Aires, la firma fuera para marzo o abril, la primer
inspección impuesta por el artículo IV, debería concretarse en 2025.
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