Por Claudio Zlotnik - Martín Guzmán lo
tomó como una pequeña revancha personal. La aprobación en Diputados de los
cambios en Bienes Personales,
que él mismo propuso poco antes de la sesión, le permitirá poner algo de dulce
al amargor que tragó el viernes último cuando fracasó la aprobación del
Presupuesto 2022.
El ministro entiende de
política y reconoce que lo sucedido ayer en la Cámara baja le servirá a él en
lo personal, pero también al Gobierno, para mostrarle al Fondo
Monetario Internacional que el oficialismo pondrá todo lo que haga falta
para cumplir con las cuentas fiscales que abran paso al acuerdo con el organismo.
Los últimos registros
oficiales dan cuenta de que Guzmán puso proa para terminar de abrochar ese
acuerdo a diez años, que necesita para refinanciar los vencimientos que se
vienen, que son impagables.
De hecho, este miércoles se
abonará uno de casi u$s1.900 millones gracias
a los DEGs que el propio FMI mandó hace un par de meses. Pero ya casi no quedan
reservas para afrontar los próximos.
Entre enero y marzo habrá que
pagar nada menos que u$s3.970 millones.
En enero vencen u$s730
millones; otros u$s372 millones en febrero y unos u$s2.873 millones en marzo.
Guzmán quisiera
tener cerrado el acuerdo antes del segundo vencimiento, no más allá de principios de febrero.
De Martín para Kristalina
El ministro tiene prohibido
expresarlo en público. Pero la verdad es que, a falta de unos pocos días para
que termine el año, le viene ganando la pulseada a Cristina Kirchner.
Nada menos. Y por mucho.
La vicepresidenta, en
una recordada carta pública apenas fueron las PASO de septiembre, planteó
directamente a Guzmán que se había comprometido a un déficit fiscal en el año
equivalente al 4,5% del PIB. Y que, por lo tanto, lo instaba a cumplir con esa
meta ampliando el gasto público.
Guzmán no sólo no lo hizo,
sino que fue extremadamente cauto en la administración de las erogaciones.
Pruebas a la vista: el déficit primario, al mes de noviembre, acumuló un 2,1%
del PIB.
Es más: pasadas las
elecciones de octubre, el crecimiento del gasto del mes pasado fue menor al que
mostró durante el último trecho de la campaña.
Está claro que no llegará a
la medida reclamada por Cristina, y que -aun cuando se sabe que diciembre se
caracteriza por ser un momento de gasto elevado- nunca se llegará a ese 4,5%.
A lo sumo se acercará al 3,3%
que el propio ministro se comprometió ante el FMI en sus últimas reuniones con
Georgieva.
El "ajuste" de
Guzmán se siente en el principal rubro del gasto público: las prestaciones
sociales. Tanto las jubilaciones, pensiones, los pagos de la AUH, de las
asignaciones familiares y también de la tarjeta "Alimentar" muestran
un deterioro real (descontada la inflación) del 13,4% en el último año.
Las transferencias a las
universidades también tienen un ajuste real, en ese caso del 4,4% interanual.
Siempre de acuerdo a los
registros oficiales, las transferencias a las provincias cayeron 27%.
Los únicos que crecen son
los subsidios económicos ( 33,8%
real) y el gasto en obras
públicas ( 57%). Eso sí, desde un nivel muy bajo por
efecto de la pandemia, que pegó muy fuerte el año pasado en medio de la
cuarentena.
Los salarios públicos, que en la primera
parte del año mostraron un signo negativo, están terminando con una mejora real
del 2%. Se trata de la primera mejora en los últimos cuatro años.
Guzmán se salió con la suya,
en la intención de acordar con el FMI. El ministro le dijo a Alberto Fernández
que es lo que la realidad impone: sin ningún tipo de financiamiento y con la
credibilidad destruida, el único camino posible es ser muy cauto. Tener muy
presente las restricciones fiscales y monetarias.
Cualquier mal paso puede
volver a hacer temblar el mercado cambiario y ensanchar una brecha que ya está
en el 100%. Justamente, ante la falta de perspectivas en la economía.
El rumbo hacia adelante
Los números fiscales a
noviembre no dejan margen para la especulación: apenas comience el nuevo
año, el Gobierno deberá avanzar en los aumentos en las tarifas de los
servicios públicos, que ya llevan casi tres años de congelamiento. A decir
verdad, este año tuvieron una mínima recomposición -de entre 6% y 9%-, muy por
debajo de la inflación.
Sin el ingreso extraordinario
del aporte de las grandes fortunas ($240.000 millones este año) y con menores
precios de la soja, el Gobierno debe asegurarse que el rojo de las cuentas
públicas se alinee con lo prometido al Fondo Monetario.
En la Casa Rosada advierten
que el decreto presidencial podría contener un guiño al FMI. Concretamente, que
el déficit fiscal para el año que viene sea estipulado en el 3,3% -tal como se
incluía en el proyecto "volteado" en el Parlamento.
En efecto, el Presupuesto de
este 2021 contenía una meta de rojo de las cuentas públicas del 4,5%. Cuando
Guzmán habló de prorrogar ese presupuesto para este año, todos entendieron que
buscaría los mismos objetivos, incluido el desequilibrio fiscal.
Lo más probable es que eso no
sea así, y que finalmente se incluya un déficit más bajo, de forma de enviar una clara señal al
Fondo Monetario en medio de las negociaciones.
A esta altura, de todas
formas, lo que aparece en el horizonte como muy preocupante pasa por el
incipiente rebrote de contagios de Covid.
Es la gran incógnita global.
El impacto -a pesar de la extensión de las vacunas allá y acá- todavía no puede
evaluarse del todo. El llamamiento de la OMS a postergar los festejos por la
Navidad y el Año Nuevo es una muestra de la alarma que vuelve a encenderse.
Y ahí no hay ni planillas ni
carpetas con números que puedan ayudar a organizarse. Está visto que la
Argentina tiene serias limitaciones para aumentar el socorro fiscal en caso de
ser necesario.
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