Por Juan Strasnoy
Peyre
- Mañana el directorio ejecutivo del Fondo Monetario Internacional
tratará la “evaluación ex post” elaborada por el staff técnico sobre el
programa Stand By que le otorgó al Gobierno de Mauricio Macri en 2018. Esta
mochila, que constituye el mayor condicionante para la economía argentina de
las próximas décadas y cuya refinanciación está hoy en negociación, fue el
préstamo más grande en la historia del organismo: primero se firmó por
u$s50.000 millones, luego se amplió a u$s57.000 millones y finalmente se alcanzaron
a desembolsar u$s44.867 millones.
Ese
mismo día el Ejecutivo actual le pagará a la entidad multilateral algo más de
u$s1.850 millones correspondientes al segundo vencimiento de capital de aquel
Stand By, como señal de la vocación de acordar un nuevo programa en el corto
plazo que permita postergar los siguientes pagos. Producto del acuerdo de 2018,
entre 2022 y 2023 Argentina debería cancelar casi u$s40.000 millones, una suma
inafrontable para el país. El programa de Facilidades Extendidas que hoy se
negocia trasladaría los pagos al Fondo al período 2026-2031, los cuales se
sumarían a los ya abultados compromisos con los bonistas privados surgidos del
canje de 2020.
El
acuerdo sellado por Macri y la exdirectora gerente del FMI, Christine Lagarde, y
firmado por Nicolás Dujovne y Federico Sturzenegger -entonces ministro de
Economía y presidente del Banco Central, respectivamente-, estuvo marcado por una serie de irregularidades denunciadas
por integrantes del actual oficialismo. Incluso dieron lugar al anuncio de
Alberto Fernández, durante la apertura de sesiones ordinarias del Congreso de
2021, de la realización de una querella criminal que no tuvo mayores avances.
La
expectativa generalizada sobre la evaluación ex post no es la de una
autocrítica a fondo. Aunque en el Gobierno esperan ver reflejados al menos algunos de sus
planteos. De hecho, el Presidente le había pedido semanas atrás al organismo
que hiciera su revisión del acuerdo con Macri antes de firmar un nuevo
programa.
Lo
cierto es que este tipo de evaluación es un paso formal y habitual del
organismo, que se suele focalizarse en cuestiones técnicas. “No es algo particular que estamos haciendo por Argentina. Lo
hacemos con todos los programas de acceso excepcional”, señaló el vocero del
FMI, Gerry Rice, el jueves pasado.
Por
lo pronto, el organismo se encargó de correr a los principales responsables de
aquel programa, que incluyó un shock de ajuste fiscal y monetario, que derivó
en una profundización de la recesión y la inflación más alta en tres décadas.
Además de Lagarde, se fueron Alejandro Werner, exdirector para la región;
Roberto Cardarelli, el primer responsable del staff para el caso argentino; y
David Lipton, exnúmero 2 del Fondo y actual asesor de la secretaria del Tesoro
estadounidense, Janet Yellen.
Mientras
tanto, el Gobierno continuará la negociación con el staff vigente de cara al
nuevo programa, cuya definición parece extenderse después del rechazo de la
oposición al proyecto de Presupuesto 2022. El foco de las discusiones está en
las metas macroeconómicas que integrarán el plan plurianual. Por caso, el caído
Presupuesto contenía las proyecciones planteadas por Martín Guzmán, muchas de
las cuales son todavía objetadas por el organismo, que reclama un ajuste más
acelerado de las cuentas públicas.
Irregularidades
En
la antesala de la autoevaluación del FMI, el centro de estudios CEPA elaboró un informe que detalla una serie de
irregularidades cometidas en el crédito otorgado a la gestión de Cambiemos “que
no van a estar en la revisión”. Por un lado, las de carácter político.
Fundamentalmente, el hecho de que programa del año 2018 tuviera “el apoyo de
Estados Unidos bajo el gobierno de Donald Trump” para intentar favorecer la
reelección de Macri, como reconoció Mauricio Claver-Carone, exrepresentante de
ese país en el directorio del Fondo y actual presidente del Banco
Interamericano de Desarrollo.
El
documento del centro que dirige Hernán Letcher, alineado con el
oficialismo, cuestiona también un conjunto de
incumplimientos formales por parte de la administración de Cambiemos. Entre
ellos, la no constancia de actos administrativos y la ausencia de constancia
del dictamen previo del BCRA sobre el potencial impacto del crédito en la
balanza de pagos.
Asimismo,
puntualiza en la vulneración del estatuto del FMI por parte del propio
organismo al permitir que los desembolsos se utilicen para financiar la salida
permanente de capitales. La Sección 1 del Artículo VI del estatuto del FMI en
su inciso a) indica: “Ningún país miembro podrá utilizar los recursos generales
del Fondo para hacer frente a una salida considerable o continua de capital, y
el Fondo podrá pedir al país miembro que adopte medidas de control para evitar
que los recursos generales del Fondo se destinen a tal fin”.
Guzmán
señaló en distintas oportunidades que los u$s45.000 millones desembolsado se
fueron en partes prácticamente iguales en el pago de “deuda insostenible” a los
bonistas y a abastecer la formación de activos externos.
El
CEPA afirmó también que “al menos tres de los cuatro criterios de un préstamo
de acceso excepcional (los que equivalen a más del 187,5% de la cuota del país)
fueron incumplidos”. Y mencionó los referidos a la sustentabilidad de la deuda
pública a mediano plazo, la perspectiva de retorno a los mercados globales de
crédito y el acompañamiento político al programa.
Por
último, cuestionó la finalidad política del diseño del calendario de
desembolsos y una estructura de repago “que fue siempre, bajo cualquier punto
de vista, impagable para el país”. En la reconfiguración del programa a tres
meses de haberse firmado, se determinó que “casi el 90% de los pagos se
realizara antes de las elecciones primarias de junio de 2019”.
Todo
este cúmulo de irregularidades bien podría cuestionar parte de la legitimidad
de origen de ese programa. Por lo pronto, negociación mediante, esa deuda va
camino a reciclarse en un nuevo acuerdo que marcará la política económica de
los próximos lustros.
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