Por Juan Strasnoy
Peyre- El Banco Central analiza por estas horas una suba de la tasa de interés de
referencia, que permanece sin cambios desde hace 13 meses en 38% nominal anual
y 45,44% efectiva anual. Aún no está confirmada ni la magnitud del incremento
ni la fecha en que se realizará. Aunque el mercado estará atento a eventuales
novedades que puedan surgir de la reunión de directorio que se realizará hoy,
como cada jueves, o de las siguientes reuniones.
Fuentes
oficiales le dijeron a Ámbito que el
posible movimiento se evaluará “a la
luz de la inflación de noviembre y el cambio de ritmo devaluatorio que se viene
registrando, siempre en el marco de la armonización de tasas que se llevó
adelante desde el inicio de la gestión”. La idea ya era parte de las deliberaciones del
equipo económico en las últimas semanas.
El
marco es la aceleración de las negociaciones con el Fondo Monetario
Internacional que tuvo lugar después de las elecciones del 14 de noviembre. De
hecho, el propio staff del organismo mencionó, como es habitual en su
recetario, la necesidad de fijar “tasas de interés reales positivas” entre
otras medidas para atacar la persistente inflación. Fue en la declaración que
emitió el viernes pasado al cierre de las discusiones que mantuvo en Washington
con una delegación de funcionarios del Ministerio
de Economía y del BCRA que
viajó para intentar acercar posiciones en los focos de mayor discordia de cara a la
elaboración del plan plurianual.
En
las últimas semanas el gabinete económico dio distintas señales en línea con
algunos puntos de la negociación con el Fondo para refinanciar los u$s45.000
millones de deuda que contrajo Mauricio Macri: el corrimiento de la
intervención del Central sobre los dólares financieros para cortar esa vía de
drenaje de reservas, algunos pasos de cara a la segmentación de tarifas y la
reducción de subsidios para recortar el déficit fiscal (como el
reempadronamiento de usuarios de luz), la aceleración del ritmo de depreciación
y la determinación de que la base monetaria permanezca estable en relación al
PBI en 2022. Aunque varias de ellas ya estaban en los planes oficiales.
A
ese combo podría sumarse la suba de la tasa de política monetaria, que es la
referencia del conjunto de los tipos de interés de la economía. En este caso,
se trata de la tasa que paga el BCRA a los bancos por la colocación de Letras
de Liquidez (Leliq), uno de los instrumentos con los que la entidad regula la
cantidad de liquidez en circulación. Esta tiene un impacto en el rendimiento de
los depósitos (tasa pasiva), por ejemplo, el de los plazos fijos, y en el costo
del crédito (tasa activa).
Las
subas de tasa son asociadas en general a una política monetaria más
contractiva. Contribuye a elevar el costo de financiamiento, lo que impacta en
la producción (aunque el Gobierno ofrece distintas líneas subsidiadas tanto
para el consumo como para pymes). A su vez, aumenta el premio por ahorrar en
pesos, como un desincentivo a la dolarización. Pero en último tiempo, en
realidad, la aceleración inflacionaria de 2021 dejó a la tasa en terreno
negativo, es decir, quedó por debajo del ritmo de suba de los precios.
El
equipo económico había tomado la decisión de mantener la tasa quieta en 38% por
distintas razones: para no convalidar la expectativa de que la suba de la
inflación se extendería más allá de los primeros meses del año, porque un
incremento implica pagar un mayor monto de intereses por las Leliq y los Pases
colocados para absorber buena parte de los pesos emitidos y para no afectar la
recuperación de la actividad económica. Hoy por hoy, la tasa efectiva del
45,44% se ubica casi 7 puntos por debajo de la expectativa de inflación del
mercado para los próximos doce meses (52,3%), de acuerdo al último relevamiento
del Central. Y por encima del 33% que prevé el proyecto de Presupuesto para el
IPC de 2022.
Factores
Sin
embargo, esta eventual modificación del tipo de interés no sólo responde al
combo de medidas discutidas con el Fondo para enfrentar la inflación, que
también incluye una reducción del financiamiento monetario del déficit fiscal y
un acuerdo de precios con las empresas que le dé salida a la canasta de
productos congelados a partir del 7 de enero. Además, tiene que ver con la
recuperación de reservas, que es uno de los puntos sensibles de la negociación.
Ocurre
que, ante al cambio del ritmo devaluatorio implementado por el BCRA desde
comienzos de mes, mantener la tasa quieta podría estimular una reducción de la
liquidación de divisas por parte de los exportadores. Más aún si se tiene en
cuenta que, luego de la política de ancla cambiaria desplegada este año para
intentar contener la suba de precios, la intención del Gobierno es que a lo
largo de 2022 el dólar avance a un ritmo similar a la inflación. Lo explicitó
Martín Guzmán durante la presentación del Presupuesto en el Congreso al señalar
que se buscará mantener estable el tipo de cambio real, aunque “el Central se
reserva un margen de acción para poder apuntar a los objetivos de estabilidad
macroeconómica en general”. En el Gobierno descartan un salto devaluatorio y
reafirman que el FMI tampoco lo pide.
La
premisa con la que trabaja el equipo económico, entonces, es mantener alineada
la tasa con la administración del dólar oficial, que a su vez tendrá en cuenta
la evolución de la inflación. Semanas atrás un informe de PxQ, la consultora de
Emmanuel Álvarez Agis, había planteado que “se debería evitar que la tasa de
interés quede por debajo de la variación del tipo de cambio, sobre todo para
evitar desincentivos a liquidar exportaciones”. Es decir, hacer que a los
exportadores no les convenga endeudarse en pesos para afrontar sus necesidades
y retrasar la liquidación.
Algunos
analistas señalan que hay una correlación grande entre el nivel de la tasa de
interés activa (la de los préstamos) y las liquidaciones del campo. El
economista Francisco Mattig, de Consultatio, sostuvo que hoy “importa más la
tasa activa que la pasiva” a la hora de pensar en el impacto de una eventual
suba, aunque ambas estén relacionadas. Al respecto, señaló que pensarlo desde
el lado del depositante no es tan relevante ya que quienes no pueden acceder al
dólar oficial no tienen muchas alternativas más allá del nivel de la tasa.
En
cambio, sostuvo que sí tendría una mayor implicancia por el lado del crédito:
“A una mayor tasa activa en dólares, la liquidación de la cosecha (como
porcentaje del valor de la cosecha total) es mayor”. Y planteó que, si la tasa
activa del sistema sigue igual, con un ritmo de depreciación del 3,5% mensual
(entre mayo y noviembre fue apenas superior al 1% mensual), la tasa en dólares
sería 10% negativa, lo que correlacionaría con un ratio de liquidación del 70%.
Este
problema no se le escapa al Gobierno, que busca incrementar el ingreso de
divisas para avanzar en una estabilización de las tensiones cambiarias y de las
variables macroeconómicas en general. Tampoco al FMI, que tiene entre sus
principales exigencias la acumulación de reservas para intentar garantizarse el
repago de la deuda que se refinanciará con el nuevo programa.
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