Por
Annabella Quiroga - Las rutas de un acuerdo con el FMI se bifurcan entre la
formalidad de las mesas de negociaciones y la temperatura sobreactuada de los
actos políticos, pero detrás de bambalinas siempre está el dólar. La obsesión
por la moneda americana es, como los alfajores o el asado, otro de los emblemas de la
argentinidad.
Los
dólares llegan pero también se van. Más rápido y por más puertas de salida. Y
el Banco Central sufre con la pérdida
de reservas.
Este
año, los precios extraordinarios de la cosecha aportaron US$ 10.000 millones
más que el año pasado. A eso se suma la llegada de los US$ 4.300 millones de
los DEG del FMI (aportes del Fondo para compensar gastos ocasionados por la
pandemia). Sin embargo, el año cerrará con reservas netas en torno a US$ 3.000
millones, US$ 500 millones menos
que hace un año.
Las
importaciones en alza para cubrirse de la expectativa de devaluación, el pago de deudas públicas y privadas,
la compra de dólares por parte de los ahorristas y los gastos con tarjeta en el exterior, más lo que que
gastó el Central para intervenir
en los dólares paralelos, fueron las vías de salida de las divisas.
¿Qué pasó con ese excedente de US$ 14.000 millones
entre exportaciones y DEG? ¿Cómo se llegó a fin de año con el Banco
Central volviendo a reforzar el cepo para que no se escapen los
dólares?
En
lo que va del año, Argentina acumula exportaciones por US$ 65.100 millones,
mientras que las importaciones alcanzaron los US$ 51.200 millones.
El
economista Fernando Marull resume
que entre los mejores precios de la cosecha y la mayor demanda de productos
industriales desde Brasil entraron este año US$ 10.000 millones más por exportaciones que en 2020. A la
vez, por el repunte de la economía, que va a terminar el año con un crecimiento
en torno al 10%, subieron las importaciones. De todos modos, el salto combinado
de exportaciones e importaciones dejará un saldo comercial a favor de US$
14.000 millones.
Además
de las exportaciones, el otro ingreso fuerte de dólares del año fueron los DEG.
Se trató de un aporte especial que
hizo el Fondo Monetario a los países miembros para compensar los
mayores gastos de la pandemia. Son dólares que no se devuelven, pero que
Argentina aplicará a saldar vencimientos con el propio FMI.
A
la Argentina le tocaron US$ 4.300 millones. Parte de estos DEG se usaron para
pagarle un vencimiento al propio Fondo en septiembre por US$ 1.800 millones. Y
lo mismo ocurrirá la semana próxima, con otro vencimiento por US$ 1.800
millones más.
Entonces,
en la cuenta de los dólares que salieron está el pago de las importaciones, más
el cumplimiento de los
vencimientos de la deuda. Además de los US$ 1.800 millones que ya se
pagaron al FMI se cancelaron otras deudas con organismos multilaterales por un total de US$ 5.225 millones. Más
otros US$ 4.100 millones que usaron los privados para pagar sus propias deudas.
Además
salieron US$ 1.695 millones en
viajes y gastos con tarjeta en el exterior y US$ 1.188 millones en compra de
dólar ahorro, por parte de quienes pueden usar el cupo de US$ 200
mensuales.
El
celo por las reservas
Otra
de las vías por donde se fueron las divisas fueron las intervenciones del Banco
Central en el mercado. “Sólo entre el complejo soja y maíz aportaron un flujo
adicional de dólares a la economía de más de US$ 11.000 millones este año. Pero
el Banco Central no utilizó esos dólares para acrecentar las reservas netas,
sino para apreciar el tipo de cambio oficial (15% en términos reales en el año)
y moderar la brecha, destinando para ello US$ 2.427 millones entre enero y noviembre”, indica Lorena Giorgio, economista jefe
de la consultora Equilibra.
Esos
US$ 2.427 millones fueron usados por el Central para intervenir en el mercado
de los dólares alternativos y evitar que se escapara la cotización del contado
con liqui, la operación que se usa para sacar divisas del país. Esta
intervención del Central se cortó después de las elecciones de noviembre y el
contado con liqui pasó de $ 185 a
$ 215. Pese a este gasto de divisas, la brecha sigue rondando el 100%.
María Castiglioni, directora de la consultora C&T, detalla que
el balance cambiario se fue deteriorando a medida que avanzaba el año. “Las
expectativas de que habría ajustes sobre el dólar alentaron las importaciones y eso también aumentó la compra de
divisas para atesoramiento”.
“Todo
lleva a que al final del día, el Banco Central está teniendo las reservas brutas en el mismo nivel que el año pasado,
pero las reservas netas, con las que efectivamente puede intervenir el Central
en el mercado, están por debajo”, dice Castiglioni.
Cuando arrancó el gobierno de Alberto Fernández, las
reservas netas eran de US$ 11.244 millones. Al 31 de diciembre del 2020 llegaban
a US$ 3.087 millones. Y al 30 de noviembre de este año alcanzan a US$ 3.826
millones, pero si se descuentan los DEG quedan en US$ 2.436 millones.
“Todos los cepos no alcanzan cuando
la gente quiere importar al dólar oficial o comprar billetes porque tiene una
expectativa de devaluación y porque no confía en la propia moneda”, señala
Castiglioni.
“El Banco Central no logra parar la caída de
reservas”, dicen
en la consultora Eco Go. Pese a los ingresos extra de este año, el Central tuvo
que reforzar el cepo cambiario en varios momentos del año. Y recientemente,
“han renovado las medidas precautorias para seguir encepando la demanda de
dólares, como la decisión de extender por seis meses más la restricción
para el acceso de divisas para la cancelación de deudas en el exterior y
establecer reglas para poder realizar compras de bienes”, apunta Sebastián Menescaldi, director de
Eco Go.
¿Qué
pasará en 2022?
Los
economistas coinciden en que el tema clave para hacer proyecciones para el año
próximo pasa por el acuerdo con el FMI. La negociación avanza pero aún no está
claro cuándo se firmará ni en qué condiciones.
En
el medio, el gobierno debe pagar US$ 1.800 millones el 22 de diciembre y US$
5.540 millones en el primer trimestre.
En
ese marco, los pronósticos indican que el PBI crecerá muy poco y las exportaciones bajarán, mientras que las
necesidades de dólares se incrementarán.
“Las
expectativas de divisas comerciales distan
de ser favorables para el año próximo, afectando la disponibilidad
de acrecentar las reservas”, sostiene Menescaldi.
El
pronóstico de Eco Go es que en 2022 las
exportaciones van a retroceder 7%. Esa baja se dará más por caída de precios
que por cantidades. Este cambio en las condiciones del mercado hará que
las exportaciones agroindustriales pasen
de dar un salto del 61% este año a una caída de 13,8% en 2022. Y dada la
mayor demanda de divisas para el pago de servicios e intereses, el saldo comercial se reducirá en US$ 5.000
millones.
La
situación se complicaría aún más si la economía exhibe alguna recuperación y
crece por encima del exiguo 0,5% que prevé Eco Go. En este escenario, las
importaciones caerían 0,7%. Esto sería consecuencia de la baja de los bienes de
consumo por la merma del poder adquisitivo y una menor oferta industrial. Cada
punto adicional de expansión del producto implicaría una necesidad de
endeudamiento de US$ 2.100 millones.
Para crecer 4% como plantea el presupuesto se
necesitan US$ 7.400 millones adicionales, según los cálculos de Eco Go.
“Para adelante hay que calibrar, el Fondo está
mirando eso también. ‘Tenes que comprar
reservas’, lo dice en el comunicado”, comenta Marull.
“Implícitamente el FMI está diciendo que se haga algo con el tipo de cambio para bajar la brecha y
que eventualmente la liquidación del superávit comercial cambiario no se caiga
tanto. Ahora hay que ajustar un
poco más por precio que por cantidad: el Fondo pide que mueva más el dólar y
que afloje un poco el cepo”.
Según
Marull, si bien el acuerdo en sí mismo no resuelve el dilema de la falta de
divisas, aportaría una ayuda. “Hay chances de que si hacen un acuerdo aceptable
para el Fondo, sin dejar de ser un acuerdo light, el organismo devuelva los US$
4300 millones de los DEG que Argentina va destinando al pago de las deudas. Eso
no aumenta las reservas netas, -aunque los DEG son relativamente liquidables-,
pero con eso Argentina quedaría mejor parada”.
En
2021 los dólares, como llegaron, se fueron. Hasta la vicepresidenta Cristina
Fernández Kirchner aceptó, el viernes en Plaza de Mayo, que dólares sobran,
aunque no los tiene el Gobierno. Y
difícilmente los tenga sin un plan, como dice el FMI, creíble y sustentable.
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