Por
Daniel Fernández Canedo - Uno de los puntos clave a resolver en la negociación
técnica entre el Gobierno y el Fondo Monetario Internacional por
un nuevo préstamo del organismo es el nivel del dólar y, más específicamente, el de la brecha cambiaria.
En
números, el dólar mayorista está en $ 101,50 y el "contado
con liquidación" (dólar libre blanco) supera los $ 209, a pesar de haber
cedido en los últimos días.
Esa
brecha de 105% es el indicador más evidente de las restricciones cambiarias que
aplica el Gobierno para contener la pérdida de reservas que profundiza los
problemas del comercio exterior al punto que un productor de soja recibe un dólar de $ 68 mientras que muchas empresas deben cancelar deudas con uno superior
a los $ 200.
En
medio del laberinto para el comercio que ese marco genera, el Gobierno sostiene
que el camino para bajar la brecha será la aceleración del ritmo de aumento del dólar mayorista (de 1% a 2% mensual,
por debajo de la inflación) y no un salto cambiario a pesar de que,
por ahora, no demuestra poder ganar reservas.
En
el mundo de los negocios un interrogante esencial es si el Gobierno podrá
evitar un salto cambiario (se habla mucho de un 19,2% como el que aplicó Juan Carlos Fábrega en enero de
2014 en que el dólar pasó de $ 6,50 a $ 7,75) o si la aceleración del dólar
oficial (por ahora es casi un gesto) permitirá abrir el horizonte cambiario
para 2022.
Un
punto fundamental, dejando de lado el tan meneado acuerdo con el FMI que, después de más de un año de sarasa, ahora
se cree más cercano, es si la Argentina logrará aumentar sus exportaciones el año que viene.
Este
año terminará con un resultado excepcional: US$ 75.000 millones de la mano de los precios altos de los
granos en el mercado internacional, un situación que probablemente no se repita en 2022.
Según
los expertos —Marcelo Elizondo viene batallando sobre el tema desde hace
tiempo—, la Argentina necesitaría pasar de US$ 75.000 millones a US$ 90.000
millones de exportaciones para aspirar
a conseguir un volumen de dólares suficientes para aspirar a crecer
y no solo a reactivar.
Un
punto sensible del año próximo es que el
mundo desarrollado se prepara para una suba de la tasa de interés ante
el salto de la inflación en EE.UU. como consecuencia de la política de
expansión monetaria aplicada para reactivar la actividad económica después de
la fuerte caída generada por la pandemia de coronavirus.
El
posible fin de la "era de
tasa cero" es un dato a considerar. Tasas más altas
generalmente implican un dólar
fortalecido a nivel mundial con la contracara de precios más débiles de las materias primas.
El
necesario "salto exportador" debería, por tanto, apoyarse más en
un aumento de las cantidades
exportadas que en la esperanzada idea de que los buenos precios
internacionales volverán a jugar a favor en 2021.
Además,
y esto es un llamado de atención para las exportaciones industriales, los
pronósticos sobre el crecimiento del socio brasileño no son demasiado halagüeños. Brasil, estiman, crecería
entre cero y 1% el año próximo.
En
medio de la escasez de dólares Miguel Pesce dispuso prorrogar por seis meses la resolución "A7030" que
viene desde mayo de 2020 y que establece límites para el pago anticipado de
importaciones y para la cancelación de deudas comerciales y financieras,
flexibilizando muy poco las restricciones.
Por
otra parte, el Gobierno validó el cepo
a la exportaciones de carne pero con flexibilizaciones.
La
administración de la escasez va determinando un modo político que para buena
parte de los observadores se podría proyectar en los dos años que le quedan de
gobierno a Alberto Fernández.
Volviendo
a Elizondo y poniendo el foco en un tema clave para el desarrollo como es la
relación entre exportaciones e importaciones, destaca un informe de la OCDE
sobre el componente importado que tienen las exportaciones de 70 países. El promedio es de 25%.
En
el caso argentino, esa relación es
de 6,9% y muy probablemente las políticas que fueron creando la
idea de que la falta de dólares en
la Argentina es "estructural" contribuyen a pensar que
solo una ola de buenos precios internacionales nos puede salvar del
estancamiento.
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