Sábado 7 - Por Martín Kanenguiser - La respuesta cuantitativa
es sencilla: será un año con menor crecimiento económico y mayor inflación, con
caída del salario real.
Todos
los cañones del Gobierno están colocados para firmar un acuerdo, tal como lo
demuestran algunas acciones de marketing político (el encuentro del
ministro Martín Guzmán con la CGT y la estrategia de afirmar que el
organismo hará un “mea culpa” antes de firmar otro acuerdo) y otras concretas,
como dejar de intervenir en el tipo de cambio paralelo y cortar el subsidio al
“dólar turista”.
En
este sentido, la consultora Analytica afirmó que “la suspensión del pago con
tarjetas de crédito en cuotas fijas de los viajes y gastos de turismo al
exterior es apenas una medida más de las que el Banco Central viene
implementando en el marco de su política general de cuidado de las reservas”.
“Si
bien afecta a una clase media que le es esquiva electoralmente, apunta a
ofrecer prendas de negociación ante el inminente acuerdo con el FMI. Como
cualquier acreedor, el Fondo requiere que las divisas sean de algún modo
protegidas por el deudor, y eso es lo que viene sucediendo, en especial tras la
derrota electoral del oficialismo”, señaló el informe de la consultora
de Ricardo Delgado.
Previamente,
el BCRA había ajustado los pagos por importaciones y “dejó de intervenir con
bonos propios en el mercado del dólar Contado con Liquidación –CCL– liberando
su cotización”, tras haber utilizado USD 2.360 millones desde octubre de 2020
con este fin, agregó Analytica.
El premio Nobel Joseph
Stiglitz y el ministro Martín Guzmán
¿Significa
entonces que habrá un acuerdo?; no necesariamente, pero son condiciones básicas
para la negociación técnica que empezará este fin de semana en
Washington liderada por el delegado argentino ante el
organismo, Sergio Chodos.
A
partir de ahora se terminarán las especulaciones y las fantasías acerca de la
posibilidad de que el organismo sea condescendiente por haberle otorgado un
crédito excepcional en 2018 o por la relación de amistad entre su directora
gerente, Kristalina Georgieva, y el premio Nobel y padrino
intelectual de Guzmán, Joseph Stiglitz.
Por
supuesto que es legítimo plantear otro interrogante: ¿cuál sería el
panorama si el país no firmara este acuerdo de reprogramación de su pesada
deuda de USD 44.000 millones?
Y
la respuesta posiblemente sería igual de corta: peor que un escenario con
acuerdo, en principio porque se le cerrarían todas las fuentes de
financiamiento que tiene disponibles, como las del Banco Mundial y el
Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Solo
por estas fuentes, el Ministerio de Economía calculó que en 2022 ingresarán
12.000 millones de dólares netos; sin ese dinero, sería imposible de
calcular el efecto de una emisión monetaria similar para cubrir el déficit
fiscal del año próximo, advierten los analistas.
El
Gobierno puede sacar pecho con legitimidad para subrayar la fuerte recuperación
económica de este año, superior al cálculo de los analistas privados, ya que
estará cerca de empardar la fuerte caída del 10% registrada en 2020 por la
pandemia y la cuarentena. Pero para 2022, el pronóstico de los analistas
ronda el 2,2% según el último informe de Latin Focus y el Gobierno estimó un
4%, mientras que el FMI apostó al 2,5 por ciento.
Martin
Guzmán en una reunión en el FMI junto a Sergio Chodos y Julie Kozack
Como
en otras ocasiones, ya comenzaron los debates sobre la denominación de este
proceso: si es un “rebote” o “crecimiento genuino”, pero más allá de las
diferentes opiniones, el dato será sensiblemente menor al de este año,
combinado con una inflación que posiblemente supere al 51% de fin de este año y se podría ubicar en
torno del 60-70 por ciento.
Al
respecto, un informe del estudio LCG puso el dedo en la llaga, al indicar la
inutilidad del congelamiento de precios como principal arma para combatir la
inflación, tal como lo demuestran los resultados preliminares de noviembre.
“Nuevamente el mes de noviembre registró una
inflación por encima del 3%. Dos meses de discusión sobre los precios para
tan malos resultados no parece haber sido un gran acierto”.
“A
pesar del congelamiento de alimentos, de un tipo de cambio que se sigue
retrasando, tarifas y combustibles congelados y una actividad poco dinámica, la
inflación no cede a un ritmo inferior al 40% anual”, señaló el estudio que
dirige Guido Lorenzo.
“Lo
mejor a lo que puede aspirar el Gobierno, luego de un acuerdo con el Fondo
Monetario Internacional, es a encontrar una nominalidad más alta, en torno al
4% o 5% mensual, una vez que las anclas mencionadas se dejen de utilizar como
política antiinflacionaria”, advirtió.
LCG
criticó la poca eficacia del congelamiento para frenar la inflación
Como
resultado, la inflación se situaría “en un rango de entre 60% y 80% para
2022″, frente al 33% proyectado por el Gobierno en el presupuesto.
“Ese
nivel de inflación, en un escalón más alto del actual, reabre el conflicto
distributivo y pone un cepo al crecimiento”.
Por
esta razón, “es de esperar que el próximo año nuevamente los salarios pierdan
contra el aumento de los precios y el Estado termine haciendo el ajuste
del gasto licuando los ingresos de la seguridad social”.
Este
ajuste, que el Gobierno ya comenzó, “redunda en una política fiscal altamente
regresiva que se podría haber suavizado e, incluso, evitado si se hubiera
comunicado la situación debidamente a la sociedad y se hubiera ejecutado un
programa donde todos los actores avanzaran en la misma dirección”, indicó LCG.
“El ministro Martín Guzmán insiste en la
necesidad de coordinar expectativas, pero es el primero en desalinear las
mismas, planteando metas de inflación incumplibles y, rompiendo así, los
contratos”.
Por
este motivo, “con este nivel de inflación pensar que la economía puede crecer
por encima del arrastre estadístico es muy ambicioso. En especial, con tasas de
interés reales negativas y una inflación cuyo nivel ya se encuentra alto y
posiblemente se intensifique, lo cual posiblemente redunde en un menor ahorro
interno y, por tanto, menores posibilidades de reemplazar la capacidad
instalada”.
En
la misma sintonía, un informe del estudio ECO GO indica que “sin dólares a
la vista, el rápido rebote de 2021 no se va a verificar en 2022. La necesidad
de salir de las dos anclas rígidas que operaron este año (el dólar, las tarifas
y los combustibles) asegura un nivel de inflación más alta el año próximo”, un
diagnóstico que parece de inexorable cumplimiento.
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