Por Juan Strasnoy
Peyre
- El Gobierno atraviesa jornadas de frenéticas negociaciones a
contrarreloj con el staff del Fondo Monetario Internacional. El objetivo
oficial, en el que trabaja el Gabinete económico, es intentar alcanzar un
acuerdo con la plana técnica del organismo sobre la evolución de las
principales variables macroeconómicas durante los años venideros que estructure
el programa económico plurianual que se enviará al Congreso la primera semana
de diciembre, como anunció Alberto Fernández.
Si
bien las fuentes gubernamentales deslizan cierto optimismo en la posibilidad de
alcanzarlo y destacan que hay avances en la negociación, la definición de un
programa que marcará el destino próximo del país enfrenta grandes puntos de
tensión. Los focos principales, según supo Ámbito, son el ritmo de crecimiento,
el sendero fiscal y el financiamiento del déficit, aunque no son los únicos.
Martín
Guzmán mantiene comunicaciones cotidianas con los funcionarios del FMI liderados por la
subdirectora para el Hemisferio Occidental, Julie Kozack. Fuentes oficiales
recalcan que habrá que esperar a los primeros días de diciembre para ver las
definiciones. Aún no se alcanzó un acuerdo sobre el contenido las metas que
integrarán las planillas anexas del proyecto de ley que el Ejecutivo girará al
Parlamento para someterlo a discusión, ante el reclamo del Fondo de un amplio
apoyo político. Un aval que hoy no
está garantizado en todos los sectores del oficialismo. El programa permitiría
refinanciar los u$s45.000 millones de deuda que tomó Mauricio Macri en 2018
pero dejaría una auditoría permanente del organismo sobre la política
económica.
En
cuanto a los tiempos, este diario supo que el proyecto no necesariamente se
presentará la próxima semana, que (además de los primeros de diciembre)
incluirá los últimos días de noviembre. En el Gabinete económico asumen que el
concepto “primera semana” que mencionó el Presidente podría estirarse hasta la
que finaliza el viernes 10. Aunque algunos de sus funcionarios plantean que,
por la incertidumbre que genera la negociación en el mercado y las presiones
cambiarias asociadas, el acuerdo no debería estirarse mucho más allá.
En
ese marco, en el cierre de las Jornadas Monetarias y Bancarias que organizó el
Banco Central, su presidente, Miguel Pesce, reiteró el pedido de que el FMI
flexibilice las condiciones de los préstamos extraordinarios, como el que le
brindó a la Argentina. “No hay que descartar que se repitan otras
circunstancias similares, en otros países; por eso, hay que adecuar los plazos
y las tasas de interés a los volúmenes de asistencia que puedan requerir los
países miembros del Fondo”, señaló, en línea con planteos que ya había
realizado en otras oportunidades Martín Guzmán, quien también expuso en el
mismo evento.
También señaló que sería
importante que se habilite un mecanismo de redistribución bilateral de los
Derechos Especiales de Giro que emitió el organismo desde países que no los
necesiten hacia países en crisis, incluidos los de ingresos medios. Es algo que
también negocia el Gobierno, aunque estos temas serán discutidos por el
directorio del Fondo más adelante.
Para
no sumar ruido en estos momentos, el Central salió a aclarar rápidamente en un
comunicado que esas expresiones se dieron “en el marco de las reformas que
están en debate en ámbitos como el Grupo de los 20, sin referirse
particularmente a la negociación que la Argentina lleva adelante con el
organismo”. Y agregó que “más allá de estas esperadas reformas, la
Administración Nacional y el BCRA están trabajando intensamente para la
definición de un programa con el FMI”. Desde la entidad señalaron que la
aclaración respondió a algunas interpretaciones mediáticas que ligaron ese
planteo a la falta de avances en la negociación.
Puntos
de discordia
A
su turno, Guzmán afirmó: “Hoy el principal escollo para mantener la estabilidad
es la deuda con el FMI, que hay que lograr refinanciar sobre la base de
términos que permitan que la economía argentina se pueda seguir recuperando”.
Justamente allí radica el principal foco de tensión en la negociación, según
pudo reconstruir Ámbito de distintas fuentes al tanto de las
conversaciones. El Fondo, como es
habitual en sus recetas, exige un pronto tránsito al superávit fiscal vía
ajuste y un acelerado ritmo de acumulación de reservas para garantizar el
repago de la deuda. Así, le advierte al Gobierno que una reactivación económica
rápida iría a contramano de esa premisa.
A
la luz de los últimos datos y como contó este medio, el Gobierno espera que
este año la economía crezca casi 10%. Muy por encima del 8% que incluyó Guzmán
en el proyecto de Presupuesto 2022, cuyo tratamiento en el Congreso se pateó
para después del envío del programa plurianual ya que éste podría modificar las
previsiones. Para el próximo año, ese proyecto plantea un crecimiento del 4%,
un supuesto que hoy luce poco ambicioso ya que el arrastre estadístico que
dejará 2021 estará cerca del 3%. El FMI, en cambio, se mantiene más cerca de su
última proyección de crecimiento para argentina, publicada en octubre: 2,5%. Un
número que habla más bien de un estancamiento.
El
cuestionamiento del organismo es que, por un lado, un crecimiento mayor
impulsaría las importaciones y ralentizaría la recuperación de las reservas.
Por otro, que si hubiera una reactivación más acelerada de la que ellos
plantean, Economía debería aprovecharla para cerrar de forma casi inmediata el
bache fiscal. “Si crecés más, no aumentes el déficit” y “cuidado con impulsar
demasiado la demanda” son los mensajes del Fondo para un país con 40% de
pobreza.
El
proyecto de Presupuesto plantea que este año habrá un déficit primario de 4%
del PBI y que en 2022 se reducirá al 3,3%. Sin embargo, algunos funcionarios ya
reconocen que, por el crecimiento más acelerado al proyectado y la disciplina
fiscal del primer semestre, este año el déficit será menor en relación al
producto. Las consultoras lo estiman en alrededor del 3%. El Gobierno también
quiere avanzar en una reducción del rojo aunque de forma gradual (apunta a un
equilibrio primario en alrededor de tres años). Pero el impulso o ajuste fiscal
es aún materia de debate en el oficialismo.
De esa
discusión se deriva el debate sobre cómo financiar ese rojo. El FMI quiere
cerrar rápidamente el financiamiento del Tesoro con emisión monetaria. El
Gobierno aquí también apela al gradualismo, aunque apuesta a que un acuerdo con
el Fondo libere crédito de entidades multilaterales y que eso ayude a bajar las
necesidades de asistencia del BCRA al fisco.
Sobre
estos puntos, Guzmán planteó ayer que “el Estado debe ser capaz de jugar un rol
contracíclico, seguir impulsando la demanda agregada de una forma que propicie
la continuidad de la recuperación económica”, aunque apuntó que hay que
construir “mayor resiliencia, dependiendo menos del endeudamiento y de la
emisión monetaria”. Y agregó: “El superávit fiscal es virtuoso cuando es hijo
del crecimiento”.
Lo
cierto es que la negociación sigue en marcha y en el Gobierno señalan que las
conversaciones continúan en busca de aproximar los números de ambas partes.
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