Por Claudio Zlotnik - El
funcionario del equipo económico se sincera: "Necesitamos cambiar las expectativas. Y urgente". Detrás de sus palabras
se esconde la verdadera razón por la que Martín Guzmán pasó de estirar un acuerdo con el
Fondo Monetario para el mes de febrero a considerarlo para el mes que viene.
La
constante caída de las reservas del Banco Central puso la alerta roja. La
dinámica negativa no pudo frenar ni antes ni después de las elecciones; ni
siquiera con los constantes ajustes sobre el "cepo".
No hay muralla que pueda
contener la ola dolarizadora en un escenario en donde no es seguro el acuerdo
con el FMI.
Las cada vez más debilitadas reservas son una invitación a que la única apuesta
segura sea la compra de billetes verdes. Por eso todos los que pueden tratan de
sacarle dólares a $100 al Central.
Alberto
Fernández y Guzmán hace tiempo que observaron esa lógica con preocupación, pero
el pulgar para abajo de Cristina Kirchner demoró cualquier acuerdo con el
Fondo.
Según
reveló el propio ministro, ahora la vicepresidenta modificó esa
postura -hasta ahora inflexible- también bajo el alerta de que las
reservas sólo van para abajo. En la semana post elecciones, el BCRA perdió
u$s115 millones. Durante noviembre, se fueron u$s760 millones.
Sin
el acuerdo con el Fondo Monetario, esa tendencia se agravará. No sólo hay que
mirar la demanda. También la oferta, por parte de los exportadores, que también
tomaron nota y tratarán de retener la próxima cosecha "fina" si las
cosas se ponen pesadas.
"O
llegamos con las reservas a la cosecha de abril o al acuerdo con el Fondo,
o ajústense el cinturón, porque el avión se va mover", graficó el
economista Martín Redrado para dar cuenta de la compleja situación.
Las
flojas expectativas no sólo impactan sobre el mercado cambiario. Las tensiones
incluyen a los demás precios de la economía.
Algo
de esto se vio antes del fin de semana largo: los precios de los alimentos
vuelven a escalar por encima del índice general, más allá de que existe una
canasta de productos a precios congelados hasta enero.
La falta de horizonte en el
mercado cambiario lo distorsiona todo, admiten los funcionarios que intentan dar pelea a una
suba de precios que por momentos parece imparable.
El
acuerdo que se viene
En
sus planteos a Washington, el ministro de Economía venía reforzando la idea de
que la Argentina -que atraviesa una extensa crisis, desde abril de 2018- no
tiene margen para el ajuste.
Su
última postura fue prometer un déficit primario del 3,3% para el próximo año,
dando idea de que tienen una estrategia de reducción gradual también para los
próximos años. En su hoja de ruta,
el equilibrio de las cuentas públicas recién se alcanzaría hacia 2025 o 2026. En la Argentina de la
brecha cambiaria del 100% y el "súper cepo", el planteo de esos
plazos es imposible de evaluar.
Así
y todo, la baja del déficit llegaría mediante el compromiso de una recomposición
de las tarifas de los servicios de luz y gas. También de transporte público,
sobre todo en el área metropolitana.
Esa suba
de las tarifas se hará en forma segmentada. Su instrumentación viene muy
demorada y no sólo por la resistencia del kirchnerismo a aplicar cambios. En
Economía se quejan de la displicencia de funcionarios ligados al área
energética. Y también miran al Banco Central, que proveyó datos de los clientes
bancarios que habrían servido de muy poco.
El
principal argumento de Guzmán ante el FMI es que la Argentina necesita un plan
que le permita afianzar el ritmo de crecimiento. La recuperación de este año
servirá para dejar atrás la catástrofe de la pandemia, pero lo cierto es que la
inflación y la falta de empleo hace estragos en una sociedad muy golpeada, que
acaba de castigar al gobierno nacional en las urnas.
Además
de Guzmán y el propio Presidente, hay dos personas que vienen trabajando a
favor del pronto acuerdo: Sergio Massa y el jefe de Gabinete, Juan Manzur.
El
tucumano pasó buena parte de la última campaña estrechando lazos con
funcionarios de organismos en Washington, pero también con inversores y
banqueros de Wall Street.
En
línea con el jefe de Estado, la idea que merodea a Massa y Manzur es que la
Argentina debe firmar lo más pronto posible con el FMI y profundizar la idea
del relanzamiento del Gobierno. Un poco lo que planteó Fernández en su mensaje
por TV el domingo de los comicios, antes del trasladarse al búnker del FDT.
A esta altura de la crisis
cambiaria, el Gobierno dejó de lado el pedido para que el Fondo Monetario
baje la tasa de interés de
los préstamos a la Argentina. Algo que hasta ahora parecía irrenunciable.
No
es que la Casa Rosada deje de lado el reclamo. Insistirá cada vez que pueda.
Pero se conformará con que el organismo anuncie que ese sobrecosto será
revisado más adelante, con los tiempos que impone la burocracia de Washington.
Lo mismo corre para los plazos de los créditos, que por ahora se quedarán en
los diez años pero se incluiría una cláusula de revisión, también para más
adelante.
"Lo
que buscamos es primero alcanzar los entendimientos con el staff del FMI y
luego involucrar a las distintas fuerzas políticas representadas en el Congreso
de la Nación", sostuvo Guzmán en sus declaraciones previas al fin de
semana largo.
En
la Casa Rosada suponen que se conseguirá un respaldo amplio a lo que
se acuerde con el Fondo, más allá de que todos esperan un debate áspero y
extenso en el Congreso, que incluirá a la vicepresidenta.
Guzmán cree que la firma con
el FMI sería estabilizador de la crisis cambiaria. El ministro negocia (acaso por las dudas) que
el acuerdo contemple el reembolso -por parte del Fondo- de los u$s4.500
millones que se le habrá pagado al organismo en estos últimos meses.
Como
se puede ver, las próximas semanas serán claves. El Gobierno decidió poner la
quinta marcha y dejar de jugar con fuego.
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