Domingo 21 - Por Pablo Wende
- Argentina tiene bien ganada la fama de incumplidor serial. No sólo porque
entró en default más de una decena de veces con el sector privado. También
incumplió en reiteradas oportunidades los acuerdos firmados con el FMI. La crónica de la década de 1980 y 1990 está
plagada de pedidos de “waivers”, o dispensas, por no llegar a las metas
comprometidas con el organismo. Ahora no hay nadie en Wall Street ni en el
mercado local que crean que sucederá algo distinto.
La
agencia Moody´s sorprendió
al decir con todas las letras lo que todo el mundo piensa por lo bajo: “El riesgo de incumplir las metas que surjan
de un nuevo acuerdo con el FMI es altamente elevado”. El
razonamiento que utilizan es de sentido común. Ningún gobierno que quiera ganar
las elecciones en 2023 aceptará un ajuste de las cuentas públicas, que
necesariamente incluirá un fuerte aumento de tarifas, reducción de la obra
pública y seguramente caída real de salarios. Y si se firma porque no queda
otra, ante los millonarios vencimientos con el organismo que habrá que
enfrentar en los próximos dos años, entonces será casi imposible cumplir lo
acordado.
Con
esta perspectiva, el entusiasmo de
los inversores de esperar un acuerdo con el FMI se redujo sustancialmente. Detrás
de este escepticismo está la sospecha de que el compromiso de bajar el déficit,
acumular reservas y ordenar el mercado cambiario no será respetado por las
autoridades. Pero además no se disipa la desconfianza de cuál es la postura de Cristina Kirchner y el
kirchnerismo más duro dentro de Frente de Todos. Martín Guzmán aseguró que cuenta con el aval de todos los
participantes del espacio para avanzar con el Fondo. Sin embargo, la
vicepresidenta no emitió una sola palabra desde las elecciones del último domingo.
También hay un problema de plazos. Esperar hasta marzo para cerrar el acuerdo
es una eternidad para los grandes desequilibrios que acumula la economía.
Desde
Washington piden que esta vez el acuerdo llegue con un “elevado consenso”
político y social. Llevar la negociación al Congreso es un experimento que
además no tiene antecedentes y ya generó rispideces entre Gobierno y oposición
aún antes de conocerse el contenido.
Motivos
de desánimo
Los activos financieros sufrieron fuertes caídas en
la última semana, reflejando la decepción post electoral de los inversores ¿Qué hay detrás de
este desánimo? Es imposible nombrar un solo motivo, pero posiblemente sean
varios que confluyen:
- La derrota del kirchnerismo fue clara en las elecciones,
pero en Wall Street tenían la
expectativa de una paliza mayor, particularmente en la provincia de Buenos
Aires. También desconfían de la postura más dialoguista con el
Gobierno que mantiene el jefe de Gobierno, Horacio Rodriguez Larreta.
- La interna del Gobierno sigue latente y es posible que la pelea
entre el kirchnerismo y el peronismo tradicional se intensifique en los
próximos meses.
- La escasez de reservas complica todavía más el
panorama. El
Banco Central tuvo que dejar de intervenir para fijar el precio del dólar
bursátil y el Contado con Liquidación voló, pasando de $ 180 a $ 210 en apenas
una semana.
La
situación financiera no da para euforias ni mucho menor. Las acciones de los
bancos cayeron 15% en dólares en Wall Street en la última semana. El riesgo
país volvió a niveles de 1.750 puntos básicos, el máximo del año. Las chances de una nueva renegociación de la
deuda son cada vez mayores, a medida que pasan los meses y el Gobierno no logra
una mejora en la percepción de los inversores.
Vasos
comunicantes
Existen
vasos comunicantes muy claros entre el comportamiento de las variables
financieras y el tipo de cambio. En la medida que no afloja la desconfianza,
los inversores buscan dolarizarse cueste lo que cueste. La manera de hacerlo es
a través de la venta de bonos, lo que deprime los precios y aumenta la
cotización del dólar que se obtiene a través de la Bolsa.
Ahora
toda la responsabilidad recae en Guzmán y el plan económico plurianual que
comprometió Alberto Fernández en
su discurso grabado luego de las elecciones legislativas. Según explicó el
propio ministro de Economía, el contenido incluirá la base del acuerdo con el
FMI. La continuidad del ministro sin dudas está atada a llegar al acuerdo con
el Fondo, que además permite evitar una nueva crisis cambiaria.
Se trata posiblemente de la última bala de plata que
le queda al ministro de Economía para alinear las expectativas de los
inversores y evitar un descalabro mayor, que impacte duramente sobre el mercado
cambiario. Las
metas fiscales y monetarias, más otros compromisos que se asuman para los
próximos años, definirán si el Gobierno es capaz de achicar por las buenas la
brecha cambiaria y reducir gradualmente la inflación.
Los
antecedentes no le juegan a favor. El
acuerdo alcanzado con los bonistas fue un verdadero fiasco, que sólo pateó para
adelante vencimientos pero fracasó a la hora de mejorar el clima financiero, ni
calmó al dólar. Ahora se corre el mismo peligro: que el acuerdo con el
Fondo consista exclusivamente en patear para adelante el problema de los pagos,
sin sentar bases sólidas para encauzar una economía atada con alambres.
Guzmán,
en una reunión virtual con Máximo Kirchner y Sergio Massa. El ministro dijo que
la negociación tiene el apoyo de "todo el Frente de Todos"
El
peor escenario es el de caer en atrasos con el FMI, ya que la Argentina
quedaría totalmente aislada del mundo financiero, también implicaría incumplir
con el Club de París y posiblemente deje de recibir financiamiento de otros
organismos multilaterales como el Banco Mundial. Dejando de lado la posibilidad
de este escenario, un acuerdo tampoco solucionará nada por sí y posiblemente
tampoco permita regenerar la confianza.
El
paso de los días sin señales concretas le juega claramente en contra al
Gobierno y a la economía. El Banco
Central tuvo que intensificar la venta de dólares a lo largo de la semana. Las
acciones profundizaron sus caídas y el riesgo país terminó en máximos. La
brecha cambiaria ya supera el 110%, según el tipo de cambio que se tome en
cuenta.
El
titular del BCRA, Miguel Pesce,
continúa con la política de subir el tipo de cambio a cuentagotas, a un ritmo
insostenible de 1% mensual. Pero es claro que sólo lo aumentará cuando el
acuerdo con el FMI esté encaminado. Previamente, habrá que definir con el
organismo una estrategia de acumulación de reservas, imprescindible para evitar
una nueva crisis cambiaria en los próximos meses.
Aunque
Guzmán lo niegue, el aumento de la
brecha por encima del 100% alienta más expectativas de devaluación o bien de un
mayor endurecimiento del cepo cambiario. Y al mismo tiempo también
provoca mayor presión sobre los precios, porque los productores temen un salto
cambiario o bien trabas para reponer el producto.
Todo
esto lleva a fuertes remarcaciones, que se siguen reflejando en los datos de inflación.
Tras el 3,5% de septiembre y octubre, se espera una reducción apenas marginal
en noviembre. Pero a partir de diciembre y en los meses de verano es muy
probable que se vuelva a índices más cercanos al 4% mensual, al tiempo que
deberán destaparse muchas ollas a presión simultáneamente. Aunque todavía falta
para 2022, los días posteriores a las elecciones proyectan un duro augurio para
el año próximo.
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