Por Carlos
Burgueño - El proyecto de ley que el Gobierno enviará al Congreso la
primer semana de
diciembre sobre el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), incluirá algunos (no
todos) los capítulos del Facilidades Extendidas cuya negociación aún está
incompleta. Y que demandará, tal como adelantó este medio, el cierre de dos
capítulos importantes: la discusión vía board del organismo para aprobar (o no)
la reducción de las tasas de interés del 4,05% a 1,05% y la discusión sobre
cuál será el contenido de la reducción del gasto o el incremento de los
ingresos para lograr el equilibrio fiscal.
Esto
implica que se descuenta una realidad: el acuerdo demorará al menos
hasta febrero del año próximo. No podrá ser antes. No dan los tiempos,
aún poniendo voluntad extrema. Lo máximo a lo que se puede aspirar es a que el
proyecto de ley contenga algunos de los aspectos del Facilidades Extendidas.
Incluso algunos importantes como las metas fiscales que el país deberá
cumplir. Esto derivará en una realidad innegociable: Argentina deberá
cumplir en tiempo y forma con el pago de los u$s1.800 millones correspondientes
a la segunda liquidación del año del stand by firmado en 2018 por el gobierno
de Mauricio Macri; dinero que saldrá de los fondos que el propio
organismo giró en agosto pasado correspondientes a los Derechos Especiales de
Giro (DEG) por un total de u$s4.350 millones.
Como
se trata del segundo pago comprometido (el primero fue el 30 de septiembre por
la misma cantidad), de los dólares que el FMI envió este año para,
teóricamente, ejecutar política activa; sólo le quedarán disponibles al
gobierno unos u$s750 millones. Tampoco puede entusiasmarse el Gobierno por ese
exiguo dinero restante. En enero le deberá pagar
también al Fondo Monetario unos u$s738 millones; con lo cual sólo quedarían en
caja unos 12 millones de dólares. Y así se habrán ido los DEG.
Luego,
en febrero, será otro mes complicado. Se le deberán
liquidar al FMI otros 379 millones de dólares y otros u$s195
millones al Club de París, por el acuerdo cerrado en junio de 2022 y
que implicaba dos pagos antes de la liquidación final de marzo 2022 de 1.900
millones de dólares. Estos tres últimos pagos podrían no tener que
ejecutarse, si para febrero del próximo año se cerrara el Facilidades
Extendidas. Esta es la intención del Ministerio de Economía de
Martín Guzmán. Que todos los vencimientos con el FMI y el Club de París desde
febrero en adelante pasen a ser renegociados, y queden fuera de agenda hasta
después de 2026. Para esto, otra vez, es indispensable cerrar el Facilidades
Extendidas antes de marzo de 2022. El esquema más realista es que haya que
liquidar los 1.800 millones de dólares de fin de año y, si las negociaciones
avanzan ya comenzado 2022, especular con incorporar el resto de los
vencimientos al nuevo Facilidades Extendidas y, ya con una Carta de Intención
firmada, abrir un nuevo esquema de conversaciones con el Club de París para también
prorrogar los pagos a ese organismo. En definitiva, tanto ante el FMI como el
Club de París, los acreedores son los mismos: los principales países
desarrollados del mundo, a los cuales Argentina les debe dinero en todas las
variables posibles.
Financiamiento
Lo
que pasará además mientras el Gobierno sostiene las discusiones con el Fondo,
es que el resto de las fuentes de financiamiento de los organismos financieros
internacionales permanecerán activas. Tanto el Banco Mundial como
el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y la CAF continuarán con sus líneas abiertas. Mientras
tanto, en los próximos días, desde Buenos Aires se retomarán las líneas de
conversación con el staff técnico del FMI para establecer
una nueva ronda de intercambio de información entre Buenos Aires y Washington.
Ya
el esquema será diferente a todo lo experimentada hasta aquí en las largas
ruedas de negociaciones entre Argentina y el organismo. Ahora las discusiones serán sobre la base que el país está a punto
de cumplir una de sus promesas: la de establecer una línea política con la
oposición para que un Facilidades Extendidas tenga apoyo de la clase política
local; algo que en la cumbre del G20 de Roma se habló directamente con los
negociadores del Fondo. Habrá que reabrir otro capítulo en
paralelo: el criterio que quiere imponer el gobierno de Alberto Fernández de
evitar un ajuste en el gasto público, y lograr un equilibrio gradual del
déficit fiscal a través de la mejora en los ingresos en lugar de una reducción
de los egresos. Martí Guzmán tendrá que ser convincente. Por lo que se sabe, el
FMI desconfía de este tipo de propuesta. Hace algunos años se la rechazó a
Grecia. Tampoco tuvo suerte Ucrania. Habrá que ver que argumentos utiliza la
Argentina para torcer la historia.
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