Por Mariano
Boettner - El Gobierno
de Alberto Fernández buscará desde este lunes encontrar un segundo
aire a su mandato y ya adelantó que acelerará el trámite del acuerdo con
el Fondo Monetario, que tendrá desde diciembre un primer paso parlamentario antes de que la negociación vuelva a
Washington. Este giro en la estrategia oficial cuenta, según dejan saber en el
oficialismo, con el aval de las tres terminales del Frente de Todos, lo
que fue leído por algunos funcionarios como un respaldo al ministro de
Economía Martín Guzmán.
El jefe del Palacio
de Hacienda aparece en los listados de los eventuales fusibles para una
renovación de staff de ministros desde hace tiempo,
pero su nombre volvió a estar en la discusión después de la derrota del
oficialismo en las PASO, que desató un terremoto dentro de la coalición de
gobierno y que incluyó amagos de renuncias y una carta abierta de Cristina
Kirchner en que cuestionó la dirección de la política económica de Guzmán
y señaló que se trataba de “un ajuste”.
No fue la primera
vez que la relación entre el ministro de Economía y el sector oficialista que
se referencia en la vicepresidenta se tensaba. Anteriormente, y con igual
estado público, había tenido lugar a finales de abril el intento de salida del
subsecretario de Energía Federico Basualdo, que finalmente quedó en la
nada y conservó, hasta el día de hoy, su puesto.
Los
cuestionamientos más o menos airados a la política económica de Guzmán fue
moneda corriente entre dirigentes cercanos a Cristina Kirchner, por
ejemplo, tras la presentación del proyecto de Presupuesto 2022. En esa ala del
Frente de Todos ya adelantaron, incluso antes de que comience su tratamiento en
comisiones, que el texto enviado por el ministro sufrirá cambios. Las
críticas principales son el recorte en los fondos para subsidios que busca
hacer el Ministerio de Economía y el gasto social.
FMI, dólar,
Presupuesto e inflación aparecen en la agenda económica de los próximos meses
La respuesta
“económica” del Gobierno a la derrota en las PASO también fue puesto en tela de
juicio en las últimas semanas. Más allá de las intenciones de cierto sector del
oficialismo, el paquete de asistencia entre las primarias y las generales fue
más acotado de lo que se preveía en un principio. Una de las medidas que se
esperaban con mayor expectativa, la posibilidad de un nuevo IFE con un alcance
más limitado, no terminó por encontrar forma antes del 14 de noviembre.
Un activo que
conservaba Guzmán entre sus pares era, por un lado, poder mostrar la
reestructuración con los bonistas privados como un logro -más allá de que el
riesgo país, por ejemplo, aún se mantiene en niveles altos- y ser el
funcionario al que el FMI reconoce como el interlocutor dentro del
Gobierno para alcanzar un nuevo programa financiero.
La nueva impronta
que buscará darle el oficialismo al tratamiento de la deuda con el Fondo
Monetario fue leído en despachos oficiales como un gesto de respaldo a
Guzmán, principalmente porque, según dijo Alberto Fernández, el
proyecto de ley con las proyecciones económicas plurianuales cuenta con el
apoyo de todo el abanico del Frente de Todos, lo que le quitaría una eventual
tensión interna en el inicio de su debate.
“No deja ninguna
duda que todos en el Frente de Todos tenemos la plena voluntad de alcanzar un
acuerdo sostenible”, comentaba el domingo por la noche, con el resultado puesto
y minutos después del primer mensaje presidencial, una fuente oficial. Desde el
entorno de Guzmán repetían, incluso antes de las PASO, que no había para el
ministro un “antes y después” de las elecciones y que buscaría seguir con ejes
de gestión claves. Algunos de ellos, incluso, tendrán una fuerte incidencia en
lo sucesivo.
La otra agenda económica: Presupuesto, dólar
e inflación
Con todo ese
contexto se retomaría esta semana, en paralelo a la discusión que se iniciará
en el Congreso por los números negociados con el FMI, el tratamiento del
Presupuesto 2022. No tendría lugar todavía el plenario de comisiones, sino que
comenzará con reuniones preliminares antes de que Guzmán tenga que defender el
proyecto en público. El ministerio de Economía esperaba por la invitación del
massismo para asistir.
Además del
Presupuesto, la agenda económica de Guzmán seguirá con una serie de
proyectos de ley que el equipo económico presentó en el Congreso y que
esperan tratamiento. Entre ellos, el de promoción de inversiones
hidrocarburíferas, y otras iniciativas sectoriales para la agroindustria,
electromovilidad y automotriz.
En el frente
externo aparece la restructuración de la deuda, tanto con el Fondo Monetario
Internacional como con el Club de París, un proceso de negociación que no
debería extenderse más allá de marzo, que fue el plazo preliminar que acordó el
Gobierno con ese consorcio de naciones acreedoras como “puente de tiempo” para
encaminar el acuerdo con el FMI.
En el medio de ese
trayecto, además, el Poder Ejecutivo deberá realizar más pagos al organismo con
los derechos especiales de giro (DEG) que el Fondo envió en agosto al país como
parte del reparto general que hizo a sus socios de USD 650.000 millones. A la Argentina
le correspondieron USD 4.300 millones que fueron utilizados un mes después para
un primer pago de capital al FMI.
El Gobierno busca acelerar la negociación
con el FMI
Y en
diciembre, mes en que se discutirá en el Congreso el programa económico plurianual,
tendrá lugar el vencimiento otros USD 1.900 millones. De no mediar la firma de
un programa de facilidades extendidas (EFF) como el que negocia Guzmán desde
hace más de un año, el Estado argentino debería repagar cerca de USD 20.000
millones a partir de 2022, una suma imposible de afrontar con un nivel de
reservas como el que tiene el Banco Central en la actualidad.
La pelea contra la
inflación también aparece en la hoja de ruta. El Gobierno puso en marcha una
serie de congelamientos de precios como respuesta a los índices más elevados de
lo que esperaba a esta altura del año. Guzmán había advertido que el camino de
desaceleración de la inflación que comenzó en marzo podía tener un bache, pero
una aceleración de precios de esta magnitud puso en alerta al Poder Ejecutivo.
En ese marco, el
Gobierno busca asegurarse de que el 2021 no termine por ser el cuarto año
consecutivo en que los salarios terminen por abajo de la inflación. Ese
fue el objetivo que se planteó el equipo económico una vez que la proyección de
precios que había hecho en el presupuesto -de 29% anual- quedó vetusta.
En ese sentido, un
dato reciente que marca la fragilidad de los sectores del mercado de trabajo
que están desplazados del empleo registrado o público: en lo que va del año los
salarios de los trabajadores informales están nada menos que 17 puntos
porcentuales por debajo de la inflación.
Respecto al tipo de
cambio, para los analistas lo que viene será una suerte de “descongelamiento”
del ritmo de depreciación del tipo de cambio oficial. Para la consultora PxQ,
del ex viceministro de Economía Emmanuel Álvarez Agis, “se espera que el
BCRA revise dicha estrategia en el corto plazo”, mencionó.
“Como se señaló en
repetidas oportunidades, un salto discreto en el tipo de cambio oficial tendría
un impacto sustantivo sobre el nivel de precios y, por esta razón, es de
esperar que el Gobierno busque evitarlo hasta las últimas consecuencias. La
aceleración del ritmo de crawling-peg (velocidad de
depreciación) parece el escenario más probable y, aunque no tiene el impacto de
un salto discreto, tiene efecto sobre los precios”, afirmó.
Por su parte, la
consultora Invecq apuntó que uno de los posibles escenarios post electorales
implicaría que el Gobierno en materia cambiaria decida “ir hacia un crawling-peg más
rápido que el 1% mensual que observamos desde mayo pasado para hacerlo
coincidir con la tasa de inflación mensual y que el tipo de cambio real deje de
atrasarse (desde mayo cayó 12,5%) y probablemente un levantamiento de algunas
restricciones cambiaria que podría llevar a un desdoblamiento del mercado con
un segmento comercial controlado y un segmento financiero libre”, concluyeron.
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