Por Julián
Guarino - A última
hora de la noche, y después de que se conociera el resultado de las elecciones legislativas 2021,
el presidente Alberto Fernández difundió un mensaje grabado. Allí confirmó que
en los próximos días convocará a la oposición para consensuar una agenda de trabajo.
En la misma línea hizo un anuncio sorpresivo: que
en la primera semana de diciembre enviará al Congreso un proyecto de ley que
tendrá un programa económico plurianual, que contará con un detalle con
referencia a los niveles de emisión, inflación, actividad
económica y gasto público, entre otros datos, previsto para los próximos años.
Lo anunciado por el
mandatario se relaciona en forma directa con los trascendidos previos a la
jornada, donde el staff del FMI le habría solicitado al Gobierno una hoja de
ruta fiscal y económica, pero, sobre todo, un compromiso de legisladores,
fuerzas políticas y de parte del empresariado y conducción sindical avalando
dicho derrotero.
Según pudo
confirmar Ámbito, y tal como lo anticipó Alberto Fernández, esa
iniciativa contaría ya con el aval de todos los socios del Frente de Todos,
incluido el propio kirchnerismo. De esta manera, el Gobierno da una señal
contundente sobre la posibilidad de reencausar las conversaciones con el FMI
que lo depositen en un acuerdo para no caer en el default. Al mismo tiempo, le
devuelve protagonismo a la discusión por el presupuesto 2022, que en forma
obligada deberá conciliar las metas de carácter económico con las presentadas
ante el FMI.
Para apuntalar esta
discusión, el Gobierno no sólo utilizará el Congreso Nacional. También
habilitará, como anticipó Ámbito y señaló esta noche el propio presidente, el
Consejo Económico y Social que conduce el secretario Gustavo Béliz.
Los argentinos sufren
la fractura social más importante de los últimos lustros. Inflación, dólar,
empleo, salario, poder adquisitivo, productividad, puja distributiva son sólo
algunos de los temas pendientes que no han encontrado aún una respuesta. Para
rubricar esta terrible realidad están los datos de pobreza e indigencia. Los
desafíos económicos que se inscriben para el presidente Alberto Fernández
parecen estar claros.
El Gobierno quiere
retomar una agenda con temas de economía y sociedad, dos pendientes mucho más
urgentes que hace unos años por el impacto de la pandemia. Deberá interpelar,
resultado de elección mediante, a todas las figuras de su coalición, sopesar el
apoyo con el que cuenta. Pero también deberá buscar aliados en otros espacios.
Para ello, Béliz tiene una función vital: nada más y nada menos que convertirse
en el anfitrión de las principales discusiones que buscarán consenso. Podrá
utilizar el Consejo.
El próximo
miércoles, el día de la militancia, habrá, en principio, movilización y
apoyos varios a la figura presidencial y al elenco, y en su figura,
dicen, un nuevo voto de confianza a la coalición que es el Frente de Todos. Esa
fecha gatilla la conmemoración del retorno de Juan Domingo Perón al país
después de casi 20 años en el exilio. Estará la cúpula de la flamante CGT, los
sindicatos peronistas, los movimientos sociales. El jefe de Gabinete Juan
Manzur seguramente logrará enhebrar el apoyo de los gobernadores (exceptuando a
los del peronismo sojero). También se busca, aunque aún no hay certezas en la Casa
Rosada, que toda La Cámpora pueda confluir en el acto.
Hay algunas señales
que ya pueden avizorarse. Fue Sergio Massa el que evidenció un punto de
inflexión en la relación de los socios del Frente de Todos cuando hace unos
días convocó a todos los sectores políticos, económicos y sociales para el 15N,
el día después de las elecciones. Desde hoy, la convocatoria incluiría a todos
los partidos de la oposición, empresarios, sindicatos y organizaciones.
El Gobierno también
se ilusiona con el peso relativo que puedan aportarle los dirigentes
empresarios, algo que también le pide el FMI. Algunos que ya están en la lista, como Daniel Herrero, de Toyota,
Antonio Aracre de Syngenta, Sergio Kaufman de Accenture y Laura Barnator de
Unilever. Pero también el ex titular de la Unión Industrial Argentina, Miguel
Acevedo; el Secretario General de la Unión Obrera Metalúrgica, Antonio Caló; el
Presidente de la Federación Agraria Argentina, Carlos Achetoni; el integrante
de la flamante conducción de la CGT, Carlos Acuña; el Rector de la Universidad
Nacional de Buenos Aires, Alberto Barbieri; el Secretario de la Unión de
Trabajadores de la Economía Popular, Esteban “Gringo” Castro; el Presidente de
la Cámara Argentina de la Construcción, Iván Szczech; y el Secretario General de
la Central de Trabajadores de la Argentina, Hugo Yasky. Y hay más.
Con todo, el gran
desafío será “meter” en esa agenda las cuestiones que urgen a los argentinos:
la creación de puestos de trabajo, el freno de la erosión del poder
adquisitivo, el lanzamiento de un plan integral exportador que pueda generar
divisas, retomar un diálogo fluido con todo el sector agropecuario. Y hay dos
más: consensuar una posición única para retomar la negociación con el FMI y
encaminar la política cambiaria que no para de darle urgencias al Gobierno. En
rigor, el desafío será ponerse en la piel del argentino promedio, que atravesó
cuatro años de políticas económicas erradas en el desvarío de Cambiemos en el
poder y dos años de pandemia que profundizaron esos desequilibrios, en medio de
la fractura social más relevante de las últimas décadas.
Es cierto que los
indicadores macro están en su mejor momento: la actividad, la producción
industrial, los registros de exportación del sector del agro, todos mejoran los
números de 2019. Pero no es menos cierto que esos números aún no pueden torcer
lo que dejó la pandemia macrista y la otra pandemia, la del Covid-19.
Hay que mirar la
microeconomía. A priori, el presidente y su ministro, Martín Guzmán ya
adelantaron la última semana a empresarios que no habrá devaluación pura y
dura, aunque es probable que hay pequeños saltos devaluatorios a un ritmo mayor
al que corre la inflación, es decir, crawling peg para que el desequilibrio
cambiario no haga apilar restricciones que después son complejas de desarmar.
Han señalado que habrá disciplina fiscal, pero que de ninguna manera se puede
implantar de la noche a la mañana y menos después de una pandemia con un costo
para los sectores de menores ingresos por el menor gasto público. En síntesis, los
datos que negocia Guzmán con el FMI son los que propone el presupuesto que
espera en el Congreso y que también formarán parte del plan plurianual.
Para esto, el
presidente extenderá las sesiones ordinarias hasta el 10 de diciembre, ya que
quiere porfiar en la aprobación de leyes antes que ese día se renueve la mitad
de Diputados y un tercio del Senado. Hay que recordar que en el presupuesto
Guzmán pautó una inflación en 29%, pero el incremento del costo de vida podría
dejarlo en evidencia. Pero si de evidencias se trata, ninguna como que para
2022, no figura en el presupuesto la devolución, hasta ahora comprometida, de
casi u$s 18.000 M con el FMI, como tampoco figuran los más de U$S 2000 M que se
le adeudan al Club de París. Dicho en criollo, en Economía creen que de una
manera o de otra ese dinero comenzará a repagarse desde 2024 en adelante.
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