Por Martín
Rodríguez Yebra - El gobierno de Alberto Fernández frenó la hemorragia de
votos, pero no pudo evitar otra derrota electoral contundente que redefine el
mapa de poder de la Argentina. El Frente de Todos perdió el quorum propio en el
Senado, quedó a más de 8 puntos de distancia de Juntos por el Cambio a nivel
nacional y volvió a caer, aunque muy ajustadamente, en la estratégica provincia
de Buenos Aires.
El repunte respecto
de las PASO les dio oxígeno al Presidente y a sus aliados para presentar el
resultado como un éxito político. “El miércoles llenemos la Plaza de Mayo y
celebremos este triunfo como corresponde”, dijo anoche Fernández en el búnker
oficialista, rodeado de euforia.
Una hora antes
había anunciado, con tono mesurado y en un mensaje grabado, que enviará al
nuevo Congreso un proyecto de ley para consensuar un programa económico. Fue el
primer indicio de que otra era comienza, con un gobierno que se propone
reconstruir su gestión desde la debilidad.
Para esa primera
aparición de la noche electoral, Fernández eligió la formalidad de la Casa
Rosada y leyó cada palabra para no cometer errores. Se emitió a las 22, cuando
los datos del escrutinio mantenían cierta incertidumbre sobre el resultado en
Buenos Aires. La clave de la mejora oficialista se centró en el conurbano,
bastión principal del kirchnerismo.
De todos modos, la
lista opositora que lideró Diego Santilli se impuso con el 39,8% de los votos,
contra el 38,5% de la boleta encabezada por Victoria Tolosa Paz, al cierre del
escrutinio provisional.
Juntos por el
Cambio ganó en 13 provincias, incluidas 6 de las 8 en las que se elegían
senadores. Logró así reducir el bloque que responde a Cristina Kirchner de 41 a
35 bancas. Será la primera vez en 38 años de democracia que el peronismo pierde
la mayoría propia en la Cámara alta.
El Frente de Todos
cayó estrepitosamente contra la principal coalición opositora en la ciudad de
Buenos Aires (22 puntos abajo), Córdoba (44), Santa Fe (9), Mendoza (23)y Entre
Ríos (23). Arañó un triunfo agónico en Tucumán, donde el jefe de Gabinete, Juan
Manzur, temió una caída que hubiera sido dramática para su proyecto de poder
personal. Un resultado de alto simbolismo se dio en Santa Cruz, donde el
kirchnerismo quedó en tercer lugar.
Solo dos provincias
cambiaban de signo respecto de las PASO: Chaco y Tierra del Fuego, que pasaron
de Juntos por el Cambio al Frente de Todos.
En la Cámara de
Diputados, a falta de confirmar algunas bancas inciertas, el oficialismo
seguirá siendo la primera minoría, con 118 (dos menos). El mayor bloque
opositor tendrá 116 (una más que ahora). El escenario se vislumbra complicado
para el Gobierno, ya que escasean los aliados posibles para alcanzar el quorum
de 129.
La magnitud de la
derrota nacional no impidió que la coalición peronista montara una escena
triunfalista en el búnker de Chacarita. Lanzados a jugar con las expectativas
–y los temores a una catástrofe peor que en septiembre–, presentaron el repunte
bonaerense como una victoria. La diferencia se achicó tres puntos respecto de
las PASO.
La lista de Tolosa
Paz sumó casi 600.000 votos a su caudal de septiembre, mientras que Santilli
añadió poco más de 300.000 con relación a lo que habían obtenido en las primarias
su lista y la de Facundo Manes sumadas. La participación aumentó 5 puntos.
Sergio Massa y Axel
Kicillof hablaron con tono de ganadores ante un público que saltaba y cantaba
como en las noches de gloria. Y cuando le tocó hablar al Presidente, llegó al extremo
de convocar a una celebración “del triunfo” en la Plaza de Mayo. Aludía a la
movilización que organiza la CGT para el Día de la Militancia, en una movida
pensada de antemano para fortalecer a su gobierno en un momento crítico.
Cristina Kirchner
había avisado después del cierre de los colegios electorales que no iba a
asistir al acto del Frente de Todos por recomendación médica, vinculada a la
operación ginecológica a la que se sometió hace 10 días.
El alivio del cristinismo
En su entorno se
palpaba un alivio cercano a la euforia: se atribuían el mérito del repunte,
atribuido a los cambios que la vicepresidenta impuso en el gabinete y a las
medidas de reparto de fondos dispuestas por el Poder Ejecutivo después de las
PASO. El conurbano sigue siendo territorio kirchnerista, un dato para nada
menor en la interna del peronismo, sobre todo cuando muchos de los gobernadores
salieron heridos del proceso electoral.
En La Matanza,
después de la semana de conmoción por el crimen del kiosquero Roberto Sabo, el
Frente de Todos retuvo la diferencia de 20 puntos. Y logró revertir municipios
en los que había caído en las PASO, como Quilmes y San Martín. En la zona norte
dio vuelta San Fernando, pero no pudo revertir la derrota en Tigre, la tierra
de Sergio Massa.
La desconcertante
puesta en escena del oficialismo aguó los festejos de Juntos por el Cambio. A
sus dirigentes les costó ocultar que esperaban un resultado todavía más
contundente después del sorpresivo impacto de las primarias.
En Costa Salguero,
María Eugenia Vidal dio el primer discurso de celebración por su victoria en la
ciudad de Buenos Aires. Obtuvo 47 puntos –un porcentaje ligeramente menor que
en septiembre– y superó por 22 al albertista Leandro Santoro. El liberal Javier
Milei quedó tercero, con 17 puntos.
“En los dos
próximos años no nos va a temblar el pulso para frenar cualquier atropello. Hoy
dimos un paso enorme. Sintámonos aliviados y en paz después de tanta angustia”,
dijo Vidal. Después de ella habló Horacio Rodríguez Larreta, principal artífice
de la estrategia opo
sitora en la
Capital y Buenos Aires: “Hicimos una elección histórica y les volvimos a
ganar”. Ya debajo del escenario, no pudo ocultar su sorpresa al enterarse de
que el Presidente presentaba el resultado como “un triunfo”.
Larreta sabe que se
abre una etapa en la que la oposición deberá asumir un papel institucional
mucho más relevante. Un gobierno débil y cercado por las urgencias económicas
intentará trasladarle la responsabilidad de avalar el programa económico y la
negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para reprogramar el
préstamo que pidió Mauricio Macri en 2018.
Fernández ya
adelantó en su mensaje grabado que espera “acordar una agenda tan compartida
como sea posible”. Tendió la mano sin privarse de atribuirle a la oposición la
culpa por las flaquezas de la economía actual. “Queremos mirar hacia adelante,
pero eso no debe conducirnos a un olvido”, dijo.
Los líderes
opositores ya le dijeron que si el Gobierno quiere diálogo, deberá mandar una
propuesta por escrito al Congreso. El Presidente ya adelantó que así lo hará
con el programa económico que está negociando con el FMI.
No dio pistas de su
contenido. Solo dijo que es un “ordenamiento de las cuentas del Estado, pero
jamás a costa del ajuste del gasto”. Aclaró explícitamente que en ese objetivo
lo acompaña Cristina Kirchner. Y se preocupó
por ratificar a Martín Guzmán como ministro de Economía.ß
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