Por Mariano Boettner - El día
después de las elecciones legislativas de este domingo seguirá con una
agenda económica que incluirá el tratamiento del Presupuesto 2022 en el
Congreso, demorado desde mediados de septiembre, la continuidad de la
negociación con el Fondo Monetario para reestructurar la deuda antes de
marzo y un monitoreo de dos variables clave: el dólar y la inflación.
Más allá del
resultado de los comicios del 14 de noviembre, el Gobierno piensa seguir
adelante con su hoja de ruta de política económica. La derrota electoral en las
primarias de septiembre forzó al equipo económico a trabajar en un paquete de
medidas para reforzar los ingresos de los hogares. La tensión política dentro
de la coalición por el resultado electoral puso sobre la mesa en los últimos
meses una discusión abierta sobre la dirección de la gestión de la economía.
La
vicepresidenta Cristina Kirchner cuestionó la ejecución
presupuestaria del ministro de Economía Martín Guzmán y reclamó en
público una aceleración del gasto estatal. El jefe del Palacio de Hacienda
defendió el sendero fiscal que eligió para la primera parte del año, en que
estuvo incluso cerca del equilibrio fiscal, y negó que se trate de un ajuste.
Esas tensiones
provocaron, entre otras cuestiones, que el proyecto de Presupuesto 2022, que
fue presentado días después de las PASO y en pleno terremoto en el Frente de
Todos por las renuncias masivas en el gabinete y la renegociación de espacios
de poder en el Gobierno. El tratamiento parlamentario de ese proyecto, que
tradicionalmente comienza días después de su llegada al Congreso, quedó
congelado, en ese momento sin fecha de inicio.
Más o menos
públicamente, algunos referentes del oficialismo cuestionaron algunos de
los puntos centrales de la ley de leyes, como cuál será la reducción del
déficit fiscal el año próximo o la política tarifaria y el recorte de los
subsidios a las boletas de energía para los domicilios.
El Presupuesto 2022
podría comenzar a ser tratado dos días después de las elecciones
parlamentarias. EFE/David Fernández
Ayer el jefe de la
bancada oficialista en Diputados Máximo Kirchner volvió a machacar
sobre la cuestión fiscal y habló de personas que “parecen enamorarse de los
números macro de la economía” y dijo que “si esos números no se traducen en
beneficios para el pueblo serán beneficiosos solo para una minoría”.
“Después de tanto
ajuste macrista, de tanta muerte y dolor que generó la pandemia les pido que
nos demos una oportunidad para cumplir lo que le prometimos en 2019 a los
argentinos y argentinas: que los números cierren con la gente adentro”,
insistió.
Con todo ese
contexto, el tratamiento del Presupuesto, según explicaron a Infobae fuentes
del oficialismo en la Cámara baja, se retomaría a partir del martes
próximo, ya con el resultado puesto de las elecciones. No tendrá lugar todavía
el plenario de comisiones, sino que comenzará con reuniones preliminares antes
de que Guzmán tenga que defender el proyecto en público. En el ministerio de
Economía aguardan por la invitación de las autoridades de la cámara.
Además del
Presupuesto, la agenda económica de Guzmán seguirá con una serie de proyectos
de ley que el equipo económico presentó en el Congreso y que esperan
tratamiento. Entre ellos, el de promoción de inversiones
hidrocarburíferas, y otras iniciativas sectoriales para la agroindustria,
electromovilidad y automotriz.
En el frente
externo aparece la restructuración de la deuda, tanto con el Fondo Monetario
Internacional como con el Club de París, un proceso de negociación que, admiten
los funcionarios del equipo económico, no debería extenderse más allá de
marzo, que fue el plazo preliminar que acordó el Gobierno con ese
consorcio de naciones acreedoras como “puente de tiempo” para encaminar el
acuerdo con el FMI.
En el medio de ese
trayecto, además, el Poder Ejecutivo deberá realizar más pagos al organismo con
los derechos especiales de giro (DEG) que el Fondo envió en agosto al país como
parte del reparto general que hizo a sus socios de USD 650.000 millones. A la
Argentina le correspondieron USD 4.300 millones que fueron utilizados un mes
después para un primer pago de capital al FMI.
Los próximos meses
serán clave para la resolución de un acuerdo con el FMI. Y en diciembre tendrá
lugar el vencimiento otros USD 1.900 millones. De no mediar la firma de un
programa de facilidades extendidas (EFF) como el que negocia Guzmán desde hace
más de un año, el Estado argentino debería repagar cerca de USD 20.000 millones
a partir de 2022, una suma imposible de afrontar con un nivel de reservas como
el que tiene el Banco Central en la actualidad.
Las presiones
cambiarias son parte de las preocupaciones oficiales. Desde el equipo económico
aseguran que no hay riesgos ni condiciones para que después de las
elecciones de noviembre haya un salto devaluatorio, una idea sobre la que
repiquetea Guzmán de manera habitual.
En las últimas
horas, en una reunión con empresarios en Chubut, el jefe del Palacio de
Hacienda afirmó que “el Banco Central no ha perdido reservas. De hecho, las ha
acumulado”. “El año pasado, cuando la brecha cambiaria llegó a ser del
150%, había muchas voces diciendo que iba a haber un enorme salto devaluatorio.
No sucedió”, mencionó.
“Nosotros tenemos la posibilidad de dar
continuidad a la política cambiaria, y no tenemos ninguna duda al respecto”,
expresó el funcionario. “En un contexto electoral, hay quien quiere
generar un ambiente de ansiedad, pero la única verdad es la realidad, y la
realidad es que tenemos condiciones para sostener el camino que iniciamos y lo
vamos a hacer”, sentenció Guzmán.
Tal como
explicó Infobae, el Gobierno sostiene un plan a cinco puntas para evitar
una escalada en el dólar. En primer lugar, negociar con fondos externos
para evitar una presión adicional sobre el “contado con liqui”, cuya
cotización, creen en el oficialismo, está influida en parte por la salida desde
sus posiciones en pesos hacia el exterior.
Por otro lado,
mantener a raya el dólar mayorista administrado por el Banco Central, que
ya superó los 100 pesos. Guzmán mencionó que esa cotización debería terminar el
año con un porcentaje de actualización cercano al 25%, mientras en lo que va
del año acumula un avance de 18,1 por ciento.
El Gobierno insiste
en que no ve condiciones para un salto devaluatorio post elecciones. Foto de
archivo. EFE/David Fernández
En tercer lugar,
aparecen las intervenciones oficiales en las cotizaciones paralelas en
el mercado financiero, que según fuentes oficiales no llegan a los 10 millones
de dólares diarios, como mucho. En cuarto lugar, el Gobierno se recuesta en una
mejora en las condiciones externas y un incremento en las exportaciones y,
por último, el entramado de controles cambiarios y restricciones a las
importaciones.
La pelea contra la
inflación también aparece en la hoja de ruta. El Gobierno puso en marcha una
serie de congelamientos de precios como respuesta a los índices más elevados de
lo que esperaba a esta altura del año. Guzmán había advertido que el camino de
desaceleración de la inflación que comenzó en marzo podía tener un bache, pero
una aceleración de precios de esta magnitud puso en alerta al Poder Ejecutivo.
En una entrevista
reciente, el ministro de Economía planteó que la inflación “no se puede
atacar con un shock” y aseveró que “llevará tiempo ir reduciendo la
inflación a los niveles adecuados para el funcionamiento del sistema
económico”, dijo.
En ese marco, el
Gobierno busca asegurarse de que el 2021 no termine por ser el cuarto año
consecutivo en que los salarios terminen por abajo de la inflación. Ese
fue el objetivo que se planteó el equipo económico una vez que la proyección de
precios que había hecho en el presupuesto -de 29% anual- quedó vetusta.
En lo que va del
año, según los datos del Indec, el índice de salarios promedio supera por poco
al ritmo de precios, que en los primeros ocho meses acumuló un 32,3% de
aumento, mientras los ingresos crecieron nominalmente un 33 por ciento. Hay, de
todas formas, realidades distintas hacia el interior de ese número: los empleados
registrados privados superan a los precios por cuatro puntos porcentuales,
mientras los informales pierden por casi 13 puntos.
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