Por Pablo Wende - Aún con las idas y vueltas típicos de
estas negociaciones, de a poco los inversores van descontando un próximo
acuerdo con el FMI. La fecha límite sería marzo y las razones, mucho más
terrenales que ideológicas: la escasez de reservas líquidas del Banco Central
no dejaría otro remedio que buscar un entendimiento lo más rápido posible. Con
este escenario en mente, vuelven las recomendaciones para comprar bonos
argentinos.
El riesgo país tocó
un máximo que rozó los 1.750 puntos hace una semana, reflejando los precios más
bajos del año. Sin embargo, ya en los últimos días se nota un leve repunte
que para muchos estaría marcando la idea de un piso para las cotizaciones. La
deuda volvió a cotizar por debajo de los USD 35, que prácticamente descuenta
una nueva reestructuración en no más de tres años. A partir de 2025 se
multiplican los vencimientos y, sin acceso a los mercados, de deuda resultaría
imprescindible avanzar en una nueva renegociación, con alargamiento de plazos
de pagos y quitas de capital más agresivas.
La compañía de
inversiones AdCap es una de las que salió con más firmeza a recomendar bonos
argentinos, ante la perspectiva de un acuerdo con el FMI. El favorito para
aprovechar este posible salto sería el AE38, debido a que tiene una fuerte suba
de cupón de intereses: del 2% anual actual pasará a casi 4% anual en dólares a
partir de mediados de 2022 (más precisamente 3,87% anual). Se trata del
bono que paga el cupón de intereses más alto y que incluso llegará hasta 5%
anual desde 2024.
“En un escenario conservador, vemos una
posible apreciación de este título del 13%, pero que podría llegar a 46% en un
escenario constructivo hasta marzo de 2022″.
El fundador de
AdCap es Javier Timerman, uno de los financistas que participó de la
reunión en Wall Street que mantuvieron el jefe de Gabinete, Juan Manzur, y
el ministro de Economía, Martín Guzmán. La lectura para entender qué es lo
que se viene pasa por la racionalidad que pueda mostrar el Gobierno a la hora
de tomar decisiones una vez que hayan pasado las elecciones. La hipótesis que
empiezan a manejar algunos inversores es que no hay demasiado margen para
seguir probando con políticas heterodoxas. La necesidad de calmar el tipo
de cambio y de reducir el déficit fiscal achican de manera significativa el
margen de maniobra.
“Después de las
elecciones, creo que va a primar más la racionalidad, que el discurso anti
FMI ya no va a tener sentido y se acelerarán las negociaciones. Sin
financiamiento y con muchas obligaciones por delante, lo único que te queda es
acordar con tu acreedor. En Argentina estamos en una situación de bastante
estrés económico, y ante esa situación, la alternativa de la radicalización
simplemente no existe, no hay ni flujo ni stock”, resume Timerman.
La búsqueda de
bonos con los cupones más altos posibles tiene aún más lógica cuando hay
peligro de incumplimiento por delante. En ese caso, es preferible cobrar todos
los intereses posibles hasta que llegue el momento de esa reestructuración.
En los últimos días
circularon además cálculos teóricos sobre posibles reestructuraciones agresivas
que podría efectuar la Argentina y aún así el precio de los bonos sigue barato.
Por ejemplo, una
posible quita de capital del 25% y alargamiento de 5 años de plazo, con un
rendimiento de 12% anual para los nuevos bonos arroja un valor que estaría 8
dólares por encima de los precios actuales. De todas formas, los vencimientos
de capital fuertes recién arrancan en 2025, por lo que el riesgo de una
renegociación previa es relativamente bajo. Y en caso de ocurrir lo más
probable es que le toque al próximo gobierno.
Por el
momento, las posiciones “técnicas” de los grandes fondos de inversión
internacionales juegan en contra de los bonos argentinos. Sucede que
compañías como BlackRock, Fidelity o Templeton entraron en la
renegociación del año pasado y tienen todavía una importante cantidad de bonos
en su poder, por lo que no tienen espacio (ni interés) en incorporar más. Por
lo tanto, deberían aparecer otro tipo de inversores, que buscan oportunidades
en bonos candidatos a ser reestructurados, que empiecen a comprar apostando por
ese nuevo escenario.
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