Por Liliana
Franco - El Fondo Monetario Internacional espera que la Argentina
presente un programa que le permita
conceder un préstamo de facilidades extendidas, a diez años, con el objeto de
refinanciar la deuda del país
con el organismo.
Pero, el FMI demanda que
el nuevo programa tenga la aprobación de la mayor parte del arco político
argentino y de distintos sectores de la sociedad, como entidades empresarias y
sindicales, según noticias
provenientes de Washington.
El reclamo del
Fondo se sustenta en que, por tratase de un programa a largo plazo – a
propuesta del país – y que demanda reformas estructurales, es necesario un amplio consenso.
Así, el organismo
multinacional coincide con la idea del gobierno de Alberto Fernández, en
cuanto a que el nuevo programa deberá ser aprobado por el
Congreso, es decir donde están representadas las distintas fuerzas
políticas.
Sin embargo,
analistas internacionales señalan que al organismo le preocupa lo que
se consideran distintos enfoques dentro de la coalición gobernante sobre los
cambios que deben introducirse en la economía argentina -particularmente
el esfuerzo fiscal -, como así también el curso de la política
en el país.
Tanto a nivel
internacional como local, una de las dudas que se plantean es qué hará la
vicepresidente Cristina Fernández ante a la
eventual derrota electoral del Frente de Todos en las elecciones de medio
término.
En la Casa Rosada
algunos miembros del gobierno especulan con que, ante la certeza de que un
acuerdo con el FMI supone reformas estructurales y ajustes, dados los
desequilibrios que debe enfrenar la economía, la señora de Kirchner podría
“distanciarse” del Gobierno, culpándolo de los ajustes que vendrían de la mano
del FMI y tratar de retener así el núcleo duro de su electorado.
En el fondo, Cristina piensa y siente que ella no es responsable del fracaso
electoral y culpa al gobierno de Alberto por la gestión, según
señalan en su entorno.
Argumentan que
siempre dejó hacer a Alberto Fernández y ponen como ejemplo que “los principales ministros fueron elegido por el presidente”.
La injerencia de
Cristina comenzó a tomar protagonismo público cerca de un año atrás – con la
famosa carta en la que denunció los “funcionarios que no funcionan”, momento a
partir del cual fue advirtiendo – en público y en privado- los errores del
Gobierno.
Sin embargo, en el
entorno del presidente también se plantea que, en caso de romper, el
kirchnerismo quedaría “sin funciones ejecutivas circunstancia que
reduciría su fuerza política” y terminarían siendo un partido
político limitado a la Provincia de Buenos Aires, concentrando en sus adeptos
en las zonas más pobres del distrito.
Desembarco en el gabinete
Otros piensan que
Cristina, ante la derrota, decidirá “ir por todo” en el Gobierno ocupando
áreas clave en el gabinete y especulan que podrían darse los siguientes cambios.
En el ministerio de
Economía, si bien Cristina había dicho que no “ella no quería la renuncia de
Guzmán”, tras la
llegada a la secretaría de Comercio, Roberto Feletti, un
hombre con diálogo directo con la vicepresidente, es uno de los mencionados para
ocupar el cargo, como así también Augusto Costa, actual
ministro de la Producción de la provincia de Buenos Aires.
Para el Ministerio
de Producción (el
ministro Matías Kulfas es duramente criticado en el Instituto
Patria) se menciona a Débora Giorgi, que
actualmente acompaña a Feletti en Comercio. También se iría sobre otras
reparticiones estratégicas, como la AFIP.
Lo que está claro
es que cualquiera de los dos caminos conduciría a una
situación de inestabilidad política.
Cabe señalar además
que el vínculo entre Alberto y Cristina “está dañado” comentan quienes
los conocen bien. “Alberto y Cristina hablan cotidianamente, pero
al finalizar la conversación ambos terminan más tensos que antes”, sintetizan
en ambos entornos.
El rol del presidente
Su entorno más
estrecho viene insistiéndole al presidente sobre la necesidad de que el “tome el control total” del Gobierno. En buen romance,
que se distancie de Cristina, según comentan en la Casa Rosada.
Explican que
contarían con el apoyo de numerosos gobernadores e intendentes, organizaciones
sociales (dos de las más grandes) y fundamentalmente de la CGT.
Algunos empresarios
por ahora se mantienen al margen, “balconean y tienen más ganas de
irse del país que otra cosa”, confiesan con preocupación cerca del
presidente.
Consideran clave el
rol del jefe de Gabinete, Juan Manzur, (que
juega ciento por ciento para Alberto hoy y para su proyecto personal, mañana,
según se comenta en la Casa Rosada).
De hecho, la agenda
de Manzur es una muestra de que ya no es el ministro de Interior, Wado de Pedro (el representante más fiel a Cristina
Kirchner en la Rosada) el interlocutor más directo con los gobernadores e
incluso intendentes.
Manzur ya recibió a
casi todos los mandatarios provinciales, a numerosos intendentes de todo el
país, a todas las organizaciones sindicales, a empresarios y representantes
religiosos, entre otros actores de la sociedad.
También, hoy ejerce
un control de la gestión oficial que materializa en las reuniones de gabinete.
“Ahora son reuniones ejecutivas” afirman cerca del jefe de Gabinete.
En tanto, el
canciller Santiago Cafiero sigue siendo un actor importante en
la construcción del espacio “albertista”.
En este contexto,
continúan las negociaciones con el FMI, aunque expectantes a lo que ocurrirá a
partir del 15 noviembre.
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