Por Javier Blanco -
El Gobierno apeló en los últimos días a un nuevo cambio regulatorio para
conseguir que los bancos locales le presten más dinero del que actualmente ya
le destinan.
Su objetivo, que
deja otra vez a la vista las dificultades con que convive para hacerse de financiamiento
por vía del mercado, quedó explícito al disponer el Banco Central (BCRA) una
modificación a la normativa con que, desde comienzos de mayo, habilitó a los
bancos a migrar parte de los encajes que tienen colocados en sus Letras de
Liquidez (Leliq) a bonos o letras del Tesoro Nacional en moneda local.
Claro que, al
hacerlo, profundiza un peligroso camino ya recorrido en los años 90 o en
tiempos de la administración Macri cuando se le cerraron los mercados externos,
lo que derivaría luego en el absurdo “reperfilamiento” de la deuda en pesos.
Hace cinco meses el
ente monetario, que conduce Miguel Pesce, había dispuesto que los bancos podían
hacer un cambio en su portafolio de inversiones expuestas al Estado,
intercambiando sus Leliq –que vencen cada 28 días– por títulos emitidos por el
Tesoro que tengan una duración mínima de 180 días.
Ahora, mediante la
comunicación “A 7383” publicada (pero no difundida) en la noche del jueves
acortó ese plazo mínimo hasta los 120 días, según lo acordado en el ámbito del
gabinete económico.
De ese modo, el
Gobierno intenta que los bancos incrementen aún más su participación en las
licitaciones de deuda que periódicamente realiza el Ministerio de Economía,
dado que ni el trabajo a destajo que hace la “maquinita” para asistirlo por vía
monetaria (recibió transferencias por 3,2 billones en poco más de un año y
medio) le alcanza para cubrir el rojo fiscal.
La medida muestra
nuevamente la aceleración que tomó en los últimos meses el gasto público sólo
con fines electorales.
De hecho se pone en
práctica luego de que –durante octubre– el Gobierno consiguiera casi $30.000
millones mediante colocaciones de nueva deuda en el mercado y recibiera del
BCRA giros por otros $257.712 millones, un monto récord para un mes en lo que
va del año.
La reducción de
seis a cuatro meses la duración mínima de las letras y bonos del Tesoro que los
bancos podrán utilizar para constituir los encajes prudenciales –y sacarles
algún provecho a estas colocaciones que históricamente se realizaron a tasa 0%–
llega no casualmente en momentos en que el Gobierno enfrenta vencimientos de
títulos por unos $600.000 millones en lo que queda del año y por algo más de $4
billones (monto equivalente al 120% de la base monetaria) en los próximos doce
meses.
Expansión monetaria
La adecuación
normativa apunta a que la Secretaría de Finanzas pueda captar, mediante nuevas
emisiones, parte de los $620.000 millones que los bancos tienen en Leliq y
usaban hasta fin de octubre para integrar encajes.
El problema, alerta
el economista Gabriel Caamaño (de Estudio Ledesma), es que el Gobierno abusa de
un recurso que “resulta monetariamente expansivo” y que eso se da en un
contexto en que la oferta monetaria vía emisión no deja de crecer pese a la
alta inflación y la capacidad del BCRA para esterilizar excedentes es cada vez
más limitada.
“En 10 meses, pero
sobre todo a partir del mes de mayo, el Central expandió monetariamente para
financiar al Tesoro nacional por más de 3,5% PIB. Lo que se suma a los más de 7
puntos de 2020”, destacó.
La reglamentación
del BCRA que impulsa a bancos a cambiar Leliq por bonos fue “clave para
maquillar hasta la marcha del programa financiero, ya que, al menos, tres
cuartos del financiamiento neto conseguido en lo que va de 2021 fue contra
liquidez bancaria y a partir de mediados de mayo”, explicó. Y su actual
flexibilización revela que “no hay financiamiento neto voluntario significativo
en pesos”, hizo notar el economista de Ledesma.
Además, por si
fuera poco, es un nuevo paso hacia el “cortoplacismo”, considerando que hace
menos de un mes el Gobierno “creó” las letras de liquidez del Tesoro (Lelites),
papeles de deuda que emite a muy corto plazo (menor a 30 días) destinados a ser
suscriptos por los Fondos Comunes de Inversión (FCI).
“El Gobierno ya se
financió en septiembre y octubre a plazos promedio que dan levemente por debajo
de los 180 días en promedio, excluyendo las colocaciones de títulos para
integrar encajes. Es un acortamiento de los plazos que parece responder a la
incertidumbre acerca del rumbo luego de las elecciones”, afirmó la consultora
Delphos Investment.
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