Por Pablo Wende - Ni Guillermo
Moreno se había animado a tanto. La escasez de divisas provocó un cerrojo
casi total de las importaciones durante octubre, tras la decisión del Central
de exigir el “despacho a plaza” para ingresar mercadería. La situación se
volvió tan compleja para la producción que de la noche a la mañana el BCRA
salió a vender casi USD 290 millones en la última jornada del mes, buscando
calmar los duros reclamos de las empresas ante las serias restricciones para
acceder a insumos básicos.
En el Gobierno
creen que la nueva suba del tipo de cambio financiero, que esta semana llegó a
casi $ 210 en el “contado con liquidación”, está relacionada con el frenazo a
las importaciones. Sucede que las empresas se quedaron con demasiados
pesos que no pudieron aplicar a la compra de mercadería y optaron por
dolarizarse de cualquier manera.
Se trata de la
comprobación más brutal de un principio básico de la economía: no es
posible controlar al mismo tiempo precio y cantidades. El Central optó en este
último mes por cuidar lo segundo, en este caso el stock de reservas, pero se le
disparó el tipo de cambio. Ahora, faltando sólo dos semanas para las
elecciones, todo indica que la elección irá por el lado de evitar un fuerte
salto de la cotización del dólar y para eso será necesario sacrificar reservas.
Eso fue lo que sucedió el viernes.
El frente cambiario
cambia los planes que venía manejando el Gobierno. El objetivo de llegar a las
elecciones haciendo la plancha y casi exclusivamente volcando “platita” en la
economía encontró su límite en el comportamiento del dólar y amenaza con
infectar al resto de las variables. La idea de pasar el verano sin hacer
mayores correcciones y apostando todo al acuerdo con el Fondo para marzo luce
hoy como algo imposible.
Olla a presión
Se trata de una
olla que tiene presión por todos lados. El balance cambiario de
septiembre, por ejemplo, arrojó que más de 746.000 personas compraron USD 140
millones del “dólar solidario” (50.000 personas más que el mes anterior). Se
trata de una suerte de subsidio que no está claro quién lo recibe para comprar
divisas baratas. En principio, la mayoría de los “afortunados” serían del
sector público. ¿Tiene sentido mantener esa posibilidad de compra de USD 200
mensuales ante semejante descalabro del frente cambiario?
También hay un
aumento de los gastos de los argentinos en el exterior, aun cuando todavía no
se habían liberado los viajes. Solo el mes pasado se perdió un neto entre
compra de pasajes, hoteles y gastos con tarjeta de U$S 228 millones y todo
indica que para el verano esta cifra podría multiplicarse por dos y hasta por
tres.
Pesce decidió
acelerar, de 12 a 21% anual, el ritmo de devaluación del dólar oficial. Pero no
alcanza
La brecha cambiaria
volvió a superar el 100% y el titular del Central, Miguel Pesce, decidió
responder con extrema tibieza: aceleró en la última semana el ritmo de
devaluación del dólar oficial a un 21% anual, cuando venía siendo de apenas el
12%. Pero no alcanza en lo más mínimo. Por eso, todas las miradas están
centradas en lo que sucederá las semanas posteriores a las elecciones. Si algo
tiene claro todo el mundo a esta altura es que el escenario actual es
totalmente insostenible: ni la gigantesca brecha ni la suba en cámara lenta del
dólar oficial. Algo tendrá que suceder más temprano que tarde para salir
de este verdadero círculo vicioso de cepo-atraso del dólar-brecha cambiaria,
que se va volviendo una bola de nieve.
Las elecciones
legislativas no cambiarán sustancialmente el panorama. Una nueva derrota
electoral del Gobierno podría generar nuevamente algún efecto favorable en las
expectativas y suavizar la presión cambiaria. Pero los desequilibrios que
acumula la economía son tan grandes que no habrá otro remedio que será
imprescindible encarar los ajustes.
Sin plan
La reunión en el
marco del G-20 con Kristalina Georgieva resultó una señal del
Presidente. Los discursos y actos que instan a “no ponernos de rodillas” ante
las supuestas exigencias del FMI se chocan con las necesidades del Gobierno de
refinanciar los millonarios vencimientos que habrá que enfrentar con el
organismo en 2022 y 2023. Sin embargo, la número uno del Fondo sigue exigiendo
lo mismo que el primer día desde que asumió Alberto Fernández: un plan
económico.
Ni el congelamiento
de precios, ni los múltiples tipos de cambio ni el financiamiento con emisión
monetaria forman parte de las recetas históricas del FMI. Pero tampoco son
parte del menú que precisa cualquier país normal para crecer. En estas
condiciones, sólo cabe esperar que aumente la desconfianza y se acelere la
sangría de dólares.
El Gobierno insiste
con la necesidad de cambiar las condiciones que tendría un futuro acuerdo, en
relación a los sobrecargos que cobra el organismo por refinanciar a diez años.
Se trata de una tasa adicional de 2 puntos porcentuales cuando el préstamo
excede el 187% de la cuota y otro punto porcentual cuando la refinanciación se
realiza a más de 51 meses. El pedido argentino es razonable: una tasa de 4,5%
anual que cobra el FMI por un préstamo normal se volvería casi del 8% anual por
estas cláusulas. Los países que integran el G-20 ya se habían manifestado
favorables a este pedido y es probable que sea incluído en el comunicado que
divulgarán hoy. En ese caso, quedaría mucho más cerca un posible cambio
por parte del Fondo y la posibilidad de un acuerdo en el primer trimestre de
2022.
Incertidumbre,
zozobra y dudas
Los precios y la
inflación, uno de los grandes fracasos de la política económica EFE/Demian
Alday Estévez
Este clima de
incertidumbre, zozobra y dudas por lo que ocurrirá dentro del Gobierno tras las
elecciones coincide con una reactivación notoria de la economía. Las
consultoras económicas tuvieron que modificar fuertemente las estimaciones para
este año: de un 6,5% a 7% de mejora pasaron ahora al 9%, a partir de la
reapertura de actividades, una mejora de los salarios (que lograron igualar la
inflación) y fuerte inyección monetaria por parte del Central.
Sin embargo, no se
trata de una mejora sostenible si no se encaran rápidamente los problemas
cambiarios y financieros que enfrenta la economía argentina. El objetivo inmediato
luego de las elecciones será evitar una nueva crisis generada por un desborde
del tipo de cambio y un nuevo salto inflacionario.
No hay en absoluto
garantías de que lo puedan lograr, luego de una cantidad de medidas equivocadas
y “mala praxis” que se fueron sucediendo a lo largo de toda la gestión. Acertar
la receta que se deberá aplicar a partir del 15 de noviembre marcará no sólo el
rumbo que adopte la economía, sino posiblemente el nivel de gobernabilidad de
los próximos dos años, considerando que existe una elevada probabilidad de una
nueva derrota electoral para el oficialismo en dos semanas.
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