Domingo 31 - Por Diego Cabot - No hay un solo manual de periodismo en el mundo que
recomiende empezar una nota con una advertencia al lector. Sepa quien pase por
estas letras que, cuando estos hechos que se relatarán sucedieron, contaba con
10 años menos y que, entonces, el dólar valía apenas unos centavos más de $4. Solo
para hacer un ejercicio de memoria, no había brecha cambiaria, un kilo de yerba
de primera marca se compraba por $6,5; uno de azúcar, con $6,07, y un litro y
medio de aceite, con $8,30.
El 23 octubre de
2011, la fórmula que integraron Cristina Kirchner y Amado Boudou cosechó el
54,11% de los votos, exactamente 11.865.055 sufragios. Todo era euforia
electoral. Solo 48 horas después de aquel triunfo, con una batería de decretos
intervinieron el mercado cambiario.
El dólar corría en
la City y, finalmente, el 27 de octubre, la Argentina instauró el primer cepo
cambiario. Se conocieron restricciones para petroleras, mineras y compañías de
seguros. Al otro día, el viernes 28 de octubre, el país amaneció con una norma
que establecía que sería la AFIP el organismo que decidiría quién y cuántos
dólares podría comprar cada ciudadano argentino.
Es posible que los
memoriosos recuerden aquel trámite online en el organismo recaudador, previo a
pasar por una caja de un banco a comprar divisas. Era necesario completar datos
y más datos y, entonces, un algoritmo que nunca se explicó cómo se hacía y qué
ponderaba, tiraba un número mágico con el importe que se podía comprar. Magia
pura.
Autorización en
mano, a comprar a la sucursal lo que la AFIP decidía. Fue el inicio del cepo
cambiario, que empezó como provisorio y llegó al extremo actual. Entonces,
Boudou también tenía 10 años menos y era ministro de Economía, y Débora Giorgi,
ministra de Industria. Roberto Feletti se desempeñaba como Secretario de
Política Económica y Planificación del Desarrollo.
En octubre de 2021
las restricciones cambiarias son más fuertes que nunca y, además, el dólar
oficial carga con 65% de impuestos. Transcurrió una década, el cepo existe y
varios nombres están de regreso. Todo vuelve en la Argentina cíclica, aunque
algunas cosas permanecen.
Ahora bien, si se
trata de un mero aniversario, pues, ¿a qué se deben las advertencias del
inicio? El repaso que sigue enumera unas pocas variables sobre lo qué pasó
desde entonces. El dólar oficial, que hoy prácticamente no se consigue, subió
2363% entre los meses de octubre de 2011 y 2021. Si se toman las cotizaciones
al 28 de octubre de cada año, pasó de $4,26 a $105,15. Es decir, subió casi
$101.
Pero ese número no
dice demasiado si no se lo compara con otras variables. Mientras el dólar de
pizarra subió 2363%, el índice de precios al consumidor avanzó de manera
bastante cercana: 2140%. En ese rango también aumentaron el gasto primario
(1923%) y los pasivos del Banco Central (2438%), según cifras estimadas por la
consultora Perspectiv@s Económicas. Claro está que hay que ser amplio en la
mirada para entender que se habla de un “rango” parejo mientras hay 500 puntos
porcentuales de diferencia. Pero vale la licencia para entender que otros
valores se han escapado directamente del registro.
Como se escribió
antes, el dólar oficial creció 2363% desde el cepo. Pero el precio de la
cotización que publica el Banco Central es para pocos, para importadores y
exportadores, básicamente.
¿Qué pasó con el
dólar blue, el que informalmente se consigue a cambio de pesos en ventanilla?
Su cotización avanzó 4359% en los diez años, según la consultora. Sí, no hay
error de tipeo: de hecho, entre los últimos días de octubre de 2011 y de 2021
pasó de cotizar $4,49 a los $198 del viernes último, al cierre de esta edición.
Albert Einstein
dijo alguna vez, o por lo menos se le atribuye haber dicho, que todo es
relativo. Y alguna razón ha tenido. Ese 4359% podría significar nada si los
sueldos anotaron un porcentaje mayor. Entonces sí llega la justificación de la
advertencia inicial, porque el dato es que los salarios del sector privado
registrado aumentaron en la última década 1476%. Para decirlo de otra manera,
el sueldo perdió 2883 puntos porcentuales frente al dólar informal y 664 puntos
si se la compara con la inflación. El salario se pulverizó frente al dólar.
“Hay que recordar
–dice Andrés Borenstein, economista de Econviews y profesor de la Universidad
Torcuato Di Tella– que el cepo era provisorio. Uno entiende la política y es
verdad que un dólar barato ayuda a ganar las elecciones. Cristina Kirchner ganó
por paliza, tenía el capital político para poder devaluar y acomodar el tipo de
cambio. Pero, en vez de hacerlo, puso el cepo. Fue uno de los errores de
concepto y mala praxis de la historia”.
Martín Rapetti,
economista y fundador de la consultora Equilibra, coincide. “En 2011 no había
una necesidad imperiosa”, dice. Recuerda que la nominalidad era insostenible,
ya que desde la crisis de 2008 la inflación estaba en el rango de entre 20 y
25% por año; los salarios se movían entre 25 y 30%, y el tipo de cambio, apenas
entre 5 y 10.
Recuerda que el
mercado descontaba que tras las elecciones vendría la corrección cambiaria,
algo similar a lo que hizo, dos años después, la dupla de Juan Carlos Fábrega,
en e Banco Central, Axel Kicillof, en el Palacio de Hacienda. “El mercado
descontaba que eso no seguía, se pensaba que ganaban y corregían. Cristina
Kirchner tenía el poder suficiente como para hacer las correcciones necesarias.
Pero sorprende y pone un cepo. Yo creo que en aquella decisión hubo mucho de
dogma. Ese cepo fue innecesario, fue el gran error económico”, rememora.
El efecto de las
restricciones fue inmediato. Lo ilustra Borenstein: “Se pasó de un crecimiento
de 6% del PBI en 2011 a una caída de 1% en 2012. Hubo una sequía, que puede
explicar 2 puntos. El resto es impacto del cepo y la desconfianza”.
Más allá de las
exigentes condiciones para poder comprarlo, el dólar oficial tiene actualmente
una carga impositiva de 65%. “Conceptualmente, el cepo debe ser uno de los
mayores sesgos anti-exportadores de la política económica. Todo el mundo habla
en términos voluntaristas de la necesidad de exportar, pero el cepo hace todo
lo contrario”.
Apenas puede
considerar se unimp as sede mercado libre durante el MauricioMacri. Pero con la
crisis de 2018 volvieron las restricciones. Fue la única iniciativa contraria a
la inercia de cerrar cada vez más la compra de moneda extranjera.
Es interesante
aportar un concepto de Rapetti: “A veces sobró cepo; otras, faltó”. Considera
que en algunos momentos de las corridas de 2018 debería haberse restringido la
compra de moneda extranjera. Agrega que en momentos de mucha desconfianza y de
crisis son necesarias estas políticas hasta generar el regreso de la confianza
en el peso: “Están en el manual de buenas prácticas del FMI. Pero siempre hay
que tender a distender estos cepos”.
Todo huele a viejo
“En muchos
sentidos, todo huele a viejo en la Argentina”, dice, con un dejo de resignación
el economista Luis Secco. Y analiza la cronología de estos años haciendo un
punteo. Primero, “la conocida historia de las medidas “transitorias”, que
tienden a hacerse permanentes cuando los desequilibrios macro fundamentales que
las gatillan no se resuelven de manera sustentable”.
Aquella cuestión
momentánea de la restricción sumó en los últimos años 65% de impuestos. Es
verdad que una porción de eso es un pago a cuenta del impuesto a las ganancias
para los pocos que lo pueden recuperar. El resto es el llamado impuesto PAIS, y
no hay ninguna carpeta en el Poder Ejecutivo para terminar con ese gravamen
transitorio.
“Llevamos 10 años
esperando que el Gobierno de turno encare de verdad la solución de esos
problemas. La macro requiere de soluciones macro y no de intervenciones micro
regulatorias. Y si no se atacan esos desequilibrios y solo se apela a
intervenciones de corto plazo, éstas se vuelven cada vez más costosas y menos
efectivas –apunta Secco–. Las políticas de precios e ingresos y los controles
de capitales nunca son un sustituto sino, a lo sumo, un complemento de
políticas fiscales y monetarias austeras y consistentes”.
“El cepo súper y
recontra reforzado de hoy es una mochila de plomo para toda la economía. Es
probablemente cierto que, sin este cepo, el Banco Central ya se habría quedado
sin reservas, pero eso no le otorga al cepo un certificado de validez como
instrumento virtuoso de política económica. Además, el goteo de reservas ha
seguido a partir de todos los esfuerzos para apretar cada vez más las canillas.
Pese a los ingresos récord de agro-dólares y de que no hubo que usar reservas
para pagar los vencimientos recientes con el Fondo Monetario (porque se usaron
los DEG recibidos del organismo), las reservas netas son solo del orden de los
US$3000 millones, menos de un tercio de las que había cuando asumió el
presidente Alberto Fernández”, analiza el economista.
Un repaso elocuente
María Castiglioni
Cotter, economista de C&T Asesores Económicos, aporta varos indicadores que
sirven para entender el resultado de una de las pocas políticas que se han
mantenido prácticamente a lo largo de una década. “El riesgo país rondaba los
800 puntos básicos en 2011, antes del cepo, y ya mostraba subas ante el
conflicto con los holdouts, que no estaba resolviéndose. Una vez impuesto el cepo,
el riesgo país aumentó y promedió hasta la fecha 1000 puntos básicos. La
reducción del riesgo país con la salida del default en 2016 permitió niveles
más bajos de tasas, pero entre las PASO 2019 y el presente, el riesgo país
promedia 1960 puntos” explica la economista.
Hay más. Para
quienes no lo recuerdan, antes de octubre de 2011 no había tantos tipos de
dólares ni tampoco brecha cambiaria. “La diferencia entre el dólar informal y
el oficial surgió a partir del cepo. A fines de 2011 ya era de 9%, y entre 2011
y 2015 promedió 42%. Desde fines de 2019 a la fecha la brecha ya promedia un
70%, con niveles de más de 90% en la actualidad”, repasa.
Esto tiene un
correlato con el deterioro en el balance del Banco Central, es decir, en una
caída de la relación entre las reservas internacionales y los pasivos de la
entidad.
Finalmente, la
inflación, a la que se intentó contener con el cepo, pasó de un promedio de 24%
en 2011 a más de 50% interanual en 2021. Entre 2011 y 2015, el promedio anual
fue de 28% mientras que entre 2019 y 2021 promedió 47,9%, según apunta
Castiglioni Cotter.
Justamente, por
estos días, la suba de los precios de los alimentos, que se refleja en los
relevamientos que realiza en Indec volvieron con toda la fuerza. Los controles
de precios se han convertido en primos hermanos de las restricciones
cambiarias. El manual, regresa.
“Desgraciadamente,
el cepo cambiario no colaboró en estos 10 años con la inercia inflacionaria
local, que está generada por un déficit fiscal crónico que se financia con
emisión monetaria sin una correspondencia en la producción de bienes y
servicios que justifiquen esos pesos en circulación. Con el cepo, los precios
mayoristas y minoristas siempre han buscado como referencia al dólar paralelo
más que al oficial, por que en muchos casos la restricción a las importaciones
en el acceso al mercado único y libre de cambios genera el uso de dólares como
el MEP o liquidación a un precio de dólar mayor. A esto le debemos sumar las
expectativas devaluatorias de todo este período”, dijo Damián Di Pace, analista
económico y director de la Consultora Focus Market.
Los números que
releva son elocuentes. Por caso, aquel paquete de yerba que en 2011 tenía un
valor de $6,50, ahora cotiza a $339. Y el aceite de un litro y medio, que tenía
una etiqueta de $8,30, pasa por la línea de cajas previo pago de $237. Valores
enormes que poco tienen que ver con la una de las finalidades del cepo:
contener la inflación.
“Intentó hacerse
una protección de la inflación y se creó un shock peor. Yo creo que en las
elecciones perdidas en 2013 por el kirchnerismo está el cepo, entre los
motivos. A la clase media, que en un momento votaba esa opción, le molestó
mucho”, dice Borenstein.
Rapetti pronostica
que “habrá cepo por mucho tiempo más”.
Castiglioni Cotter
repasa una vez más las consecuencias: “La actividad económica cumple 10 años de
estancamiento y lo que es más complejo, hay un deterioro de las expectativas de
los consumidores”.
No hay un solo
indicador de estos 10 años que no arroje resultados negativos y es algo
abstracto encontrar un número que se sostenga en aquella decisión que se tomó
en octubre de 2011. Sin embargo, gran parte del elenco que estuvo a cargo de la
implementación original está de regreso en los cargos desde donde se define el
futuro de la economía. En los escritorios se ven manuales sepias. Con solo
divisar ese tono, gran parte los argentinos corre al verde. Al precio que sea,
pero verde.ß
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