Por Dolores
Gandulfo - El futuro de Kristalina Georgieva, titular del Fondo
Monetario Internacional (FMI), acusada de haber intercedido en favor de
China para mejorar su posición en el ranking Doing Business cuando era
directora ejecutiva del Banco Mundial entre 2017 y 2019, aún parece incierto.
Mientras el directorio del Fondo avanza en las investigaciones, el G7 (grupo de
países desarrollados) se posiciona como el aliado político y sostén de
Georgieva. La crisis del multilateralismo abrió un nuevo capítulo en el plano
internacional para poner en discusión los mecanismos y transparencias de las
instituciones de Breeton Wood. En este escenario, Argentina busca renegociar
los pagos y vencimientos de la deuda de 44 millones de dólares que Mauricio
Macri tomó con el Fondo.
Georgieva depende
de las posibilidades que ofrezca el bloque de los países desarrollados, que
controla todas las decisiones del Board del FMI. Hasta ahora, hubo señales
mixtas. Por un lado están los europeos, Alemania, el Reino Unido, Italia y
Francia, que muestran intenciones de respaldarla. Sin embargo, la
administración de Joe Biden muestra algunas reservas. A través del Tesoro de los
EE.UU., hizo referencia a la “necesidad de un recuento
completo y justo” de las acusaciones, y ha dejado en claro que la
prioridad es “defender la integridad de las instituciones financieras
internacionales”.
Para muchos países
de ingresos altos y medianos el FMI ya había perdido importancia debido, en
parte, a los programas de flexibilización implementados desde la crisis del
2008, que significaba someterse a condiciones determinadas para obtener un
préstamo, que otros agentes comenzaron a otorgar sin tantos requisitos. Sin
embargo, Georgieva tiene habilidades que favorecen el rol desarrollador del
FMI. Comparada con algunos de sus predecesores es una economista
progresista y respaldada por reconocidos académicos de la heterodoxia. Esto
representa un cambio importante en el rol tradicional del Organismo.
El ejemplo más
paradigmático de este cambio se dio el mes pasado con la distribución de US$
650 mil millones en Derechos Especiales de Giro (DEG) a todos sus miembros,
para compensar el impacto de la Pandemia y ayudar a motorizar la recuperación
económica mundial.
No se puede
soslayar la crisis de transparencia que atraviesa hoy el Fondo, contextualizada
en una crisis sistémica que atraviesa el multilateralismo global, caracterizada
por importantes déficits en términos de legitimidad, representación equitativa
de los Estados y rendición de cuentas claras. Sumado a la reconfiguración de
las relaciones de poder en el plano internacional, por propias limitaciones en
su capacidad de responder a las nuevas amenazas globales y regionales, y la
emergencia de actores importantes con un alto sesgo proteccionistas y
nacionalistas, las principales instituciones del multilateralismo atraviesan
hoy un momento crítico.
Sin perder de vista
los posibles riesgos, esta coyuntura global abre un abanico de oportunidades
para el gobierno argentino y la refinanciación de la deuda con el FMI de 44.000
millones de dólares, que tomó el gobierno de Mauricio Macri. Con esta problemática
como eje central, Alberto Fernández tiene prevista una agenda
internacional a fin de mes para lograr posicionar a la Argentina en 2
importantes foros internacionales y lograr apoyo político de las principales
potencias. Por un lado, en la Cumbre de Jefes de Estado del G-20 en
Italia, Presidente Pro Témpore del foro multilateral, en la que espera
conseguir el respaldo de Estados Unidos para avanzar en el acuerdo para
reestructurar la deuda y la Conferencia de Naciones Unidas sobre el Cambio
Climático (COP 26).
Esta agenda de
viajes del presidente es de suma importancia y sería la continuación de las
acciones del canciller, Santiago Cafiero; el jefe de
Gabinete, Juan Manzur; el ministro de Economía, Martín Guzmán, y el secretario de Asuntos
Estratégicos, Gustavo Béliz, tanto en Italia como en
Estados Unidos, con Ministros de otros países, técnicos del FMI, empresarios e
inversores norteamericanos. Conseguir el apoyo político de Biden marcaría un
paso importante para nuestro país en las negociaciones con el fondo, para la
que el Embajador argentino en Washington, Jorge Argüello se encuentra
trabajando de manera prominente.
Luego de conseguir
la promesa de apoyo político de los gobiernos de la Unión Europea, China, Rusia
y los países latinoamericanos y africanos, Argentina tiene ya un fuerte
respaldo de base en el FMI. Si bien Alberto Fernández dijo
que no hay un límite temporal para firmar un nuevo programa con el Fondo
Monetario Internacional, hay quienes advierten que el cierre del acuerdo no
puede demorarse más allá del 31 de marzo porque existe una posibilidad de no
contar con reservas suficientes en el Banco Central para afrontar los
vencimientos previstos ese mes (unos 22.000 millones de dólares)
con ese organismo y con el Club de París para evitar el default.
Las condiciones
globales están dadas para que Argentina pueda obtener un acuerdo racional,
sostenible y favorable a sus intereses. Pero no se puede esperar de la
contraparte una negociación fácil. Frente a esta realidad, toda la dirigencia
política argentina debe unificar su posicionamiento para fortalecer la postura
del Gobierno y negociar con firmeza en pos de la defensa de los recursos de
todos los argentinos y las argentinas.
*Directora del
Observatorio Electoral de la Conferencia Permanente de Partidos Políticos de
América Latina y el Caribe (COPPPAL), Directora Ejecutiva de Política
Institucional de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires y
Miembro de la Red de Politólogas.
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