Robar al campo para proteger a la industria
Más temprano en su discurso, Milei criticó duramente las políticas industriales implementadas en Argentina a lo largo de las últimas décadas, argumentando que estas no solo fracasaron en su objetivo de desarrollar un sector competitivo, sino que que generaron un sector industrial adicto al Estado. Subrayó que las medidas proteccionistas, como los subsidios, exenciones tributarias y aranceles elevados, terminaron por convertir a la industria en una carga para la economía, ya que esta depende completamente del financiamiento estatal, el cual proviene en gran medida de las exportaciones agropecuarias. Este modelo, señaló, es una de las raíces de las crisis económicas estructurales que el país ha arrastrado por más de un siglo.
“Para proteger a la industria se le robó al campo. Y esa protección lo único que generó es un sector industrial adicto al Estado”, dijo ante un auditorio de industriales.
Además, sostuvo que estas políticas industriales, lejos de beneficiar a la economía en su conjunto, tuvieron un efecto perjudicial sobre el resto de la sociedad. Por un lado, encarecieron los productos, obligando a los argentinos a pagar más caro por bienes de menor calidad, lo que redujo su capacidad de ahorro e inversión. Por otro lado, estas políticas distorsionaron los precios relativos y fueron una de las causas de la persistente inflación que afecta al país, generando un entorno en el que ningún sector puede prosperar de manera sostenible.
Finalmente, el Presidente propuso que la mejor política industrial no es la intervención estatal, sino la implementación de una sólida política fiscal y monetaria que garantice estabilidad económica. En su visión, solo a través de la eliminación de la inflación y la recuperación de la credibilidad del país, la industria argentina podrá competir en igualdad de condiciones a nivel global.
Días después de haber eliminado trabas a la importación de acero, medida que beneficiaba a industriales locales, rechazó la idea de que la apertura económica sea perjudicial para la industria, afirmando que ningún país ha quebrado por abrirse al comercio internacional, y que lo verdaderamente pernicioso es mantener un Estado sobredimensionado que aplasta con su peso a la economía.
“Ningún país quebró por abrirse al comercio internacional. Todo lo que lo hicieron progresaron, de hecho. ¿A quién se le puede ocurrir semejante disparate? Y lo único que es pernicioso para el desarrollo industrial es tener un Estado elefantiásico montado a sus espaldas”, dijo.
Costo argentino
En su discurso Milei identificó y criticó cuatro costos principales que, según él, son responsables de las dificultades económicas de Argentina. El primer costo es el costo financiero, influido por el riesgo país, que encarece el crédito y limita el acceso a financiamiento barato para las empresas. El segundo es el costo laboral, que resulta de las regulaciones laborales que, bajo la apariencia de proteger a los trabajadores, en realidad dificultan la creación de empleo y aumentan los costos para las empresas.
El tercer costo es el costo burocrático, relacionado con la compleja y onerosa estructura del Estado, que impone trámites innecesarios y regulaciones que entorpecen la actividad económica. Por último, el costo tributario se refiere a la elevada carga impositiva que afecta tanto a consumidores como a productores, elevando los precios de bienes y servicios y desincentivando la inversión. Milei sostuvo que estos costos, impuestos por un “Estado sobredimensionado”, son los principales obstáculos para la competitividad y el crecimiento económico sostenible en Argentina.