Ya se está haciendo costumbre: cada festejo del gobierno por un logro económico viene con una "letra chica" en la que aparecen problemas que empañan los datos positivos. Por ejemplo, la baja de la inflación, que se explica, en gran medida, por el entorno recesivo. O la acumulación de reservas, que se produjo en simultáneo con las trabas a la importación. O la estabilidad cambiaria, que depende del mantenimiento del cepo al dólar Pero en pocos casos esa dualidad -un logro que es posibilitado por un hecho negativo- resulta tan clara como en el superávit fiscal. En el arranque del año, ese objetivo fue producto de una histórica caída en el poder adquisitivo de las jubilaciones, que fueron licuadas por la inflación. Hablando en números, el gasto jubilatorio había caído en febrero un impactante 38%. Pero, en parte por presión política y en parte por el cambio de fórmula indexatoria, ese efecto de licuación empezó a caer, de forma que ya en abril el recorte fue del 26%, y con tendencia a disminuir en los próximos meses.
Es por eso que, para que las cuentas fiscales sigan mostrando un resultado positivo, el gobierno empieza a poner el foco no solamente en el recorte del gasto sino también en la suba de la recaudación tributaria. Pero claro, es algo que resulta difícil en un entorno recesivo, porque los impuestos más directamente vinculados a la actividad comercial, como el IVA, ven resentida su capacidad recaudadora. Fin del cepo al dólar versus impuesto PAIS En ese punto es donde empieza a ganar importancia el impuesto PAIS, que cada vez resulta más importante para mantener las cuentas equilibradas. Es por eso que el mercado percibe una contradicción con las declaraciones del ministro Luis Toto Caputo, que aseguró que cumplirá su promesa de eliminar el impuesto antes de fin de año. Este tributo, creado por Martín Guzmán al inicio de la gestión de Alberto Fernández, fue fundamentado como necesario para una emergencia cambiaria y financiera. Y, en teoría, debería dejar de existir al mismo tiempo que el cepo cambiario, dado que su sola aplicación supone la existencia de varios niveles diferentes de tipo de cambio. Pero su importancia en la "torta" recaudatoria de la AFIP fue creciendo, en la medida en que ya no se limita a gravar la compra de dólares por parte de ahorristas y turistas, sino que también se amplió a las importaciones -primero con una alícuota de 7,5% en la gestión de Sergio Massa y luego con 17,5% por decisión de Toto Caputo-. Ese efecto llevó a que, en algunos meses, representara un 9% de la recaudación tributaria total. Una prueba elocuente de su incidencia es el reclamo que habían hecho los gobernadores provinciales en el verano pasado, en el sentido de que ese ingreso debería coparticiparse, de manera de compensar por la eliminación del impuesto a la Ganancias. La respuesta del propio Milei era que ese pedido no resultaba de recibo porque el impuesto PAIS sería eliminado en breve. Una dependencia creciente Sin embargo, a pesar de todas las promesas oficiales, hoy la mayoría de los economistas ponen en duda que el impuesto PAIS pueda ser eliminado, al menos no este año. Al igual que había ocurrido en otros momentos con las retenciones a la exportación, se transformó en uno de esos impuestos que todos critican por distorsivo de la economía, además de oponerse a los principios liberales de apertura comercial; y sin embargo no se puede prescindir de su aporte. ¿Qué tan grave es actualmente la dependencia del impuesto PAIS? Lo suficiente como para afirmar que, si no existiera, ahora el gobierno no estaría hablando de superávit fiscal sino de déficit. Más concretamente, lo que se recaudó en abril por este impuesto -$510.000 millones- es casi el doble del superávit primario informado por la secretaría de Hacienda -$264.000 millones-. Dicho de otra manera, si no fuera por el impuesto PAIS, los números fiscales de abril habrían arrojado un rojo de $246.000 millones-. Pero más grave que estos números es la tendencia: la dependencia fiscal respecto del impuesto PAIS viene en aumento. En enero, explicaba un 22% del superávit fiscal, en febrero subió a 44%, en marzo ya pasó a un 104% y actualmente es 93%, con perspectivas de una suba en mayo. Más plata en mayo, gracias al Bopreal Y, para mayo, ya hay una expectativa de que esa tendencia se haga más fuerte. Ocurre que el gobierno habilitó que el impuesto PAIS se aplique también -con una alícuota de 17,5%- para las empresas que compraron el bono Bopreal con el objetivo de girar al exterior dividendos o utilidades. Al permitir esa remisión de fondos al exterior, que hacía más de cinco años que estaba vedada a las empresas, el gobierno se aseguró el éxito en la colocación del Bopreal, con un volumen equivalente a u$s1.743 millones en las últimas dos licitaciones. Traducido a pesos, significa que los inversores entregaron $1,54 billón. Y, como todo está gravado por el impuesto PAIS, quedaron en la caja de la AFIP $269.000 millones. Suponiendo que esa recaudación de mayo fuera igual a la de abril -un supuesto conservador-, y agregándole el nuevo ingreso proveniente del Bopreal, entonces el aporte del impuesto PAIS tendría un potencial de $780.000 millones.
Es un número que permite adelantar que en mayo, por quinto mes consecutivo, habrá superávit fiscal primario, aun cuando el entorno económico siga siendo recesivo. Impuesto PAIS: ¿un arma de doble filo? En consecuencia, la pregunta cae de madura: ¿es realista pensar en una eliminación del impuesto PAIS, cuando los números fiscales dependen cada vez más y, para colmo, se lo está aplicando a cada vez más actividades? Es el debate en que está sumido ahora mismo el gremio de los economistas. Hay quienes argumentan que, una vez que esté vigente la reforma tributaria, el nuevo impuesto a los ingresos -ex Ganancias- podría ayudar a compensar lo que pierda por el impuesto PAIS. Pero otros afirman que no se podrán equilibrar los números si, además, no se avanza en el recorte de los subsidios -justamente, lo que Toto Caputo no quiere hacer ahora, por temor a que dispare la inflación. La consultora Outlier, dirigida por Gabriel Caamaño, advirtió que el gobierno se encamina a una difícil disyuntiva: elegir entre sacrificar su ancla fiscal o posponer el desarme del cepo cambiario. Y no descarta la posibilidad de una salida intermedia, que implique salir del cepo con un "desdoble impositivo". Advierte que sería una solución deficiente, "porque implica abrir la cuenta capital y financiera mientras cierra o mantiene más cerrada la cuenta corriente. Eso es potencialmente un esquema cambiario más volátil". Según Caamaño, esa combinación entre un desarme del cepo pero con la continuidad del impuesto PAIS conlleva un riesgo, que es la disminución en la rentabilidad de los exportadores -porque sus insumos importados se encarecen-. Eso implicaría reducir la cuenta corriente -la del comercio de bienes- al tiempo que se abre la cuenta capital y financiera. El resultado, advierte el economista, sería una mayor volatilidad del dólar, y una economía más vulnerable a los shocks externos. Y recuerda un intento fallido similar en la historia reciente, con el Plan Primavera de los años ’80. A primera vista, la única alternativa que permita salir de la dependencia del impuesto PAIS sería que el paquete fiscal que acaba de obtener media sanción en Diputados pueda generar un ingreso de tal volumen que no haga extrañar al impuesto que se va. Por ahora, no hay consenso sobre que eso resulte posible en este año. |