Por Diego Cabot – A
fines de julio de2022,Eduardo Hecker estaba en Catamarca. Lo presentaban en un
acto del sector minero y, un segundo antes de que el presidente del Banco
Nación subiera al escenario, miró su celular: lo habían “renunciado”.
Mientras, pasó algo
similar en Estados Unidos. Silvina Batakis, entonces ministra de Economía, se
despidió de Jorge Argüello en el Aeropuerto de Washington. El embajador,
anfitrión de la funcionaria, le había preparado una agenda de presentación en
el centro del poder político americano. Ella, satisfecha, tomó un avión a
Houston, desde donde abordaría otro a Buenos Aires. Durante la escala, encendió
el celular y se encontró con la sorpresa: había sido reemplazada por Sergio
Massa.
Llegó a Buenos
Aires y pidió la presidencia “del Nación”, como se conoce al banco estatal. Se
la dieron y corrieron a Hecker, el otro desplazado, como director del Banco
Central. Algo así como minimizar los riesgos de despecho con plata estatal.
Desde entonces, Batakis consolidó una tendencia contracíclica en el sector:
mientras toda la banca fue restrictiva con el ingreso de nuevos empleados, la
fugaz exministra hizo crecer la planta de la entidad.
De su corto e
intrascendente paso por el Palacio de Hacienda quedó apenas un legado: el
decreto 426, del 21 de julio de 2022, que establece que “las jurisdicciones y
entidades del Sector Público Nacional [...] no podrán efectuar designaciones ni
contrataciones de personal de cualquier naturaleza”. Taxativa, la norma termina
con la siguiente rúbrica: “FERNÁNDEZ[talcomofirmalosdecretos el Presidente, con
mayúscula y sin el nombre] - Juan Luis Manzur [entonces jefe de Gabinete] -
Silvina Aída Batakis”.
Desmemoriada, la
presidenta del Nación violentó la norma no solo con su exmarido y con una
numeróloga, sino que además incorporó 334 empleados nuevos desde julio del año
pasado hasta agosto, último dato oficial que publica el Indec todos los meses,
donde se cuentan los empleados públicos de toda la administración nacional,
además de los dependientes de las empresas estatales y de los organismos
descentralizados. Eso, claro, sin contar los contratos de locación que facturan
y no se cuentan en la plantilla.
Aquel decreto tenía
como finalidad mandar una fuerte señal de austeridad. El 11 de julio de 2022,
en una conferencia de prensa, Batakis estaba rodeada de tres ministros (Daniel
Scioli, Julián Domínguez y el único sobreviviente de los tres, Matías Lammens),
además del presidente del Banco Central, Miguel Pesce, y la también desplazada
directora de la AFIP Mercedes Marcó del Pont.
En el centro de la
mesa y de la escena económica, Batakis fue directa: “Todos los organismos deben
estar alineados a buenas prácticas financieras. Vamos a hacer una modificación
en la ley de administración financiera: todos los organismos del Sector Público
Nacional tienen que estar contemplados en el manejo eficiente del presupuesto y
las erogaciones”, dijo. Y completó: “El congelamiento de la toma del personal
se amplía a todos los organismos del Estado”, anunció.
A los 10 días, se
publicaba el decreto que, arqueología regulatoria de por medio, quizá sea el
único legado de su paso por el ministerio. “La prohibición comprende a las
contrataciones para la prestación de servicios profesionales autónomos
previstas por el decreto 1109 del 28 de diciembre de 2017”, dice la norma que
dejaba sin efecto un régimen de contrataciones especiales de profesionales y
técnicos que no podía superar los 12 meses.
Pero ya sentada en
el sillón más importante del principal banco público de la Argentina, Batakis
dejó de lado su propio decreto para hacerse de un gerente cercano, su exmarido,
Héctor Javier Silva, además de contratar a Verónica Laura Asad, conocida como
Pitty, la numeróloga, segúninformóelprogramaPeriodismo para todos (PPT).
Varias cosas se
esconden detrás de estos nombramientos. El ingreso de su exmarido tiene algunas
aristas y tres personas que conocen por adentro la entidad coincidieron en que
no es posible que se nombre un gerente sin la anuencia del gremio, La Bancaria,
que maneja Sergio Palazzo.
Para hacerlo
efectivo, la gerente general ascendida por Batakis, María del Carmen Barros,
desplazó a dos gerentes, los de Negocios y Tecnología, Gastón Álvarez y
Cristian Lestani, respectivamente, y los mandó a sucursales del exterior.
Lestani, de sistemas, terminó en Miami. En ese lugar ingresó Silva, sin
concurso de antecedentes ni examen, toda una anomalía en un puesto
eminentemente técnico.
Cuentan que La
Bancaria tiene una fuerte impronta a la hora de que se sumen empleados,
especialmente en puestos medios. Además, en los nombramientos de mandos altos
también hay una pseudocorporación: “los gerentes”. Ahí conviven empleados de
mucha trayectoria y antigüedad que han hecho el camino ascendente en la entidad
y no ven con buenos ojos que la política coloque nuevos alfiles en ese lugar
del organigrama.
De ahí que varios
cargos políticos se completen en la casilla de “asesores”, que facturan o
tienen contratos de corto plazo y se renuevan cada vencimiento. Justamente, en
los pasillos del organismo corre un fuerte rumor: la gestión Batakis tiene en
carpeta un proyecto para que los “asesores” queden incorporados a la planta
permanente.
La contratación de
la numeróloga Verónica Assad la realizó la gerenta Barros. Tras haber
solicitado una consulta particular y quedar satisfecha con el servicio, la
funcionaria le ofreció un contrato que sería financiado por el organismo
bancario.
Según pudo saber la
nacion, ese tipo de relaciones –en este caso de $1,8 millones por semestre, a
razón de $600.000 por mes– están autorizadas sin pasar previamente por el
directorio, dado que para una dinámica mejor, se estableció un monto máximo de
compra directa.
Solo después, en un
informe en el que pocos se detienen, se consolidan estas contrataciones, que
van de suministros a locaciones de servicio, como este caso, y así se completa
el proceso, que es una suerte de visado. Es decir, podría haber más casos.
La gerenta general
también tiene contratada a una persona de su máxima confianza: Juan Manuel
Romero. El 28 de julio pasado, el jefe de los choferes cobró de sueldo en mano
poco más de $512.000, a lo que se sumaron otros $606.335,62 de horas extras. El
20 de julio, además, se hizo de otros $80.000 por viáticos y movilidad. Todos
estos pagos están autorizados por Barros.
Pero no todo termina
ahí. Al menos dos colaboradoras de prensa de La Bancaria, que se ocupan de
llevar el día a día del gremio, tienen contratos en la entidad. Con solo
preguntarle a Sergio Palazzo se podrían conocer sus nombres.
Ahora bien, de
regreso a la nómina del banco, la gestión Hecker/Batakis ha caminado en sentido
contrario a lo que ocurrió en el sector. Por caso, la banca pública, que
contiene a todas las entidades estatales e incluye al Nación, tenía 39.123
trabajadores en diciembre de 2020 y bajó a 38.592 en marzo pasado.
Hace un año,
Batakis firmó un decreto para ser más explícita en la prohibición de contratar
nuevos agentes, algo que ya estaba vigente desde hace años. Pero el
kirchnerismo siempre encontró los vericuetos como para hacer del empleo público
su privilegiada bolsa de trabajo, o de favores. A nadie le importó la norma de
la exministra, tan intrascendente, que ella misma se ocupó de violentar cada
día hábil en el que llegó a trabajar. Entró a los codazos al Banco Nación; y
con ese codo poderoso borró lo que escribió con la mano. |