Por José
Calero . La inflación erosiona no sólo los bolsillos y los nervios de
los argentinos, sino que también hace ingresar en un túnel cada vez más oscuro
los deseos de Sergio Massa de convertirse en presidente.
A pesar de que
sabía en la que se metía, el ambicioso ministro de Economía nunca imaginó que
la doble función de funcionario y candidato le depararía tantos sinsabores. Sus
canas cada vez más notorias reflejan en parte esos padecimientos.
Su equipo recalcula
semanalmente como darle batalla a la escalada de precios, que avanza inmune a
las medidas que se tomen. Al contrario, esas decisiones contribuyen a empujar
las remarcaciones, porque significan más emisión monetaria. Es una carrera desigual
típica, donde los ingresos de la población corren de atrás a las subas de la
mercadería.
El último
"invento" del ministro candidato está dirigido a tratar de torcer las
expectativas de alza de precios que tiene en la cabeza y sufre en los bolsillos
el consumidor. Decidió lanzar un índice de precios semanal, bautizado
"IPC Massa" por el mercado, que será elaborado por el Palacio de
Hacienda, no por el INDEC, y trae los malos recuerdos del intervencionismo
estatal sobre las estadísticas aplicada durante gran parte del kirchnerismo.
La iniciativa,
capitaneada por el viceministro de Economía, Gabriel Rubinstein, ya tuvo
su primer reporte, optimista por supuesto. Igual el resultado tuvo gusto a
poco, porque lo que la política a veces no entiende es que por más informes que
se difundan, quedan disueltos cuando la gente observa las góndolas de los
supermercados. Lo que se debe bajar es la fiebre, no cambiar el termómetro.
Y esa
fiebre será difícil de modificar si Massa insiste con seguir emitiendo
billetes para atender el "Plan Platita" que a diario suma nuevas
capas. La última fue resignar un billón de pesos anual de recaudación para que
los empleados de mayores salarios dejen de tributar Ganancias.
Los últimos
anuncios lanzados en plena campaña electoral tendrán además un costo estimado
en 1,5 billones de pesos y, lo que tal vez sea peor, alejan la posibilidad de
que el FMI aporte el desembolso previsto para noviembre. Es que en el staff del
organismo el horno no está para bollos con la Argentina, porque consideran que
en su afán electoral Massa se olvidó -¿otra vez?- de lo que prometió.
Esa promesa de
reducir el déficit había destrabado con lo justo el desembolso de u$s
7.500 millones por parte del Fondo Monetario, claves para que la economía no
volara por los aires. Pero a cambio Massa debía aplicar un ajuste fiscal. Todo
lo contrario, lanzó el "Plan Platita". La vida por un voto.
Qué pasará con el dólar
En ese escenario
cada vez más complejo, el Ministerio de Economía envió al Congreso el proyecto
de Presupuesto 2024. Si bien ya aclaró que esa iniciativa clave será discutida
tras las elecciones de octubre, como pidió el libertario Javier Milei, la presentación
de los números y los detalles que trascendieron de fuentes del Palacio de
Hacienda permitieron conocer algunos datos esenciales para el mundo de los
negocios.
Uno de ellos es qué
piensa hacer Economía con el dólar oficial, tras devaluar 22% el peso luego de
las elecciones primarias. Uno de los reclamos centrales del FMI es impedir que
se retrase el dólar. Las consultoras están advirtiendo que la escalada de precios
entre agosto y septiembre, que rondará el 25% bimestral, más que absorberá la
apreciación del dólar.
"Al querer
mantener el dólar oficial fijo hasta octubre con una suba de precios de dos
dígitos en cada mes, se llega con el mismo tipo de cambio real prácticamente,
pero con un nivel de nominalidad mayor, porque la inflación se comió la
devaluación", alertó el analista financiero Salvador Vitelli.
En la misma línea,
el economista Orlando Ferreres -viceministro de Economía del gobierno de
Carlos Menem hasta que llegó Domingo Cavallo- estimó que el índice
inflacionario total del bimestre agosto-septiembre sería del 26%, por encima de
la "recalibración" aplicada por el Ministerio de
Economía. "Con dos meses de inflación ya volveríamos al tipo de
cambio real anterior a la devaluación", explicó.
Peor aún, para el
director asociado de la consultora EcoGo, Sebastián Menescaldi, es
"factible que el avance de los precios recorte el incremento de
productividad ganado de manera posterior a la devaluación". Y arriesgó:
"Es posible que ya en la primera semana de octubre el nivel de tipo de
cambio real se vuelva a ubicar en niveles similares a los del 11 de agosto
último, antes de las PASO".
Las proyecciones del ministerio de Economía
En ese escenario,
Economía proyectó un dólar oficial a 600 pesos para fines del 2024, Pero
cerca del viceministro Rubinstein dieron algunas pistas sobre qué puede ocurrir
con la moneda norteamericana hasta fin de año.
La intención del
equipo económico es sostener el nivel de la divisa en $350 al menos hasta
el 22 de octubre, el domingo electoral, y, según el resultado, comenzar a ver
cómo ir apreciando el dólar.
Según los cálculos
que maneja Rubinstein, el dólar oficial debería comenzar a moverse recién
en noviembre, cuando se retomaría la estrategia de depreciaciones leves diarias
del peso (crawling peg). A cuánto podría llegar el dólar a fin de año, es un
misterio desconocido hasta por el Banco Central, pero los consultores
arriesgan un número redondo: 400 pesos. Si eso ocurre, el dólar blue se iría a
la zona de los $800.
Si se tomara el
proyecto de Presupuesto como algo probable, la intención oficial es aguardar
hasta el 15 de noviembre para tocar el nivel del dólar. A partir de allí
implementar una devaluación administrada que acompañe el tipo de cambio. Los
cálculos oficiales ubican el tipo de cambio en $370 para fin de año.
Pero este enjambre
de cifras es relativo. El resultado de las elecciones generales marcará el
ritmo del dólar, y también de la inflación. Y tal vez haya que aguardar hasta
el 19 de noviembre, la fecha prevista para el balotaje. Es que la Argentina
está en el peor de los mundos, porque el cambio de gobierno le suma dramatismo
a una economía volátil e incierta, que el 27 de septiembre -INDEC mediante-
dará a conocer su peor cara: cuatro de cada diez personas son pobres, y el 60%
de los chicos está en esa situación dramática que parte el alma. |