Las denuncias por
la supuesta venta de candidaturas que jaquean a Javier Milei pueden ocultar
delitos gravísimos o no significar nada desde el punto de vista legal. En
principio, las faltas son graves desde el punto de vista de la integridad
electoral y la ética de los candidatos. Esta es la principal conclusión a la
que llegaron diversos especialistas en derecho electoral consultados por La Nación.
“Puede ser todo o puede no ser nada”, describió un funcionario judicial
especializado en delitos electorales.
Por lo pronto, el
fiscal federal con competencia electoral Ramiro González abrió una
investigación preliminar ante la cascada de denuncias contra Milei, que fue
señalado por “vender” lugares en sus listas a cambio de entre 10.000 y 50.000
dólares.
En este expediente,
que es previo a la apertura de una causa judicial, ya declaró ante el fiscal el
abogado liberal Carlos Maslatón, exaliado del economista, que habló ante el
fiscal de un “régimen de franquiciado político” en las listas de Milei, de
quien dijo que “subasta” lugares en las listas.
Están citados para
esta semana Rebeca Fleitas, Mila Zubriggen y Juan Carlos Blumberg, quienes
también acusaron al dirigente libertario.
La abogada Delia
Ferreira Rubio, especialista en legislación electoral y presidenta de
Transparencia Internacional, dijo a La Nación: “No hay ningún delito a partir
de lo dicho, los candidatos pueden aportar como cualquier ciudadano. No conozco
ninguna figura de la ley electoral que diga que es ilícito. El problema es si
estos aportes están dentro de los límites establecidos para los aportes
privados; si están declarados, deben ir a una cuenta bancaria del partido”. Por
eso, en abstracto, legalmente no hay delito, pero hay que ver si en cada caso
ese dinero fue declarado y si está dentro de los límites máximos de aportes.
Los partidos
políticos deben reportar después de las PASO y después de las elecciones
generales sus aportes y hacer un informe previo donde deben detallar quiénes
aportaron y cuánto. También deben acompañar las constancias de las cuentas.
Recién entonces se sabrá si estas denuncias constituyen delitos electorales.
La especialista
dijo que la dificultad para los partidos no es conseguir los fondos, sino su
justificación. Y recordó el ejemplo de investigaciones judiciales y
periodísticas que revelaron el caso de aportantes de Juntos por el Cambio, en
2017, que eran beneficiarios de planes sociales, pero que no habían puesto
dinero en la campaña; y otro caso que involucraba al peronismo, con fondos que
figuraban aportados por jubilados que cobraban la jubilación mínima y que no
habían entregado dinero alguno.
“Otra cuestión es
la ética política de quienes forman parte de las listas”, dijo Ferreira Rubio.
Y recordó que estas prácticas son usuales “en todos los partidos donde el
mérito no ha sido el criterio”. Puso como ejemplo lo ocurrido en los Estados
Unidos, donde los financistas de la campaña que aportan más de 999.999 dólares
eran premiados con una embajada.
Este tipo de
prácticas poco transparentes de financiamiento, dijo la experta, impide saber
si las políticas públicas del funcionario, en caso de llegar al poder, se
corresponden con sus ideas del bien común o son una devolución de favores.
Otro asunto es el
origen de los fondos. La Cámara Nacional Electoral advirtió hace dos meses en
una acordada sobre la utilización de las campañas electorales para blanquear
dinero proveniente del narcotráfico o de otros delitos. Exhortó a los jueces
electorales a investigar.
En la Argentina, la
exintendenta de la ciudad correntina de Itatí Natividad Terán, alias Roger, y
su exvice Fabio Aquino fueron condenados a tres años y tres años y ocho meses
de prisión, respectivamente, en una causa por narcotráfico. Estaban acusados de
darles protección política a los narcotraficantes.
En el Litoral, el
poder del narcotráfico amenaza la política y hay intendentes que reciben la
visita de enviados de narcotraficantes que financian sus campañas sin que
puedan rechazar el dinero sin un riesgo para su vida.
Lo importante es
ver cómo se declaran esos aportes, si es que están por encima de los topes
establecidos y si el aportante individual puede justificar esos fondos.
La jueza María
Servini no aprobó la rendición de fondos de campaña en las elecciones de 2007,
donde hubo dinero de empresas dedicadas a la venta de productos farmacéuticos
que estaban siendo investigadas como parte de la “mafia de los medicamentos”.
Parte de esos
fondos fueron aportados a la campaña de Cristina Kirchner por Sebastián Forza,
dueño de la droguería BairesMed y de la empresa Seacamp, y una de las víctimas
del triple crimen de General Rodríguez, vinculado al tráfico de efedrina.
Otro funcionario de
la Justicia Electoral coincide con Ferreira Rubio en que, a priori, no hay
delito en las denuncias de “venta” de candidaturas. Habría delito, señaló, si
por ejemplo un dirigente ganó una interna o realizó una militancia previa en el
partido, que lo hizo acreedor a la candidatura, y se la niegan a último momento
si no aporta el dinero, de manera forzosa. “Si se ganó el lugar, pero le dicen
que si no pone dinero no puede ser candidato y se impide ejecutar lo que los
afiliados decidieron, ahí hay un delito”, explicó el funcionario.
Prácticas
irregulares
Ferreira Rubio
advirtió que los candidatos evitan declarar algunos aportes “en especie” que
reciben, como por ejemplo el uso de aviones privados que les “prestan”
empresarios para desplazarse en sus campañsa o que, directamente, son aparatos
pertenecientes a las provincias, disfrazados de vuelos sanitarios.
Otro especialista
en derecho electoral señaló que en las conductas denunciadas puede haber un
delito contra la fe pública. Estos delitos se dan cuando se quiebra la
confianza que la colectividad deposita en ciertos instrumentos y valores a los
cuales el Estado les confiere autenticidad. Los penalistas los identifican con
la falsificación de monedas, de timbres y de cheques, pero una mirada desde el
derecho constitucional pude hacer extensiva esa violación cuando se pone en
tela de juicio la veracidad de determinados valores y se defrauda la confianza
del elector, que no sabe que el candidato compró su lugar en la lista.
El otro principio
general que está en tela de juicio con estas denuncias, advirtió otro
funcionario de la Justicia Electoral, no pasa por un delito, sino por la
degradación de la “integridad electoral”. Se trata de un índice que mide la
calidad de las elecciones y la democracia basándose en indicadores sobre la
respuesta institucional, la igualdad en el acceso a derechos políticos y la
competitividad democrática. Canadá y Uruguay son los países que encabezan el
ranking en América, con 83 puntos sobre 100. Venezuela, con 36, está apenas por
encima de Haití, Honduras y Nicaragua, que representan los casos más
problemáticos en la región. La Argentina tiene 67 puntos sobre 100, séptimo en
la región, por debajo de Chile, Costa Rica, Panamá y de Perú. El Proyecto de
Integridad Electoral es realizado por el Royal Military College de Canadá, la
University of East Anglia y la Queen’s University. |