A la espera del
milagro, activan operativo clamor
Por Florencia
Donovan - Hay una manera argentina de ver el mundo, que es distinta del resto
del planeta. En el gobierno de Alberto Fernández están convencidos de que van a
lograr, tarde o temprano, modificar la cosmovisión del sistema financiero internacional.
Pero empiezan a surgir alertas en las negociaciones con el Fondo Monetario
Internacional (FMI), entre otros frentes. El hartazgo de los interlocutores que
no terminan de comprender el lunfardo es evidente.
“El acuerdo se
cierra en julio”, insisten cerca del ministro Sergio Massa. La realidad es que
los tiempos se dilatan. Tanto en Economía como en el FMI confirmaron que los
vencimientos que estaban previstos para estos días se postergan para fin de
mes, tal como sucedió en junio. El viaje del equipo técnico de Massa, que
estaba previsto para comienzos de esta semana, en tanto, no termina de
confirmarse. “No vamos a mandar a nadie de rehén para que lo aprieten allá. Eso
ya lo vivimos”, justifican las fuentes. El “apriete” es para el Fondo tener garantías
de que la Argentina va a cumplir al menos lo poco que logre incorporarse en
esta nueva revisión del acuerdo. Es el problema de ser un interlocutor
incomprendido… o poco creíble.
“Massa debería
trabajar más de ministro y menos de vocero. Si se dedicara a administrar la
economía en vez del relato, le iría mejor”, ironizan.
Ya no solo el staff
del Fondo empieza a perder la paciencia –aunque sigue pujando por un acuerdo–,
sino también el directorio del organismo. Pese a las insistentes versiones, en
la agenda pública del FMI no hay fecha para que el board trate el caso
argentino. Hay publicadas reuniones hasta el 13 de este mes, pero en ninguna
figura la Argentina. Los incentivos siguen siendo claros, tanto a los técnicos
como a los países accionistas del Fondo les conviene que el Gobierno transite
estas semanas hasta la elección sin sobresaltos. Pero nadie tampoco quiere
quedar financiando al oficialismo. Ante todo, fair play.
A esta altura, no
es secreto (ni original) lo que pide el FMI: un ajuste fiscal más pronunciado y
algún tipo de sinceramiento cambiario, ya sea vía aceleración del crawling peg
(por las devaluaciones diarias que realiza el BCRA) e impuestos a la
importación, o directamente un salto devaluatorio. Ambas medidas son
impopulares políticamente, más aún a tan pocas semanas de una elección. Pero en
el board del Fondo algunos exigen que la Argentina realice algo de todo esto
antes de firmar cualquier cosa.
Sin muchas
intenciones de ceder, pero con la presión de tener una macro que no cierra por
ningún lado, en Economía buscan aliados que le permitan torcerle el brazo al
FMI. A la carta que la semana pasada el Gobierno le envió al presidente de los
Estados Unidos, Joe Biden, que contó con la firma de seis presidentes de la
región –Brasil, México, Chile, Colombia, Bolivia y Paraguay–, que le
solicitaron su apoyo a la Argentina en las negociaciones que lleva adelante con
el FMI, ahora se sumará una nueva, en conjunto con Egipto. Massa mantuvo ayer
una reunión virtual –que se ocupó de hacer trascender– con su par egipcio,
Mohamed Maait. El país africano es, después de la Argentina, el segundo mayor
deudor del Fondo y, al igual que el país, también está intentando contener las
presiones del organismo de crédito para avanzar en una devaluación de su
moneda. Egipto, que tiene un acuerdo por US$3000 millones con el FMI desde
diciembre pasado, dejó flotar la libra egipcia, pero comenzó a intervenir en el
mercado de cambios luego de que el tipo de cambio pasara rápidamente de 17
libras por dólar a 30,9 (con un blue operando a 37 libras egipcias).
“Acordamos entre la
Argentina y Egipto, y también invitaremos a otros países, enviar una nota
dirigida a Kristalina Georgieva para plantearle un flexibilización del FMI en
estos casos de situaciones de deuda tan importantes –confirmó el asesor de
Massa en cuestiones internacionales, que participó de la reunión, Gustavo
Martínez Pandiani–. También hablamos de promover el intercambio comercial sin
el uso de dólares y desarrollar un memo de entendimiento para la cooperación
económico financiera”.
En Wall Street hay
quienes ya empiezan a hacer números. Comienza a ganar terreno entre algunos
analistas la posibilidad de que la Argentina dilate sus negociaciones con el
FMI hasta después de las PASO. Ya sea que encuentre en el diccionario argentino
alguna nueva definición de “mora” o que busque la manera de pagarle otra vez
con yuanes o algún otro mecanismo. Más allá de que es una incógnita la
condición que puso China para que el país complete el pago de junio con yuanes,
contablemente al Tesoro se le complicaría tomar ese dinero prestado del BCRA.
Para hacerlo en junio, el BCRA debió emitir $688.000 millones en adelantos
transitorios, que le permitieron al Tesoro “comprar” las divisas con las cuales
pagó al FMI. Por más que todavía muchos economistas insistan en que la emisión
no genera inflación, puede no ser el momento para seguir testeando la
hipótesis.
Las finanzas
públicas son cada vez más complejas y el peronismo se está encontrando por
primera vez con que no va a ser posible avanzar con un “plan platita”
electoral, tal cual mandan los manuales. De hecho, el precandidato Massa buscó
recientemente aflojar con el ajuste que se venía haciendo en las transferencias
a las provincias –en términos reales, este gasto cayó 29,4% entre mayo de 2022
y mayo pasado, último dato disponible–, pero luego quienes lo asesoran le
mostraron que el margen de acción era ínfimo. Aunque algunas lograron algo,
como Tierra del Fuego, que según se publicó esta semana en el Boletín Oficial
recibió un préstamo del Fondo Fiduciario para el Desarrollo Provincial por
$3600 millones. Pero tampoco el Gobierno puede hacerse el loco con el gasto
porque no tiene la certeza de tener con qué financiarlo, menos si se dilata el
acuerdo con el Fondo.
En Wall Street
algunos creen que el país podría dilatar la negociación con el FMI hasta
después de las PASO
No sorprende por
ello que muchas provincias optaran en las últimas semanas por avanzar con
emisiones de letras o préstamos bancarios. La provincia de Buenos Aires, Tierra
del Fuego, Neuquén y hasta Santa Fe son algunos ejemplos. La Nación, en estos
casos, colabora indirectamente: el Banco Central publicó la semana pasada una
circular para habilitar a los bancos a incorporar las letras emitidas por Santa
Fe en sus activos sin por ello afectar sus límites de exposición al sector
público. Una pequeña ayuda.
Pero no todo se
resuelve tan fácil. El plan de congelamiento de precios orquestado por la
Secretaría de Comercio a cargo de Matías Tombolini tiene sus filtraciones. En
una reunión de la Federación de Industrias Textiles Argentinas (FITA) no hubo
demasiada adhesión al pedido de Tombolini de solo subir 5% los precios hasta
las PASO. “Para los que están en indumentaria es fácil prometerlo porque están
en época de liquidación. Y ya pusieron en marzo precios previendo aumentos.
Para los industriales, es imposible”, admitieron. No solo las petroleras se le
rebelan a Tombolini.
La creatividad
argumental no es exclusiva del Gobierno. En el sector privado también son
rápidos para encontrarles vueltas a las trabas. Los importadores inscriptos en
zonas francas se cansaron de apelar a este domicilio para pagar mercadería en
el exterior sin necesidad de contar con una SIRA –permiso de importación–. “Hoy
están absolutamente colapsadas las zonas francas; tardás días en sacar un
pallet porque hay que mover diez mil antes, tipo Tetris”, confió un hombre que
conoce de cerca el negocio. Hecha la ley, hecha la trampa.
De todas maneras,
en el mercado, los productos importados cada vez se fijan a un tipo de cambio
más cercano al libre. “Lo que vemos es que los bienes importados se movían en
línea con el tipo de cambio oficial y cuando empezó el régimen SIRA se
divorciaron. En la práctica, ya tienen un dólar celeste, a mitad de camino”,
explica el economista Andrés Borenstein. De acuerdo con un informe de la
consultora Econviews, sectores como el textil, el automotor y el de máquinas y
aparatos eléctricos son de los que más se alejaron del tipo de cambio oficial.
Nada indica, de todas formas, que si el Gobierno accede finalmente a ponerles
un nuevo impuesto a las importaciones –una suerte de desdoblamiento cambiario,
en la práctica–, tal cual le sugirió en algún momento el FMI, los importadores
locales no ajusten sus precios todavía más.
La elección y las
encuestas marcan el ritmo de absolutamente todas las medidas. La oposición no
es ajena a este condicionante. A medida que crece Patricia Bullrich en las
encuestas, también crecen las presiones del círculo rojo para que incorpore
como economista de cabecera a Carlos Melconian. Algunos hombres cercanos a ella
hasta sondearon el tema con el expresidente Mauricio Macri, de injerencia en el
armado de la precandidata. Bullrich, sin embargo, sigue sosteniendo a quien la
asesora desde el comienzo: Luciano Laspina. Dilemas que pueden esperar.
Los productos
importados cada vez más se fijan a un tipo de cambio más cercano al libre |