Por Fernando
Gutiérrez - El déficit de la balanza comercial de mayo -tercer mes consecutivo- es una
"foto" de la encrucijada en que se encuentra la economía argentina,
donde se plantea la disyuntiva sobre si priorizar el nivel de actividad
económica o las reservas del Banco Central. En mayo, el
"rojo" de las cuentas obedece a una marcada suba en las
importaciones, lo cual da la pauta de que, pese a la escasez de dólares, se
intenta mantener un flujo para proveer insumos a la industria.
Así, todos los
rubros de importación registran incrementos respecto del mes anterior, y en el
caso de los bienes de capital y las piezas y accesorios, también se registra
una variación positiva en comparación con el año pasado.
En total, se
importó en mayo por u$s7.357 millones, un número alto cualquiera sea la base de
comparación: supera largamente el promedio de u$s5.814 millones que se registró
en el primer cuatrimestre. Y, de hecho, hay que remontarse hasta agosto
del año pasado, en pleno récord de la importación de gas, para encontrar una
cifra más alta.
Pero el detalle más
importante acaso sea el de que, si se considera la cantidad de importaciones de
mayo restándole el rubro de energía, entonces la cifra ya no cae sino
que crece en términos interanuales, y debe considerarse que mayo del
año pasado había constituido una marca récord.
La energía sigue
siendo, por lo tanto, un aspecto clave en el análisis del saldo
comercial y la escasez de las divisas que amenaza a la economía. En
mayo, las compras por este rubro fueron de u$s992 millones, con lo cual
representaron un 13,5% del total. Son números que parecen pequeños en comparación con los de hace un
año: en plena crisis por falta de gas -cuyos precios, además, justo habían sido
impactados por la guerra en Ucrania-, las compras argentinas ascendían a
u$s1.600 millones, que representaban un inédito 20% del total de la
importación.
La expectativa del
Gobierno es que ese peso de los combustibles en las importaciones empiece a
moderarse en las próximas mediciones, gracias a dos situaciones. La primera es
que se adelantaron en el primer cuatrimestre compras de gas, con el objetivo de
beneficiarse con los precios más bajos de la "contraestación".
Fue por eso que durante el verano se importaron u$s1.846
millones. En teoría, esto debería restar presión a la importación de energía durante la época invernal, cuando
probablemente se produzca una suba en los precios del mercado
internacional.
Si, además, se
considera el avance en el gasoducto
Kirchner -el martes
pasado abrió su primera válvula- que podría trasladar el combustible desde el
yacimiento de Vaca Muerta a los grandes centros urbanos en un trayecto de 573
kilómetros, entonces se podría cumplir con el objetivo trazado por el ministro
de economía, Sergio Massa, que espera que la cuenta de importación de
energía se reduzca en u$s1.700 millones.
Massa cuenta los dólares
Los cálculos
originales de Massa eran que el ahorro total del año por compras de gas
pudiera ascender a u$s2.500 millones pero, dados los tiempos de
funcionamiento del gasoducto, no se llegará a esa cifra. En cambio, para el año
próximo, cuando la operatividad del gasoducto esté a pleno, el ahorro será de u$s4.000 millones.
En la expectativa de los funcionarios, esto supondrá un
impacto fundamental, dado que en 2022 el rubro de combustibles resultó
deficitario en u$s4.470 millones pero, a partir del año próximo, hasta podría empezar a dejar un superávit.
De hecho, los más
optimistas ya dejan trascender pronósticos sobre un holgado superávit de
balanza comercial para el primer año del próximo gobierno. Pero
claro, antes de eso hay que atravesar lo que resta de 2023, y como consecuencia
de la sequía, los números serán muy diferentes a los que había planteado Massa
en su optimista proyecto de presupuesto.
De hecho, los
economistas que participan en la encuesta REM volvieron a corregir a la baja su pronóstico
y esperan que el año termine con un mínimo saldo de u$s650 millones,
producto de exportaciones por u$s71.050 millones e importaciones por u$s70.400.
Eso implica una visión escéptica sobre que el Gobierno pueda seguir sosteniendo
un ritmo de importaciones similar al que se acaba de registrar en mayo.
La cifra acumulada de compras en los primeros cinco meses
del año da u$s30.690 millones, por lo que, si lo que esperan los economistas
del mercado se termina concretando, entonces desde aquí a
fin de año habrá un promedio de importaciones de apenas u$s5.700 millones
por mes.
En definitiva, la
duda está en si se podrá sostener un flujo importador que evite la dura
recesión que vienen pronosticando los economistas. Hasta ahora, los índices han
sido mixtos, con meses de crecimiento y otros de freno. El último número de la
industria, según estima la fundación FIEL, marca una caída interanual
de 3,4%, tras haber mostrado meses con números al alza.
En la cabeza de
todos los economistas está presente la célebre regla del "tres a
uno" entre importaciones y PBI. Esto implica que se necesita que
suban tres puntos porcentuales en la importación para que la economía crezca un
punto, dada la dependencia de la industria nacional respecto de los insumos y
maquinaria importada.
Y en lo que va del
año, la variación ha sido negativa en 6,3%, lo cual puede tomarse como un pronóstico
seguro de recesión. Sin embargo, cuando se hace el mismo cálculo pero
exceptuando el gasto del rubro energético, la caída importadora es mucho menor,
del orden de 2,7%.
Baja exportación pese al "dólar soja"
Del lado de
las exportaciones, también hay datos llamativos. A pesar de la consabida
crisis climática que, según la Bolsa de Rosario, redujo la cosecha de soja
a apenas 20 millones de toneladas -un desplome mayor al 53% frente a la
anterior campaña de 43,3 millones de toneladas, no deja de
sorprender la caída en las ventas. Sobre todo, porque en mayo se
aplicó a pleno el esquema de incentivo exportador con un dólar preferencial.
Aun con ese
estímulo cambiario, las exportaciones de productos primarios cayeron, en
términos interanuales, un 37,2%, mientras que el rubro de manufacturas de
origen agropecuario tuvo un retroceso de 29%.
Es cierto que la
suerte no ayudó: no solamente hubo una caída exportadora en cantidades, sino
que además afectó un descenso de los precios, con variaciones negativas de
4,1% para los productos primarios y de 16,2% en las manufacturas de origen
agrícola.
Esto lleva al
pesimismo de los economistas, que en la encuesta REM pronosticaron
exportaciones de u$s71.050 para todo el 2023. Eso implicaría que
desde aquí hasta fin de año habrá un promedio mensual de ventas por
u$s6.150 millones, una cifra magra en comparación con el promedio de
u$s7.504 que se había registrado entre junio y diciembre del año pasado.
Es en este marco
que surgieron las especulaciones sobre la eventualidad de una cuarta
edición del "dólar soja" para estimular la venta de los 11
millones de toneladas que se estima siguen guardados en los silobolsas. Pero
los expertos del mercado agrícola son poco optimistas sobre un resultado
positivo de un nuevo esquema exportador, al menos si mantiene las
características del que se acaba de poner en práctica.
En el caso
reciente, los productores protestaron porque consideraron que el precio
que se les ofrecía era poco atractivo, tanto en la comparación del mercado
internacional como respecto del que habían cobrado en septiembre del año
pasado.
Pero, además, hubo
muchas críticas por los "efectos secundarios", ya que se notó cierto
efecto desgaste del incentivo. Del total liquidado por u$s5.080
millones, el BCRA apenas pudo retener u$s1.405 millones, lo que implica un 28%,
una cifra pequeña si se considera que las ediciones anteriores del "dólar
soja" se había embolsado un 65% y un 74%, respectivamente.
Pero, además, queda
el "lado oscuro" del régimen de incentivo: el costo financiero que se
produce por la distorsión cambiaria, dado que comprar un dólar caro a los
productores sojeros y vendérselos baratos a los importadores implica una
pérdida y, además, una expansión monetaria involuntaria.
Según la estimación
de Salvador Vitelli, analista de Romano Group, el "dólar soja 3"
terminó con una pérdida de $262.256 millones, y una emisión de $683.814,
equivalente a un 12,7% de la base monetaria. |