Domingo 29 - Por Luciana Vázquez - El economista de la Fundación Mediterránea propone
un nuevo régimen económico, con cambios en los incentivos para fomentar la
inversión privada; además, asegura que Massa está tomando decisiones que
condicionan la macroeconomía del próximo gobierno
El empresariado
privado tiene que reasumir el rol de empresario de riesgo”, plantea. “El
mercado de capitales es chico en la Argentina pero, además, el ente regulador,
la Comisión Nacional de Valores, no tiene la independencia que tiene que
tener”, advierte. “El próximo gobierno tiene que hacer un cambio de régimen:
cambiar los incentivos para que el que invierta sea el sector privado, el que
ahorra sea el sector público y el que genere empleo y crecimiento sea el sector
privado. Lo que pasa en todos los países”, afirma.
El economista
Enrique Szewach pasó por La Repregunta. Szewach es el director ejecutivo del
IERAL, de la Fundación Mediterránea, donde, junto a Carlos Melconián, avanzaron
en el diseño de un programa económico para el próximo gobierno.
En medio de un
contexto económico complicadísimo, se instalan preguntas. Aquí, algunos pasajes
destacados de la entrevista.
-Un enero de hace
17 años, se concretaba la cancelación total de la deuda con el FMI, anunciada
por el entonces presidente Néstor Kirchner. Se discutió mucho si era la mejor
decisión posible por los costos. Para muchos, ese anuncio se trató más de una
posición retórica, esa idea de la Argentina recuperando soberanía. ¿Cuánto de retórica
hay en la recompra de la deuda que planteó el ministro de Economía Sergio
Massa, otra vez, como recuperación de la soberanía económica?
-El objetivo de
corto plazo, no confesado, de este programa de intervención o de recompra era
frenar la corrida que se armó en los mercados supuestamente libres, que también
tienen restricciones, y por supuesto, en el blue. Pero no se podía anunciar
como intervención por dos razones. Primero, porque no se anuncia. Y segundo,
porque al Fondo Monetario Internacional (FMI), aunque está firmando cualquier
cosa, no le gusta demasiado que el gobierno intervenga en el mercado de
cambios. En cambio, una operación de recompra de deuda se puede vender más
razonablemente. Ahora, una operación de recompra de deuda de mil millones de
dólares nominales o de mil millones dólares reales, todavía no lo sabemos, no
va a cambiar mucho la historia dado el monto de la deuda. De hecho no la
cambió.
-Claro, el dólar se
disparó otra vez. ¿Cuánto de lo que hace Massa está condicionado por la presión
de los socios políticos del Fdet y cuánto es porque es la única herramienta
posible en medio de esta crisis, más allá de las presiones?
-Es una mezcla. Por
un lado, lo que le importa a la gente es la tasa de inflación. Los movimientos
del dólar, sobre todo el blue y de la brecha, influyen sobre la tasa de
inflación. Pero el problema central es que este gobierno tiene pocos
instrumentos. Y el ministro usa los pocos instrumentos que tiene, usa su
ingenio y esta retórica, para usar tus palabras. Pero básicamente es lo que
tiene porque estamos al final de un ciclo de gobierno que, además, se ha
deteriorado visiblemente. El margen de maniobra que tiene un gobierno en su
último año, en condiciones normales, es muy bajo. En estas condiciones es más
bajo todavía. Y en la situación objetiva de la Argentina, que tiene un problema
de déficit fiscal, un problema de deuda, un problema de no poder acceder a los
mercados, sin reservas en el Banco Central, al gobierno no le queda otra que
usar los pocos instrumentos que hay. Sumale algo que ya pasa en la Argentina
desde 2015: estamos frente a gobiernos de coalición que se armaron para ganar
elecciones pero no para gobernar. Las coaliciones en la Argentina no tienen un
contrato ni un acuerdo. Se unen para ganar una elección y después le delegan a
alguien el manejo. Se lo delegaron a Massa, que es más importante que (Martín)
Guzmán y mucho más que (Silvina) Batakis porque es uno de los accionistas del
Fdet, minoritario, pero accionista al fin. A Massa le han dado, lo digo entre
comillas, plenos poderes para que avance pero dentro de ciertas circunstancias.
Sospecho que Massa también quiere mantener su posición expectante, no sé si
para esta elección o para la próxima. Pretende mantener por lo menos la
posición de que él no ha destruido lo poco que le queda a este gobierno.
-¿Cuáles de estas
decisiones que no resuelven las urgencias van a terminar condicionando muy
estructuralmente al futuro gobierno?
-No diría
estructuralmente pero claramente Massa está tomando decisiones que, en muchos
casos, comprometen al próximo gobierno. Primero, van a postergar el aumento de
tarifa, que va a volver a recaer en el próximo gobierno. Están postergando la
devaluación, un salto en el tipo de cambio oficial, que está muy atrasado. No
sé si lo van a lograr porque está el tema de la sequía y tienen que conseguir
un montón de dólares. Los dólares que está consiguiendo son préstamos que habrá
que devolver. Está asumiendo compromisos con empresas que aprovechan la
situación para pedir más de la cuenta. Está congelando precios. Ni qué hablar
de la acumulación de la deuda interna y del problema monetario del Banco
Central. Todo esto condiciona la macroeconomía de corto plazo del próximo
gobierno. A eso, se le suma un condicionamiento estructural que es más grave.
-¿A qué se refiere?
-El problema
fiscal. La Argentina tiene un déficit fiscal estructural que solo se cierra de
a ratos con inflación.
-Ahora está en
2,4%.
-Sí pero son todas
bajas derivadas del shock inflacionario porque, con la inflación, se licuan los
gastos, las jubilaciones y se inflan los ingresos. Hay que dejar de usar la
inflación como mecanismo de cierre fiscal. Eso implica efectivamente un cambio
de régimen. Este gobierno no lo va a hacer y está entorpeciendo el camino de
ese cambio de régimen para el próximo gobierno. Igual, aunque lo entorpezca, si
hay voluntad política y si hay un buen programa y un buen equipo, ese cambio de
régimen va a suceder.
-Desde la Fundación
Mediterránea, ustedes elaboraron un programa que ponen a disposición de las
distintas fuerzas políticas. ¿Qué es, en ese programa, un cambio de régimen?
-La economía
argentina de los últimos años fue una economía sin incentivos para el sector
privado para invertir y generar empleo de calidad. Fue una economía basada en
el gasto del sector público y en incentivos de corto plazo. Capitalismo de
amigos… ni siquiera de amigos, de conocidos. Pero ése régimen llevó a
que hace 10 años
que la economía no crece; que no genera un empleo de calidad neto en serio,
donde la productividad se ha desplomado. El cambio de régimen es cambiar los
incentivos que tiene una economía para que el que invierta sea el sector
privado, el que ahorra sea el sector público y el que genere empleo y genere
crecimiento sea el sector privado. Lo que pasa en todos los países.
-¿Esos
incentivos son macroeconómicos?
-Primero, está el
incentivo macroeconómico de la estabilidad, de terminar con la inflación, de
tener un régimen fiscal estable, de no tener que recurrir a impuestos
espasmódicos. Hay que reformar el régimen impositivo. Hay que reformar el
gasto. Esa es la macro. Y después vienen los incentivos sectoriales. Tenés que
generar el ambiente de productividad, el marco de las relaciones laborales, por
ejemplo. En la Argentina, la palabra productividad ha dejado de usarse hace
muchos años. Un país que no usa la palabra productividad tiene un serio
problema en el siglo XXI.
-Mencionó bajar el
gasto y bajar impuestos.
-Dije reforma
positiva y bajar el gasto.
-¿Reforma positiva
es bajar impuestos? Esa es una buena aclaración.
-Al final del día,
sí. Pero el primer impuesto que hay que bajar es la inflación, que es el que
pagan los pobres. Para bajar la inflación, hay que terminar con el déficit
fiscal y que el Banco Central pueda hacer una política monetaria que no tenga
que financiar el sector público. No se puede, simultáneamente, bajar el
impuesto inflacionario, que es el más grande, bajar los otros impuestos y bajar
el gasto. Hay que ir a una secuencia. Por supuesto, esa secuencia implica
ordenar el sistema impositivo, dejar de cazar en el zoológico, dejar de tener impuestos
distorsivos, cobrar los impuestos que cobran los países normales.
-El análisis suele
estar puesto en el rol del Estado y de la política. Pero usted habló del
“capitalismo de amigos”. ¿Qué rol tiene el sector privado en la reproducción de
las crisis económicas?
-Si el sector
privado tiene los incentivos necesarios para producir, invertir y generar
empleo, lo va a hacer porque es su negocio. Ahora, no va a funcionar si se le
arman los incentivos al revés o se genera esta idea de que si no estás conmigo
y no somos socios, no va. Todos los que hablan del rol del Estado suponen un
Estado, que el estado funciona, que existe. A partir de ahí, plantean hay cosas
que debe hacer el Estado; otras, el mercado. En la Argentina, ese discurso se
diluye cuando hay un Estado que no funciona. Hay que hacer dos cosas: hay que
recomponer el Estado para que gestione lo que tiene que gestionar y generar los
incentivos para el sector privado. Soy muy optimista respecto del sector
privado argentino porque, cuando le dieron los incentivos, respondió.
-Hubo mucho
cuestionamiento al sector privado porque aceptó la presión de la secretaría de
Comercio durante los años del kirchnerismo histórico, sin plantarse desde las
cámaras empresariales, por ejemplo, de una manera más firme. ¿Hay algo que el
empresariado puede hacer más allá de responder a los incentivos de la
macroeconomía y del gobierno?
-Un empresario
argentino que se enfrenta a un gobierno con esta maquinaria, con este Poder
Judicial, con esta AFIP, con esta UIF es un empresario que corre el riesgo de
perder la empresa. Pedirle a ese empresario que tenga comportamientos heroicos,
oponiéndose a ciertas cosas, es un problema. Se necesita mucho respaldo de tus
propios pares, que a veces no se da, o, si sos una multinacional, mucho
respaldo de tu casa matriz. Dicho esto, efectivamente el empresariado privado
tiene que reasumir el rol de empresario de riesgo. Juan Carlos de Pablo tiene
una comparación que yo uso mucho: no es lo mismo estar ocupado que estar
trabajando. En los últimos tiempos, los empresarios argentinos han estado muy
ocupados con poco trabajo. El cambio de régimen es que trabajen. Que dejen de
estar ocupados, de ver a quién tengo que llamar para que le autoricen una
importación o para abrir un mercado. Los empresarios también tienen que salir
de su zona de confort: “no puedo hacer nada, me controlan los precios, el
sindicato no me deja”. Habrá que aprender a pelear, a buscar eficiencia y a no
ser empresas solamente “costo plus”. En los países que funcionan, vas del
precio al costo, o sea, en el mercado hay un precio y si con tu costo, no podés
vender a ese precio, o bajás tu costo o te fundís. En
la Argentina, es
costo más ganancia: eso es lo que llamamos “costo plus”. Todos quieren
indexarse al mejor momento de su pasado. Eso no se puede.
-En torno a la
recompra de la deuda, hubo muchas versiones sobre la posible circulación de
inside information que pudo haber beneficiado a algunos. Siempre se dice que en
la Argentina hay un mercado de capitales chico. ¿Además de chico, es poco
transparente?
-Es una mezcla.
Primero, no me consta que hayan pasado estas cosas. Siempre uno sospecha cuando
suben los volúmenes en forma arbitraria, atípica. El mercado es chico pero,
además, el ente regulador, la Comisión Nacional de Valores (CNV), no tiene la
independencia que tiene que tener. Si no hay un organismo de control que
funcione y no hay un sistema judicial que funcione bien, es más fácil que se
puedan dar este tipo de cosas.
-El Presidente
habló de “inflación autoconstruida” y de que “está en la cabeza de la gente”,
como si dependiera de una variable psicológica. Por supuesto que eso es
completamente discutible. Pero hay un punto que parece interesante: cuando el
dólar sube, los precios se remarcan. Pero cuando el dólar baja, esos precios no
bajan. ¿Cuán real es esto que la economía de la calle influye en la suba pero
no en la baja?
-Técnicamente se
llama “inflexibilidad de los precios a la baja”, una característica de la
Argentina. Todos nos basamos en expectativas para tomar decisiones, todas son
decisiones psicológicas en ese sentido. Lo mismo, con la economía: la gente no
construye sus expectativas de la nada. El modelo que tiene la cabeza un señor
en la Argentina es: cuando sube el dólar, tarde o temprano suben los precios, y
es lógico porque los insumos están dolarizados. Y cuando baja el dólar, el
señor dice: baja por un ratito porque hay déficit fiscal, hay problemas
monetarios y no se arregló nada del régimen que estaba de fondo. Es cierto que
probablemente hay un componente de expectativas pero la expectativa no explica
por qué la inflación pasa del 50 al 100. ¿Por qué no es 1000? Y segundo, si
tuvieras la sensación de que hay una baja permanente en alguna variable, los
precios no bajarían pero no subirían tampoco. Los vivimos en los 10 años de la
Convertibilidad: el tipo de cambio estuvo fijo y la gente se manejaba en ese
contexto porque tenía detrás un modelo que decía “quedate tranquilo”.ß
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