Por Carlos Pagni - El
rasgo sobresaliente de la reunión de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y
Caribeños que se celebró en Buenos Aires fue el anacronismo. Los principales
asistentes, con Alberto Fernández y Luiz Inacio Lula da Silva encabezando el
podio, se prometieron restaurar una armonía sudamericana cuya inviabilidad
quedó demostrada por la propia cumbre. Las noticias más llamativas fueron que
Nicolás Maduro, investigado en La Haya por crímenes de lesa humanidad, no puede
abandonar Venezuela.
Que lo mejor que
podía esperar Dina Boluarte es que no se mencionara a su país: Perú. Casi lo
consigue, si no fuera por las críticas del chileno Gabriel Boric a la represión
de las revueltas en ese país. Luis Lacalle Pou observó algo indiscutible: una
asociación de países no puede aspirar a ser una cofradía ideológica. Lo
demostró él mismo ayer, al tratar con gran cordialidad a un ícono de la izquierda,
Lula da Silva, que visitó Uruguay. Para poner más en evidencia la fragilidad de
todos estos vínculos, Cristina Kirchner se negó a reunirse con Lula. Dicho de
otro modo: puso como condición que el presidente de Brasil se allanara a
visitarla en su despacho de vicepresidenta en el Senado, que es como bloquear
la posibilidad de una entrevista. Sería un error menospreciar estos pormenores
como si fueran irrelevantes. En este contexto general se inscribe la embestida
del peronismo contra la Corte Suprema de Justicia. Alberto Fernández agrega ese
conflicto a un paisaje regional que no soporta una gota más de inestabilidad.
La ausencia de
Maduro estaba asegurada desde un comienzo. El emir caribeño no podía
arriesgarse visitando un país en el que un juez de primera instancia necesitado
de respaldo político, Federico Villena, tuvo secuestrados a varios venezolanos,
un grupo de iraníes y un avión durante semanas enteras. Para ponerlo en otros
términos: Maduro no puede exponerse a sistemas en los que el Poder Judicial no
sea manejado con rienda corta por el Poder Ejecutivo.
El desencuentro de
Lula con la señora de Kirchner era de prever. De vuelta de su último viaje a
Buenos Aires, en plena campaña electoral, el líder del PT confesó a sus amigos
que se sintió manipulado en una interna ajena: la de Fernández con su vice.
Después de ganar los comicios, el fastidio se acentuó. Fue cuando le hicieron
notar que la gorrita con la leyenda CFK 2023 que una diputada de La Cámpora le
hizo vestir en medio del alboroto del festejo quería decir que Cristina
Kirchner debía ser candidata en 2023. Al revés: quería decir que Fernández no
tendría derecho a postulase para la reelección.
En su visita como
presidente, Lula evitó quedar atrapado en esa pelea. En un momento imaginó un
almuerzo con el Presidente y la vicepresidenta. Le hicieron notar que ella no
se prestaría a compartir la mesa con quien fue su ahijado y candidato. Cuando
empezaron a llegar las invitaciones para ir al Senado a visitarla, tuvo la
excusa ideal para liberarse de la trampa. Una agenda saturada; la cuidadosa y
determinante “Janja”, su mujer, que le impide tener jornadas extenuantes, y
otros pretextos por el estilo. La verdad hay que buscarla en otras razones.
Lula consolidó una estrechísima relación con Alberto Fernández, que está entre
las tres personas que más aprecia en el mundo, según un colaborador muy
cercano: las otras dos son el papa Francisco y Emmanuel Macron. Gratitud por
los gestos que tuvieron con él mientras estaba preso. Una demostración de la apreciación
de este vínculo es que destinó como embajador en Buenos Aires a uno de los
mejores profesionales de Itamaraty, Julio Bitelli, mano derecha del canciller
Mauro Vieira cuando era embajador en la Argentina.
Otro motivo de la
reticencia de Lula a verse con Cristina Kirchner es que el presidente de Brasil
no tiene margen para mostrarse al lado de alguien condenado por corrupción. La
tolerancia que podría existir en ese campo la consume en su propio drama.
Alcanza con recordar que en la catarata de mensajes solidarios que se
conocieron cuando el fiscal Diego Luciani pidió una condena en el caso de
Vialidad no hubo ninguno de Lula. En cambio, el brasileño se pronunció cuando
Fernando Sabag Montiel quiso asesinarla en la puerta de su casa. El argumento
protocolar según el cual un presidente no puede condescender a ver a un amigo
en su domicilio quedó invalidado ayer, cuando Lula fue hasta la casa de José
“Pepe” Mujica.
La señora de
Kirchner ve en el Presidente al candidato de un bando rival. Entendió, con razón,
que la cumbre de la Celac era una plataforma de lanzamiento. No la
convalidaría. Al contrario, demostraría con un largo besamano en el Senado que
es ella quien ejerce el poder real en el país. Xiomara Castro, Luis Arce, Evo
Morales y Gustavo Petro accedieron a esa coreografía. Lula no se prestó.
Del mar de temas
que decoraron el paso del presidente de Brasil por Buenos Aires hubo uno a
destacar: el pedido de Fernández para que el Bndes, el banco de desarrollo
brasileño, financie el segundo tramo del gasoducto Néstor Kirchner. La energía,
con su formidable impacto sobre las reservas monetarias, sigue teniendo a la
Argentina al borde del abismo. En parte eso se debe a los desvaríos oficiales.
Por ejemplo: el 18 de enero, el senador Oscar Parrilli envió una nota a la
Secretaría de Energía para pedir que el Estado nacional asuma la administración
de las centrales hidroeléctricas cuyos contratos de concesión están a punto de
vencer porque las actuales concesionarias no reportaron beneficios al país.
Parrilli se refiere a AES, Enel, Orazul Energy, Cerros Colorados SA, Central
Puerto, Hidroeléctrica Futaleufú y Pampa Energía. Entre esos operadores hay
varios amigos de Sergio Massa, el ministro del que depende la decisión.
Massa no atraviesa
días agradables. Ayer tuvo otro disgusto: se conocieron las críticas de Jorge
Bergoglio a la inflación y la pobreza que flagelan a la Argentina. El Papa
aclaró que se refería a datos objetivos. Que no hacía política. ¿Por qué dudar?
Sin embargo, ¿hubiera dicho lo mismo si el ministro fuera su dilecto Martín
Guzmán, a quien hizo designar miembro de su Academia de las Ciencias? Massa
infligió al Papa una afrenta, al parecer, irreparable cuando soñó con cortarle
la cabeza al entonces arzobispo porteño para llevársela en bandeja a Néstor
Kirchner. El ministro hizo de todo por borrar aquel agravio. Hasta ordenó una
edición de la encíclica Fratelli tutti con fondos del Congreso. La clemencia
todavía no llegó.
Al antiguo fastidio
del Papa con Massa se le suma uno más moderno, con Fernández. Tiene que ver con
el impulso que dio a la ley de despenalización del aborto. Voceros informales
del jefe de la Iglesia aseguran que el Presidente había prometido no avanzar en
esa dirección. Cuando Fernández viaja a Europa no consigue ver a Francisco. Sí
lo logró su esposa, Fabiola Yañez, semanas atrás.
Estas
especulaciones pueden ser presunciones maliciosas de simples pecadores. Igual
que la teoría, que circulaba ayer en el peronismo, según la cual el Papa
comenzó a crear un clima favorable para otro de sus preferidos: Juan Grabois,
cuyos seguidores han comenzado a tapizar el conurbano con la leyenda Juan
XXIII. Grabois fantasea con una candidatura presidencial y adoptó la marca de
otro aspirante que, por ahora, desistió: Juan Manzur, que imprimió carteles,
mucho más lujosos, con el mismo pseudónimo.
La Casa Rosada
reaccionó a la crítica del Pontífice con un automatismo: los problemas
económicos son culpa de Mauricio Macri. Es curioso ese ensañamiento con el
gobierno de Macri. Sobre todo si se tiene en cuenta que la primera dama, “mi
querida Fabiola”, como la llama el Presidente, formó parte de esa gestión entre
2017 y 2019, contratada en un organismo de control.
No solo el Papa
está inquieto por la economía. Los principales empresarios del país temen que
la precaRobles. ria política de Massa desbarranque como consecuencia de un
alboroto institucional. Se refieren al asedio a la Justicia. Esos hombres de
negocios creen que el agravamiento de esa lucha de poderes puede alterar
variables sensibles como, por ejemplo, la cotización del dólar paralelo. La
inflación, como opinó Bergoglio, está descontrolada. La medición de mediados de
este mes de enero que realiza la ciudad habría dado 7%. En la segunda quincena
suele repetirse. No hay mucha divergencia entre ese estudio y el del Indec.
Dentro de este marco, los más grandes empresarios del país aspiran a que Massa
utilice su influencia para cerrar el pleito con la Corte.
Los amigos de Massa
hacen llegar al máximo tribunal una justificación vergonzosa: “No podemos
abandonar esta batalla porque está en juego la candidatura de Sergio”. Dicho
con más claridad: el ataque a la Corte es el precio que Massa paga para
conseguir la bendición de Cristina Kirchner. A la luz de esta coartada, los
empresarios se preguntan: ¿de qué proyecto, con qué orientación, pretende ser
candidato Massa? Es un interrogante clave a la hora del financiamiento.
El juicio
político
Hoy comenzará a
tratarse la propuesta del peronismo en la Comisión de Juicio Político de
Diputados. Los representantes de Juntos por el Cambio son 14. Los del PJ, 16. A
la oposición se le agrega Alejandro “Topo” Rodríguez, que se referencia en
Roberto Lavagna, el más gravitante consultor externo de Massa. Al ministro le
quedan dos delegados en esa comisión: Micaela Morán y Ramiro Gutiérrez. Este
legislador es el presidente de la comisión de amistad argentinoestadounidense.
Como publicó la nacion, la cancillería de los Estados Unidos condenó el ataque
a la Corte. Acaso Gutiérrez haga entender a esos diplomáticos por qué conviene
votar como él piensa hacerlo.
Ayer los diputados
de Juntos por el Cambio consideraron que no hay razón para abrir el caso. Como
en la Corte piensan lo mismo, es posible que los jueces resuelvan no autorizar
a sus subordinados a acudir a la comisión ni siquiera en carácter de testigos.
Hay un matiz en la posición de la Coalición Cívica: como aclaró ayer Elisa
Carrió, esa fuerza mantendrá su pedido de juicio político contra Ricardo
Lorenzetti. Es un desafío para el peronismo, que también ayer se encontró con
una novedad: el diputado radical por Formosa Fernando Carbajal propuso que su
partido se sume al de Carrió en esa iniciativa.
Carrió sospecha que
Lorenzetti alimenta al PJ con informaciones perjudiciales para sus colegas de
la Corte. Hay muchas versiones en esta dirección. Algunas son injustificadas.
Por ejemplo, que la oficina de observaciones judiciales, desde donde se
intervienen teléfonos y correos, demoraba responder al fiscal Carlos Stornelli
si algún magistrado había ordenado espiar los teléfonos del ministro de
Seguridad porteño, Marcelo D’Alessandro, y del funcionario de la Corte Silvio
En realidad, esa dependencia, que conduce Tomás Rodríguez Ponte bajo la
dirección del camarista Javier Leal de Ibarra, nunca recibió una solicitud
porque la jueza María Capuchetti no aceptó el pedido de Stornelli.
La mayor
inconsistencia del pedido de juicio político radica en que el juez Sebastián
Ramos archivó la denuncia contra el funcionario Robles por las conversaciones
con D’Alessandro. Se basó en que esas conversaciones se conocieron por una
operación de espionaje clandestino. Ramos asumió como propia la opinión del
fiscal Stornelli, quien a la vez citó el voto en minoría de la camarista de
Casación Ana María Figueroa en el caso del memorándum con Irán. Figueroa
sostuvo en esa oportunidad, contra la posición de sus colegas Gustavo Hornos y
Mariano Borinsky, que no se podía reabrir el expediente sobre la base de una
escucha subrepticia a una charla telefónica entre el entonces canciller Héctor
Timerman y el presidente de la AMIA Guillermo Borger.
Como Ramos obturó
la principal línea operativa del peronismo en el Congreso, ayer Axel Kicillof
intentó auxiliar a sus compañeros: denunció a Robles en el Juzgado Federal de
La Plata, a cargo de Alejo Ramos Padilla. La saga parece dirigirse a un combate
Ramos vs. Ramos. Un detalle para la intriga: el remolón Kicillof demoró hasta
la segunda quincena de enero para llevar el caso a tribunales. ¿Será porque la
Cámara Federal de La Plata dispuso que Ramos Padilla sería juez de feria solo
entre el 16 y el 31 de enero? Pareciera que Kicillof estuvo esperando a “su”
Ramos.
El defensor de la
privacidad de las conversaciones es Stornelli, a quien Ramos Padilla procesó
atribuyéndole operaciones de espionaje. ¿Usará Ramos Padilla ahora el contenido
de intervenciones ilegales para investigar a Robles? El mamarracho puede
empeorar todavía más. De hecho, ayer el papá del juez Ramos Padilla, Juan Ramos
Padilla, que también es juez, relataba vía Twitter, en tiempo real, las medidas
que su hijo estaría tomando para investigar a Robles. Perón dijo: “Al enemigo,
ni Justicia”. Pero un dictador caribeño lo perfeccionó: “Al enemigo, la
Justicia”.
Lula se llevó una
impresión que lo hace coincidir con otro dirigente sindical: “El peronismo está
hecho mierda”, dictaminó Luis Barrionuevo.
Con el mismo
diagnóstico reapareció Eduardo Duhalde. En un pequeño video anunció que
pelearía para convertirse de nuevo en presidente del PJ bonaerense. Al pasar,
con inocencia, mencionó un dato: “La controversia por la conducción del partido
está en la Corte”. El peronismo bonaerense hoy está bajo la conducción de
Máximo Kirchner. Es la principal zona de repliegue de su madre, la
vicepresidenta. El refugio al que recurrir en caso de perder las elecciones
nacionales. El control de esa zona sagrada, informó Duhalde, está en manos de
los cuatro jueces a los que Cristina Kirchner pretende destituir. La historia
sigue estando abierta.
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