Domingo 22 - Por Laura Serra - Son unas auténticas “cajas negras” del Estado que
permiten un gasto casi sin control. Se trata de los fondos fiduciarios, que
este año estarán alimentados por una cifra exorbitante: $1,5 billones sobre los
que el Gobierno no deberá rendir cuentas con los mismos procedimientos que
rigen para otras partidas. Desde 2012 la cantidad de ese tipo de fondos pasó de
15 a 29.
Extrañas paradojas
de la economía argentina: mientras el Tesoro nacional sufre un déficit fiscal
crónico, los fondos fiduciarios que manejan distintos ministerios de la
administración pública rebosan de buena salud presupuestaria, con superávits
multimillonarios. Este año funcionarán 29 fondos fiduciarios que, según el
presupuesto 2023, contarán con ingresos que rozarán 1,5 billones de pesos y en
conjunto ostentarán un superávit de casi $400.000 millones.
Estos excedentes se
explican, en buena parte, por las suculentas transferencias que el propio
Tesoro nacional (deficitario) realiza a los fondos fiduciarios. Este año, por
caso, les girará $728.000 millones (el 50% del total de sus ingresos). No es
una práctica nueva; los distintos gobiernos de turno la repiten desde hace tres
décadas. ¿Por qué razón? Sencillo: porque los fondos fiduciarios, al orbitar
por fuera del presupuesto de la administración pública, esquivan las normas
generales que regulan y controlan su ejecución y gestión financiera.
Así, estos fondos,
que en su origen fueron concebidos para optimizar el financiamiento de
distintas políticas públicas -por ejemplo, para la concreción de obras públicas
o el desarrollo de proyectos productivos de los distintos ministerios-, se
convirtieron en verdaderas “cajas negras” millonarias que el Estado utiliza
como herramientas para fondearse -por ejemplo, para colocar instrumentos de
deuda públicasin necesidad de someterse a los rigores al los que están sujetos
los demás estamentos de la administración ni de dar demasiadas explicaciones a
los organismos de control sobre la gestión de los recursos.
Un estudio
económico y financiero que publicó la semana pasada la Oficina de Presupuesto
del Congreso (OPC) sobre los fondos fiduciarios advierte sobre esta
“flexibilidad” de la que gozan estos instrumentos. Allí señala que estos tienen
mayor libertad en la ejecución de los gastos (no tienen cuotas trimestrales
para gastar), gozan de libre disponibilidad de sus recursos financieros, tienen
menor rigidez para efectuar modificaciones presupuestarias y, para coronar el
listado de ventajas, cuentan con mayor flexibilidad para realizar inversiones
financieras.
La laxitud también
se observa en los controles sobre estos fondos. Si bien los fiduciarios deben
informar sobre los estados contables y los balances ante la Secretaría de
Hacienda, lo cierto es que, según la OPC, “dichas informaciones no siempre
tienen la cobertura adecuada. Si bien los fondos fiduciarios deben informar
sobre los proyectos financiados por ubicación geográfica y el detalle de las
transferencias al sector público y privado, no suelen realizarlo oportunamente
de manera de identificar a los beneficiarios o principales empresas o
concesionarias privadas”.
Aunque la Auditoría
General de la Nación (AGN) suele realizar informes sobre estos instrumentos, no
abarca a todos y su tarea de control es ex post, es decir, una vez concluido el
ejercicio fiscal. Las únicas auditorías que se realizan “en tiempo real”, es
decir, mientras se ejecutan los recursos, son las que elabora la Sindicatura
General (Sigen), pero sus informes no son de acceso público. Esta
“flexibilidad” de la que gozan los fondos fiduciarios explica que se hayan
duplicado en la última década: de 15 que había en 2012 a 29 que funcionarán
este año.
¿Cómo operan los
fondos fiduciarios? Es simple. La administración central, por intermedio de
alguna de sus dependencias (ministerios u otros organismos del Estado),
transfiere, en carácter de fiduciante, la propiedad de bienes o de fondos
públicos a un fiduciario (una entidad financiera pública, por ejemplo el Banco
Nación o el BICE) para que los administren.
El objetivo es
optimizar el desarrollo de determinadas políticas públicas (financiando obras
públicas de distinta índole o el desarrollo de determinadas actividades
productivas, por ejemplo), y si bien los recursos que administran no pueden ser
destinados a otros fines, en los hechos los excedentes han servido para
financiar al Estado.
La magnitud de
recursos que manejan los fondos fiduciarios fue in crescendo en la última
década aunque, como señala la OPC en su informe, crecieron a un mayor ritmo a
partir de 2018. Sus gastos, por el contrario, fue decreciendo en el mismo
lapso, por lo que el superávit financiero de estos fondos se amplió del 0,08%
del PBI en 2012 a 1,42% del PBI en 2021. Esos superávits no serían posibles sin
los aportes millonarios que reciben del Tesoro: de acuerdo con la OPC, estas
transferencias pasaron del 0,29% del PBI en 2019 a 1,2% del PBI en 2021. Más
que se triplicaron.
Este año no le irá
en zaga. Según se desprende de las planillas de la ley de presupuesto, el 50%
de los ingresos que percibirán los fondos fiduciarios provendrán de las arcas
del Tesoro. Un total de $728.000 millones.
Según la OPC, la
proliferación de fondos fiduciarios no solo vulnera las buenas prácticas
presupuestarias -lo que afecta la transparencia-, sino que, además, esta
sangría de recursos del Tesoro hacia los fondos fiduciarios podría desfinanciar
aún más al Tesoro, provocando un empeoramiento de la situación fiscal.
Los cinco fondos
más relevantes por la magnitud de las operaciones que realizan son los
siguientes:
*Fondo
Fiduciario del Sistema de Infraestructura de Transporte (Ffsit).
Se ocupa del pago
de compensaciones a concesionarios viales, del desarrollo de la infraestructura
vial nacional y de asegurar la disponibilidad de recursos para el pago de
compensaciones al sistema de transporte automotor de pasajeros. Funciona en el
Ministerio de Transporte. Según el presupuesto 2023, este año manejará ingresos
por $441.241 millones y su superávit estimado será de $20.691 millones.
*Fondo
Fiduciario Procrear.
Funciona en la
órbita del Ministerio de Desarrollo Territorial y Hábitat. Su objetivo es
facilitar el acceso a la vivienda propia de la población y la generación de
empleo como políticas de desarrollo económico y social. Este año manejará
recursos por $201.058 millones y tendría un superávit de $103.247 millones.
*Fondo
Fiduciario para la Vivienda Social.
Apunta a financiar
los programas vigentes de vivienda social e infraestructura básica. Depende del
Ministerio de Desarrollo Territorial y Hábitat. Según el presupuesto 2023,
manejará ingresos por 175.404 millones y tendrá un superávit de $7492 millones.
*Fondo
Fiduciario de Desarrollo Productivo (Fondep).
Su objetivo es
facilitar el acceso al financiamiento de proyectos que promuevan la inversión
en sectores estratégicos para el desarrollo económico, la puesta en marcha de
actividades con elevado contenido tecnológico y la generación de mayor valor
agregado en las economías regionales. Funciona en el Ministerio de Desarrollo
Productivo. Este año manejará recursos por $136.933 millones y tendría un
superávit financiero de $77.857 millones.
*Fondo de
Garantías Argentino (Fogar).
Facilita el acceso
al crédito para las Micro, Pequeñas y Medianas Empresas (Mipymes) mediante el
otorgamiento de garantías totales o parciales en respaldo de créditos otorgados
por entidades financieras. Depende de la Secretaría de la Pequeña y Mediana Empresa
y Emprendedores, en la órbita del Ministerio de Desarrollo Productivo. Este año
manejará ingresos por $128.072 millones y se proyecta un superávit de $125.590
millones.
El problema que
advierte la OPC es que no solo aumentan las transferencias del Tesoro a los
fondos fiduciarios a costa de profundizar el rojo fiscal de las cuentas
públicas, sino que hay además una duplicación en las funciones, porque muchas
de estas son asumidas en simultáneo con fondos de distintas áreas de la
administración pública y de los fondos fiduciarios. |