Por Joaquín Morales
Solá - Hay que detenerse más en Alberto Fernández y en Sergio Massa que en
Cristina Kirchner. Si bien ella es la principal ideóloga de la paulatina
destrucción del sistema democrático, son aquellos los que tienen las
atribuciones para hacerlo.
Sin Fernández y
Massa, la vicepresidenta no podría nunca encarar la destrucción por sí sola.
Desde la condena a prisión a Cristina Kirchner por actos de corrupción en la
administración del Estado, un proceso peligroso comenzó en el país. Muchos
actos o decisiones se cometieron bajo la anestesia social del Mundial de Fútbol
y de las fiestas de fin de año. Y se siguen cometiendo ahora, cuando gran parte
de la sociedad está cerca del mar o de la montaña. Las transgresiones del
kirchnerismo llegaron a tal punto que ayer un vocero del Departamento de Estado
del gobierno de Joe Biden le dijo al corresponsal de la nacion en Washington
que su gobierno hace un llamado “a todos los actores en la Argentina a respetar
las instituciones democráticas y la separación de poderes”. Es una clara
alusión al escandaloso juicio político a la Corte Suprema y también una clara
advertencia a Massa, que necesita de Washington y del Fondo Monetario (donde la
Casa Blanca tiene una decisiva influencia) para poder mantener en pie la
fantasía de normalidad que creó sobre la maltrecha economía local.
No es solo el
juicio a la Corte, que ya sería suficiente para mostrar a un gobierno
indiferente ante las leyes y las formas de la democracia. De hecho, mucho antes
de que el Presidente desayunara a los argentinos en la inhumana madrugada del
1º de enero con el anuncio del juicio a los máximos jueces del país, la Corte
ya estaba bajo la persecución pertinaz del cristinismo. El hecho sorpresivo
sucedió unos dos meses antes cuando el camporismo que ocupó la AFIP, luego de
que se fuera Mercedes Marcó del Pont, comenzó un monitoreo diario de las
cuentas del máximo tribunal de justicia del país. Los sabuesos del ente recaudador
husmean el dinero de la Justicia. Ya entonces el mensaje consistía en que los
jueces estaban por debajo de la autoridad política del país. Adiós a la
separación de poderes. Una sigilosa despedida al respeto que merece la cabeza
del Poder Judicial. Aunque la AFIP es un organismo autárquico, depende
instrumentalmente del Ministerio de Economía y sigue los lineamientos de la
política económica. Depende de Massa, para decirlo sin tantas vueltas.
El funcionario de
la AFIP encargado de perseguir a la Corte Suprema es el subdirector de
Operaciones de Grandes Contribuyentes, Mariano Abruzzase, un militante activo
de La Cámpora. Abruzzase hace un seguimiento diario de los movimientos de
dinero en la cuenta de la Corte referido al fondo anticíclico, que es una vieja
estrategia de ahorro para tiempos difíciles, y de las cuentas que el tribunal
tiene en los bancos Nación y Ciudad.
En los últimos
días, tanto Alberto Fernández como Massa avalaron la política de precios
controlados por patotas del sindicato de Camionero. Anunciaron que podrían
sumarse nuevos sindicatos a esta detestable metodología que recuerda las
rutinas del nazismo en sus tiempos inaugurales. Elisa Carrió denunció a Alberto
Fernández y a Massa por abuso de autoridad; en efecto, son ellos, más que los
camioneros de la poderosa familia Moyano, los que desertaron de sus
obligaciones institucionales y le entregaron el poder de policía a un sindicato
conocido (y temido) por sus prácticas violentas. Resulta, sin embargo, que el
poder de policía es monopolio del Estado y no puede ser delegado en nadie. ¿Qué
sucederá cuando los sicarios de los Moyano crean encontrarse ante una suba
injustificada de precios? ¿Bloquearán las puertas del supermercado, como es la
práctica común de los Moyano? ¿Destrozarán las góndolas? ¿Esas son, acaso,
formas propias de una democracia o es otro síntoma de su decadencia en manos
del kirchnerismo? La política de precios depende también del Ministerio de
Economía y el secretario de Comercio, Matías Tombolini, responsable directo de la
política de precios, es un subordinado de Massa. Tombolini viajó en su vida
política desde el Partido Socialista hacia Massa sin escalas. Sigue viajando
hacia cualquier parte o hacia ninguna. Massa y Tombolini son los culpables de
que los camioneros anden hurgando los precios en los supermercados, como si
supieran de precios y de cadena de valores. ¿Qué mensaje al mundo le está dando
el ministro de Economía cuando perpetra semejante herejía al sistema de libre
mercado? ¿Es la misma persona que cuando viaja a Washington o habla en foros de
empresarios locales recita con pulcritud los manuales de la ortodoxia
económica? Nadie sabe cuál es el verdadero Massa.
La patota de Moyano
El problema se
agravaría aún más si el ministro de Economía creyera que con los camioneros de
Moyano puede bajar la inflación. No hay ninguna razón seria para suponer que la
inflación bajará significativamente durante el año que comenzó. Lo que está
haciendo Massa es contabilidad creativa. Por ejemplo, los aumentos a los
jubilados y a los empleados públicos están por debajo de la inflación. Es la
inflación la que hace el ajuste, no Massa. La emisión monetaria, el verdadero
viento que atiza el fuego inflacionario, no cesó durante todo el año pasado.
Según un estudio del economista Roberto Cachanosky, la emisión monetaria fue
durante 2022 la cuarta fuente de recursos para financiar el déficit fiscal.
¿Qué les dirá Massa a los funcionarios del Fondo Monetario, con los que se
comprometió a no emitir para sufragar los despilfarros del Estado? Otro
economista, Enrique Szewach, señaló que “por ahora la única ancla potente que
está teniendo la tasa de inflación es la sequía que obliga a vender las
vaquitas y abarata el precio de la carne y el propio freno a la actividad
económica, derivado de la falta de dólares suficientes para una producción
normal”. Suponer que la impronta atemorizante de los camioneros puede resolver
semejantes problemas es ingenuidad o ignorancia, agravadas por las expresas
violaciones de la ley y de los derechos más básicos de los argentinos. El
derecho a la propiedad, por ejemplo. Los supermercados también tienen derecho
de admisión y podrían cerrarles las puertas en las narices a las patotas de los
Moyano. Pero Massa y Moyano confían en el temor que producen sus corpulentos
delegados. ¿El miedo es compatible con la vida democrática? No, desde ya.
El juicio político
Es el mismo miedo
que quiere infundir Leopoldo Moreau desde la Comisión de Juicio Político de la
Cámara de Diputados para agobiar moralmente a los jueces de la Corte Suprema.
Estos magistrados están siendo juzgados por el contenido de sus sentencias, un
método que fue seriamente cuestionado e impugnado hasta por la Corte
Interamericana de Derechos Humanos. Las otras razones del juicio político se
derrumbarán más pronto que tarde. Los diputados kirchneristas anunciaron que
pedirán el entrecruzamiento de llamadas telefónicas de los jueces de la Corte
para saber con quién habló cada uno de ellos. “Solo el entrecruzamiento, no el
contenido de las llamadas”, intentaron tranquilizar. Nada los habilita para
ingresar campantes a la intimidad de las personas. La constitucionalista María
Angélica Gelli cuestionó duramente ese anunció porque, dijo, viola las
garantías constitucionales más elementales de los argentinos. Recordó que la
intervención de los teléfonos, aunque fuere solo un entrecruzamiento de
llamadas, requiere de la orden de un juez. Y esa orden debe estar debidamente
fundamentada. A su vez, el abogado Alejandro Fargosi, que se dedica desde 1987
al Derecho de las Comunicaciones, alertó que “no existe ninguna duda de que el
secreto de las comunicaciones incluye a su mera existencia. Es indiscutible”.
Invitó a quien quiera a leer el artículo 19 de la ley 19.798, que regula las
telecomunicaciones. Es decir, la ley protege también hasta el simple hecho de
hacer una llamada telefónica, sin importar su contenido. ¿Habrá algún abogado
entre los peronistas de la Comisión de Juicio Político? ¿O son todos módicos
provocadores de barrios?
Si Alberto
Fernández anunció el juicio político a la Corte Suprema para alegrarle el nuevo
año a una sola persona (Cristina Kirchner), Massa hace posible ese impúdico
show con los tres diputados propios que aporta a la ínfima mayoría cristinista
de esa comisión. Sin uno solo de esos diputados massistas, el juicio político
se caería antes de empezar. Es una competencia entre ellos para agradar a la
vicepresidenta y conseguir su apoyo en la interna del Frente de Todos que
seleccionará al candidato a presidente del oficialismo en las elecciones de agosto
próximo. Con todo, ninguno llegó a tanto como el gobernador del Chaco, Jorge
Capitanich, quien pidió ampliar la Corte y reformar el Consejo de la
Magistratura por decreto. Un desvarío propio del chavismo. Capitanich parece ya
un Nicolás Maduro chaqueño. Cuando se esperaba que en el peronismo compitieran
por cotas más altas de racionalidad, después de dos décadas de irracionalidad
kirchnerista, la rivalidad se cifra ahora en quién es más delirante. Esa
competencia arrastra jirones del sistema democrático, ya sea con las palabras o
con los hechos.
Alberto Fernández
carece de fortaleza personal para evitar los actos que él mismo repudió muchas
veces. Al contrario, se pone al frente de las peores cosas del cristinismo.
Quedará en la historia como el Presidente que devolvió lo militares a los
servicios de inteligencia interna y al primer plano de la vida política. El
general César Milani, un militar formado en la inteligencia, lo demuestra ahora
cuando se convierte en un personaje más del escenario político. Los servicios
de inteligencia no respondieron todavía si cuatro coroneles más están haciendo
inteligencia interna desde la AFI (ex-SIDE), que ya confirmó la presencia de
dos militares entre su personal. Solo Cristina Kirchner en sus últimos años
como presidenta (los más arbitrarios, además) había recurrido antes a militares
para que espíen a los argentinos. Alberto Fernández es su leal sucesor en tales
violaciones explícitas de las leyes vigentes desde la restauración de la
democracia.
Massa es otra cosa.
Alguien que lo conoce bien suele decir que su forma de hacer política es “peor
que la de los Kirchner”. En rigor, Massa aprendió más de Néstor Kirchner que de
Cristina Kirchner. El expresidente fallecido es su modelo político. Néstor
Kirchner solía buscar el agrado de su interlocutor, aunque era el primero en no
creer lo que él mismo decía. Fue él quien construyó la idea de que el poder
solo se sostiene con dinero y con la perspectiva de continuidad. La necesaria
alternancia democrática en el poder era para él una forma despreciable de
concebir la vida pública. Cristina Kirchner es la némesis del estilo de su
marido. Ella es explícita. Hace lo que dice y dice lo que hace. El mundo debe
adecuarse a su discurso, y si no lo hace, peor para el mundo. Pícaro y
utilitario, Massa sabe que el mundo siempre urde su venganza. Por eso prefiere
al marido antes que a la esposa. |