Por Gustavo
Marangoni - Los últimos quince años estuvieron signados por los protagonismos
de Cristina Kirchner y Mauricio Macri. Ellos le dieron vigor y volumen a las dos
fuerzas políticas que dominaron el escenario del poder.
Cristina representó
una innovación dentro del kirchnerismo, con un estilo propio que la diferenció
de Néstor. La era K tiene atributos que le pertenecen exclusivamente. Sin
exagerar, se puede hablar de fase cristinista. Más allá de lo que suceda
en el futuro, su nombre está en la selecta galería de los presidentes que
obtuvieron la reelección: Julio A. Roca, Hipólito Irigoyen, Juan Perón y
Carlos Menem. Se puede agregar que su biografía tiene un plus: luego de
completar los dos mandatos (en ese podio solo suben con ella Roca y Menem)
mantuvo -y conserva- un protagonismo que los otros no tuvieron.
En lo que refiere
al fundador del PRO, su primer logro fue adueñarse de un
apellido que hasta su edad madura era sinónimo de Franco y no de Mauricio.
Aun contra la voluntad de su padre, ingresó a la dirigencia deportiva, ganó
títulos y reconocimiento con Boca Juniors, gobernó por dos períodos la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, sentó las bases un partido nacional que capitalizó el
apoyo del no peronismo y el anti-peronismo, lo llevó al gobierno del país y
completó todo el periodo presidencial, algo que no lograron los radicales Raúl
Alfonsín y Fernando de la Rúa. Luego de tres años de haber dejado la Casa
Rosada, dos libros mediante y un cargo internacional en la FIFA, sigue siendo
una referencia en las filas opositoras.
Cristina
Kirchner y Mauricio Macri, ante el dilema de las candidaturas
Cristina y
Mauricio, amados y odiados, fueron el centro de la última década y media. Este
año les presenta el desafío de tener que evaluar el lugar más conveniente
frente a las elecciones. Candidatura:
¿sí o no? La vice fue enfática el pasado 6 de diciembre cuando se
autoexcluyó, aunque tres semanas después atenuó su definición para confirmar
que la ambigüedad es la sal de los liderazgos.
A los espectadores
de series y películas y a los lectores de libros nos atrapan las historias que
dejan participar a nuestra imaginación y que - a la vez- nos sorprenden
con giros inesperados. Ese juego narrativo también lo ha adoptado el ex
presidente. Después de publicar "Primer tiempo" y "Para
qué", se mueve como postulante y habla como prescindente. En su residencia
de Cumelén recibe visitantes y multiplica imágenes para alimentar todo tipo de
interpretaciones. Quizás, al igual que CFK, no tenga claro aún como proceder.
Para los
observadores, siempre flota la sensación de que los líderes tienen claro el
final desde el principio, pero a diferencia de los hacedores de
ficción, los políticos hacen camino al andar, pues intervienen en sus
asuntos el azar, los movimientos de sus adversarios internos y externos, las
intuiciones y otras yerbas. Los dos saben que tienen en común núcleos
duros muy leales y
también altos rechazos en la opinión pública. La tentación de encabezar
está siempre, pero viene acompañada con el temor a perder. Y las derrotas
duelen, pero además suelen traer las consecuencias penosas del llano.
En 2019, Cristina
pudo conjurar esos demonios poniéndose en el segundo lugar de la boleta.
Encontró en la figura vicepresidencial algo más que la presidencia del Senado y
algo menos que la responsabilidad de gobernar. Esa jugada no admite
repetición para ella ni luce factible para Macri. Pero en la mente de uno
y otro seguro se deben exprimir ideas e imaginar extraños artefactos para
conciliar lo ideal con lo posible. Hay tiempo todavía. Los comicios y sus
tiempos legales están muy cerca y muy lejos a la vez.
La enseñanza que
deja la gestión de Alberto Fernández
Mientras las altas
temperaturas atraviesan el país es preciso recordar que las definiciones que
importan suelen venir con tiempos templados o frescos, quizás para recordar que
no hay que decidir en caliente ni almorzarse la cena. Vale esto para ellos y
para todos. El éxito no acompaña a los que arrancan antes sino a los que
deciden en el momento oportuno. Y a los que aprenden de las duras experiencias
ajenas.
Estos años
del gobierno de Alberto Fernández dejan muchas enseñanzas. La más
importante: la imposibilidad de dividir el poder en la cúspide. La secuencia de
los hechos probó que sin Cristina no alcanzaba para vencer y con ella de controller se
hizo muy difícil gobernar. No queda espacio para repetir construcciones
vicarias. La Argentina esta sedienta de liderazgo genuino. Esa es la
auténtica frontera a las ambiciones de unos y los deseos de otros. ¿Tomaron
conciencia de ello en Juntos por el Cambio? |