Por Joaquín Morales
Solá - Quieren que Sergio Massa muestre su verdadero rostro. Los dirigentes
opositores de Juntos por el Cambio se manifestaron cansados de que el ministro
de Economía les haga llegar mensajes de que no está de acuerdo con el juicio
político a la Corte Suprema (versión que también difunde entre periodistas que
lo frecuentan) y, al mismo tiempo, sus tres diputados, indispensables para
alcanzar la mayoría en la Comisión de Juicio Político de la Cámara de
Diputados, obedezcan las directivas del kirchnerismo.
Sin esos diputados
de Massa, la comisión carecería de poder para impulsar el juicio político a los
jueces más importantes del país. Con otras palabras: sin Massa, el juicio
político no podría avanzar más allá de la mesa de entradas de la Cámara. Por
eso, ayer la conducción nacional de Juntos por el Cambio avaló la decisión del
día anterior de los líderes parlamentarios (Mario Negri, Cristian Ritondo, Juan
Manuel López y Rodrigo de Loredo) según la cual la coalición opositora no dará
quórum ni ayudará a aprobar ninguna ley enviada por el Gobierno mientras siga
en trámite el juicio político a la Corte. Los principales proyectos que
necesitan (o necesitarán) la aprobación de Diputados son prioridades de Massa.
“Que diga si es el estadista que hace creer a muchos o si es otro de los
responsables de la destrucción institucional del país”, señaló ayer uno de los
líderes de Juntos por el Cambio.
La oposición
supone, además, que la nación política ingresó en el año electoral más sucio y
repugnante que se haya vivido desde 1983. Respalda su inferencia en la obscena
campaña de varios kirchneristas para conseguir el apoyo de Cristina Kirchner en
las primarias de agosto: Alberto Fernández y los gobernadores Gerardo Zamora y
Jorge Capitanich, además del propio Massa, ya se anotaron en la competencia por
quién adula mejor a la vicepresidenta, que controla el mayor porcentaje de
votos dentro de una interna en el Frente de Todos. Otra cosa serán las
posteriores elecciones generales, en las que el oficialismo aparece perdidoso
en la unanimidad de las encuestas. Esa es, de todos modos, una primera lista de
postulantes, pero no necesariamente será la definitiva. Cristina Kirchner ya
dijo que no será candidata a presidenta, seguramente porque le huye a la
derrota anunciada. Acomodaticia y artificiosa, se manifestó proscripta. Es
falso. En las elecciones de este año podrá ser candidata al cargo que quiera.
También influyen en la deducción opositora los antecedentes de Alberto
Fernández, que no reparó en ningún principio cuando ordenó en 2005 una
operación mentirosa contra el entonces candidato opositor a jefe de gobierno de
la Capital, Enrique Olivera. Intuye de igual modo que el cristinismo se pondrá
cada vez más ofensivo y trasgresor en la medida que se acerque la fecha del 9
de marzo, cuando el tribunal oral que condenó a Cristina Kirchner a seis años
de prisión por hechos de corrupción dará a conocer los fundamentos de la
sentencia. A partir de febrero, cuando finalice la feria judicial, se espera
también la resolución de la Cámara de Casación que podría ordenar el juicio
oral contra la expresidenta y su familia por lavado de dinero en hoteles y edificios,
propiedades de los Kirchner. “Será una campaña de vale todo y estaremos en el
centro de operaciones y mentiras permanentes”, señaló otro referente de Juntos
por el Cambio.
La mentira es el
hábito del cristinismo. ¿Ejemplos? Hace pocos días dirigentes de la coalición
peronista anunciaron que recusarán a la jueza María Eugenia Capuchetti porque
dicta clases en la escuela de policías de la Capital. Capuchetti investiga el
atentado fallido contra Cristina Kirchner. Supuestamente, según esa denuncia,
la condición de docente de Capuchetti la vincula con la oposición. ¿Es un
antecedente único y excepcional? No. Simplemente, no miran (o no quieren mirar)
qué pasa en su propio corral. En la provincia de Buenos Aires, donde gobierna
el kirchnerismo, 77 jueces y fiscales dictan clases en escuelas de las fuerzas
de seguridad. Se cuentan entre esos docentes hasta miembros y funcionarios de
la Suprema Corte de Justicia provincial. Es una práctica habitual, y
encomiable, que jueces penales del país se dediquen a enseñarles a policías,
gendarmes y prefectos los márgenes y los límites de la ley. ¿Otro ejemplo?
Dirigentes kirchneristas señalaron que las recientes pinchaduras de teléfonos,
que violó el derecho a la intimidad de funcionarios y jueces, debían ser
tomadas como pruebas válidas porque un juez federal y la Cámara Federal habían
declarado admisible la conversación telefónica, interceptada ilegalmente, entre
el entonces canciller Héctor Timerman y el también entonces presidente de la
AMIA Guillermo Borger en el marco de la causa por la firma del acuerdo con
Irán, denunciada como un delito por el fiscal Alberto Nisman días antes de que
fuera asesinado. El final de esa historia es muy distinto de la versión
kirchnerista. La Cámara de Casación Penal, con la firma de los jueces Mariano
Borinsky y Gustavo Hornos, decidió reabrir la investigación pedida por Nisman,
pero, al mismo tiempo, no consideró “prueba legítima” esa pinchadura de
teléfonos. Ordenó, en cambio, que se investigue en una instancia inferior.
Pusieron las cosas en su lugar: una intervención ilegal de connes versaciones
telefónicas privadas no puede ser una “prueba legítima”.
En ese contexto, el
fiscal Carlos Stornelli presentó un petitorio para establecer cómo se pinchó el
teléfono del ministro de Justicia y Seguridad de la Capital, Marcelo
D’Alessandro, actualmente de licencia. El fiscal pidió que se establezca si
existió una orden judicial o si se trató de una pinchadura ilegal. En su
presentación, Stornelli alude a Rodolfo Tailhade, diputado hipercristinista y
exfuncionario de los servicios de inteligencia, quien adelantó en Twitter la
filtración de las conversaciones de D’Alessandro; este mismo declaró que se
enteró de que su teléfono había sido ilegalmente infiltrado por las
declaracioretiro. de Tailhade en esa red social. ¿Cómo? ¿Qué información
privilegiada tiene Tailhade que hasta se entera del contenido de pinchaduras
telefónicas antes que el resto de los argentinos? ¿Cómo accede a esa
información? Misterio.
El kirchnerismo no
da explicaciones, pero las pide. De la misma forma, la facción gobernante usa a
jueces ignotos del interior para iniciar causas judiciales que luego pierden
valor cuando son analizadas por instancias superiores o en otras
jurisdicciones. En el mientras tanto, esas causas provocan un escándalo
nacional, que es lo que le sienta bien al kirchnerismo. Así sucedió con el juez
de Lomas de Zamora, Federico Villena, cuando inició una investigación por
espionaje ilegal al gobierno de Mauricio Macri, después de que este terminara
su gobierno. Lo mismo ocurrió con el juez Alejo Ramos Padilla, entonces en
Dolores, cuando abrió una causa contra el fiscal Stornelli, que había
investigado el caso de los cuadernos, la mejor biografía que se haya escrito
sobre el sistema de sobornos durante los muchos años en el poder del matrimonio
Kirchner.
Ramos Padilla fue
ascendido luego a juez federal de La Plata y a juez electoral en la decisiva
provincia de Buenos Aires. Los favores se agradecen. La jueza federal de
Bariloche, Silvina Domínguez, apuró en diciembre, antes de la feria judicial de
enero, varias decisiones con impacto nacional, como el allanamiento del
establecimiento Lago Escondido, el destino de jueces y fiscales que se conoció
por una pinchadura ilegal de teléfonos. Según el diario Río Negro, Domínguez
anunció que se jubilará en febrero. Versiones que circulan en los tribunales
sostienen que la jueza se comprometió a procesar a varios de los que fueron a
Lago Escondido antes de ingresar en la placidez del El caso más reciente es el
del juez federal de Santiago de Estero, Guillermo Molinari, quien impulsó una
denuncia del gobernador de esa provincia feudal, Gerardo Zamora, contra Silvio
Robles, un estrecho colaborador del presidente de la Corte Suprema, Horacio
Rosatti, por una conversación telefónica ilegalmente obtenida. Si bien Molinari
se declaró luego incompetente, inició la causa a pesar de que es tío de la
esposa del gobernador y mandamás santiagueño. Su sobrina es, además de primera
dama santiagueña, presidenta provisional del Senado nacional, donde preside las
reuniones cuando Cristina Kirchner no está. Y no está casi nunca.
Regresemos,
entonces, a la Corte Suprema. El domingo, la jefa de prensa del juez Ricardo
Lorenzetti, María Bourdin, retuiteó un mensaje que recordaba que otro juez del
tribunal, Juan Carlos Maqueda, le había pedido la renuncia en 2003 al entonces
presidente de la Corte, Julio Nazareno. El tuit incluía un link que conducía a
una información publicada en aquella época por La Nación, en la que daba cuenta
del fuerte reclamo de Maqueda a Nazareno. Bourdin también escribió un tuit con
una alusión muy despectiva a Robles, el principal colaborador de Rosatti.
¿Puede una jefa de prensa pronunciarse públicamente al margen de la opinión de
su jefe, Lorenzetti en este caso? Improbable. ¿Bourdin estaba, acaso,
insinuando que Maqueda debería pedirle ahora la renuncia a Rosatti? ¿Eso es lo
que quiere Bourdin o es lo que quiere Lorenzetti? Tales expresiones públicas de
Bourdin les asignan verosimilitud a las versiones, nunca confirmadas, que
indican que Lorenzetti está cerca del Gobierno en la operación contra la Corte
Suprema. De hecho, Elisa Carrió lo inculpó públicamente a Lorenzetti de liderar
la ofensiva contra sus colegas en el máximo tribunal del país. “Ellos están
acostumbrados a las ofensas de la política, pero los sorprende que un colega
los abrace y les dé una puñalada por la espalda”, dijeron cerca de los
despachos más importantes de la Corte.
Sea como fuere, el
destino del juicio político a la Corte, impulsado por el propio Alberto
Fernández, que fue amigo de varios miembros del tribunal, depende de la actitud
de Massa (y de sus legisladores) y, si este desertara, de la disciplina de la
oposición. Si, en efecto, Massa se fugara de sus responsabilidades
institucionales, el juicio pasará de la comisión al recinto de la Cámara. El
juicio político a los máximos jueces del países solo podría prosperar, en tal
caso, con el voto de los dos tercios de los diputados presentes, no del pleno
del cuerpo.
Por lo tanto, los
legisladores opositores deberán estar siempre presentes, una vez que el
oficialismo haya conseguido el quórum, para evitar que el oficialismo perpetre
una maniobra sorpresiva y consiga esa mayoría especial, a la que no accederá
nunca si los opositores están en el recinto. “Dormiremos en el recinto”,
anticipó el diputado Negri. La Argentina de Cristina Kirchner y Alberto
Fernández no es la Venezuela de Hugo Chávez y Nicolás Maduro, pero cada vez se
le parece más.
Massa envía
mensajes privados diciendo que no está a favor del juicio político
Pero el ministro
prefiere hacer silencio público y habrá que ver si sus diputados obedecen las
directivas del kirchnerismo.
Sin esos
legisladores, la comisión carecería de poder para impulsar la maniobra contra
el máximo tribunal.
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